De cuarenta a cuarenta y cuatro.

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Con las manos dentro de los bolsillos de su abrigo, Victor caminaba a su apartamento, pensando las palabras correctas para disculparse con su amado.

—Yuri soy un idiota, pero tuviste la culpa también. No, no, eso no —decía entre susurros. Cada palabra que salía de su boca la desechaba rápidamente.

Esa mañana no había sido la mejor para ellos, a ambos se les hizo tarde para sus respectivos trabajos, no encontraban las llaves del auto, Victor había olvidado pagar el recibo del gas por lo que tuvieron que ducharse con agua helada, Yuri derramó su café en algunos documentos de Victor, Syn se orinó en el sofá, por lo tanto, mientras ambos corrían de un lado para otro se gritaban cosas entre sí.

—¡Todas las responsabilidades de ésta casa me las deja a mí! —había dicho Yuri cepillándose los dientes.

—¿A ti? — Victor se apareció en el baño ajustándose su corbata azul marino—Disculpa, pero ¿quién va a cada fin de semana por las compras? Yo.

—¿Quién saca a pasear a Syn? Yo.

—¿Quién siempre lava a la ropa?

—¡Yo!

Y así siguió su discusión, la cual empeoró cuando se percataron que las llaves del auto que compartían estaban dentro de éste. ¿Lo peor? No poseían un repuesto.

—¡Estoy harto, Victor! —y sin su típico beso de despedida, Yuri salió del estacionamiento del edificio, dejando a un peliplata detrás de él con los labios fruncidos. 

Era una costumbre ellos enviarse mensajes a lo largo del día cada vez que podían, sin embargo,  ese mismo día fue la excepción. Victor tuvo la horrible sensación toda la tarde que algo le faltaba; en más una ocasión estuvo tentado a textearle pero no lo hizo. 

Así que ahora se encontraba caminando hacia su casa tras una jornada laboral aburrida y sin mensajes de su pareja.

Al otro lado del hilo Yuri mordisqueaba su uña en el apartamento.

Sabía que esa mañana tal vez había exagerado, pero estaba enojado e iba muy tarde justo cuando tenía que aplicar exámenes a sus alumnos. Se sintió culpable casi al instante de salir de su hogar.

A lo largo del día tomó su celular para enviarle un texto a Victor aunque por una u otra razón no pudo por sus responsabilidades de profesor. Por lo que supo que la mejor opción para disculparse era preparar la comida favorita del ruso al llegar a su casa.

Salió de la cocina dando traspiés al escuchar la puerta abrirse. En la entrada se dejaba ver a Victor con una expresión nerviosa en su rostro que al encontrarse con su mirada ésta empeoró abriendo sus ojos como platos, extendió las flores blancas que llevaba consigo hacia Yuri.

El pelinegro no se explicaba como pero ese hombre conforme pasaban los años era cada vez más guapo, más encantador y lo enamoraba cada día más con sus sonrisas encantadoras, sus tiernas miradas que le dirigía o sus ocurrencias. Que sí bien había días en los que discutían -como esa mañana-, no opacarían lo feliz que era a su lado.

—¡Lo siento! —dijeron en unísono. Se miraron unos segundos en silencio para posteriormente reír.

Yuri se lanzó a sus brazos, rodeándolo con los propios dejándose inundar por la deliciosa combinación de la loción que el ruso usaba junto con su hipnotizante olor corporal. Sintió como su alma y todo su día mejoraba al notar esos brazos que lo protegían por las noches abrazándolo.

Se sentía dichoso al lado de ese hombre que todos los días al despertar lo miraba con un infinito amor. Dejó pequeños besos en el cuello del contrario para acto seguido separarse y mirar directamente a esos orbes como el océano. 

—No estoy harto, sólo estaba enojado, estresado y sé que eso no me justifica, lo siento tanto, no quise decir nada de ello... Quiero que sepas que cada día te amo más, cada día me enseñas algo y cada día estoy completamente agradecido de que estés a mi lado, que me permitas estar contigo, Vitya.

—Sé que estabas enojado, cariño —los finos dedos del peliplata acariciaron su mejilla—. Yo también lo estaba, lo siento. Ambos somos responsables con la casa, con nuestra relación. Gracias por hacer todo lo que haces, te prometo no volver a olvidar pagar el recibo —dejó escapar una risita.

El japonés se acercó nuevamente al ruso y besó sus delgados labios, entrelazando sus dedos en el platinado cabello. Adoraba como Victor lo besaba. Adoraba cuando Victor colocaba sus manos traviesamente en su trasero siempre que tenía oportunidad. Adoraba como que tan sólo con una simple caricia lo hacía sentir como si flotara.

—Te amo... Te amo demasiado. —dijo al separarse, dejando que el mayor le diese un apretón a su trasero, haciéndolo reír.

—Te amo mucho más, Yuri —besó sus labios castamente antes de separarse, olvidando por fin la discusión de la mañana—. ¿Hiciste lasaña? —preguntó caminando a la cocina quitándose su ropa de trabajo—. ¡Me encanta!

Yuri ladeó la cabeza viendo a través de la barra a su pareja espiar por el horno de la cocina con emoción.

No sabía que había hecho para estar con Victor, no lo sabía sin embargo agradecía poder ser parte de la vida de aquel hombre olvidadizo. Observándolo agacharse para quedar a la altura del horno Yuri entendió que jamás volvería a sentirse perdido, como mucho tiempo se sintió.

—Victor —lo llamó desde la entrada de la cocina.

—Mmmh.

—Cásate conmigo.

El ruso lo miró en silencio por unos segundos no obstante una gran sonrisa se extendió por su rostro, iluminado cada rastro de sus facciones. Sin duda, para Yuri esa sonrisa fue las más hermosa que hubiese visto. 

Espero que hayan disfrutado de la lectura

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Espero que hayan disfrutado de la lectura. 

Un beso, xHaruKatsuki. 

Al otro lado del hilo |Victuri|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora