CAPÍTULO 9

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 La imagen de Neo al otro lado del cristal, acude continuamente a mi cabeza. No puedo evitarlo. David me ha pedido paciencia, pero creo que de eso, no me queda. Su gesto contrariado mientras le contábamos lo ocurrido, me confirmó que no esperaba que Neo encontrara una forma de entrar. Yo tampoco soy capaz de entender cómo lo hizo, sin embargo, lo consiguió. Y si no hubiera intentado acceder al edificio, quizás...

—Sabes que puedes contarme lo que sea —suelta Enya de buenas a primeras.

Estamos en el descanso de media mañana y me doy cuenta de que no he cruzado con ella ni una palabra.

—Lo siento. Sé que estoy más pensativa de lo normal.

Tengo la sensación de que estoy fallando a la complicidad que comparten entre ellas, pero no puedo contarle lo que está ocurriendo.

—¿Es por David? ¿Ya has averiguado lo que le pasa?

Niego con fuerza. No quiero hablar de él. Miro durante un instante su rostro afable y decido hacerle una pequeña confidencia.

—¿Crees que es posible otro futuro? —Su gesto de extrañeza me obliga a explicarme—. Quiero decir, sin cúpulas.

Pierde la vista en el horizonte y sé que de verdad está valorando mi pregunta.

—Creo que la catástrofe, nos acobardó. No sé si me entiendes. El miedo a que algo así pueda ocurrir de nuevo nos ha llevado a recluirnos para intentar asegurar un futuro. Pero, ¿qué futuro sería ese? Si una estrella explotara o un meteorito se estrellara contra la Tierra, o qué se yo... ¿no sería mejor ser borrados del planeta de un plumazo? ¿De qué serviría seguir adelante? Nos veríamos obligados a pasar décadas encerrados en la zona bajo tierra, esperando a que el mundo se recuperara, en el mejor de los casos. En el peor, solo estaríamos en nuestra tumba, contando los días para nuestro fin.

—Entonces, ¿por qué no buscar la forma de volver a hacer vida en el exterior? Poner todos nuestros esfuerzos en ello.

Enya me mira y me sonríe.

—Soy una Thok, protectora de la naturaleza. Siempre voy a pensar que esa es la mejor opción. El problema no eres tú y no soy yo. El problema es el miedo. Nuestra sociedad prefiere esta seguridad, que un futuro incierto.

—Lo sé —respondo contrariada.

—¿Tiene esto algo que ver con los rumores del exterior?

Me giro hacia ella y la observo. ¿Qué sabe? ¿Le ha contado algo David?

—¿A qué te refieres?

—Dicen por ahí, que hay zonas donde están probando otras opciones. Algunas parecen estar dando resultados. Aquí la gran mayoría están muy cómodos con las decisiones tomadas, pero entiendo que quien intenta sobrevivir ahí fuera, busque la mejor forma de hacerlo. Es lógico, ¿no?

Que ella también haya oído el rumor me infunde nuevas esperanzas. Quizás después de todo, haya una posibilidad...

—Ojalá sea cierto. Cada vez que estoy con los niños, pienso en lo diferentes que serían sus vidas si todo fuera como antes. Un cielo simulado, no es un cielo, al fin y al cabo.

—Mira quien viene por ahí...

Me giro justo cuando David llega a nuestro lado.

—Hola. ¿Podemos hablar a solas un momento?

Su gesto serio, me preocupa al instante. No parece que sean buenas noticias.

—¡Vaya! Pues sí que andamos con secretitos —suelta Enya pero al ver que la expresión de David no cambia, se rinde—. Vale, vale. Ya me voy. Casi prefiero no saber lo que os traéis entre manos.

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