CAPÍTULO 35

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—¡No lo soporto más! —grito desesperada arrancándome la vía del brazo. Me siento en la camilla y de un manotazo tiro el instrumental que hay sobre el carrito de acero inoxidable, mientras rompo a llorar una vez más.

Alex entra corriendo y sin mediar palabra se acerca a mí. Toma una gasa del armario y se apresura a frenar la sangre que brota de mi brazo.

—No puedes quitarte la aguja así. Has tenido suerte de no desgarrar la vena...

—Estoy harta... —balbuceo. Me froto la nariz, húmeda por el llanto, intentando no moquear y le miro de soslayo.

Alex se apoya en la camilla y continua sosteniendo la gasa, ejerciendo presión sobre mi brazo.

—Lo sé. Pero no eres la única que lo está pasando mal con esto. Es desesperante ver cómo te consumes intentando conectar con esa maldita realidad, Ari. Sin embargo, sabes que tú no puedes provocarlo, que tiene que suceder y ya está. Lo único que puedes hacer es no darte por vencida, nada más...

Con la mano libre, retiro las lágrimas que corren por mis mejillas y asiento sin mucho entusiasmo.

—Hace casi dos semanas que desperté... llevo una realizando saltos y no he conseguido nada. Los días pasan y mientras, en esa realidad, puede pasar cualquier cosa. Incluso que estén todos muertos.

—No pienses así... no te hace bien. Quizás deberíamos parar un par de días. Esta presión te está pasando factura, ¡nos está pasando factura!

Comienzo a temblar sin control ante la perspectiva de detenernos.

—No, no, no... Alex por favor. No podemos parar. Estoy segura de que conectaré dentro de poco. No me hagas esto, ¿vale? Sé que estoy un poco alterada, pero estoy bien. —Me paso la mano por el pelo, intentando aparentar buen aspecto—. ¿Ves? Estoy bien.

Esbozo una sonrisa desganada y la mirada de Alex se ablanda.

—Tranquila... es solo que me preocupo por ti. Tu nivel de ansiedad se está disparando y puede terminar suponiendo un problema. Sabes que para esto, hay que tener la mente despejada...

Lo sé, pero no es fácil mantener la cabeza así cuando apenas duermo y no puedo pensar en nada más que esa realidad.

—Creo que necesito algo que me ayude a reconducir mis pensamientos. Puede que eso me facilite conectar.

—¿En qué estás pensando? —me pregunta mientras mira si me puede retirar la gasa del brazo. Al ver que ya no sangra, la tira a la papelera y regresa a mi lado.

Cojo aire para infundirme fuerza antes de hablar.

—Quiero ver a Neo.

No se lo he vuelto a pedir desde el tercer día y en aquel momento él fue tajante. Según los psicólogos podía resultar perjudicial para mí, descentrarme. Pero yo siempre he pensado que Neo es mi brújula, quien me indica el camino a seguir.

—Sabes que no es una buena idea.

—Mentira. Sé que hay un grupo de loqueros que creen que no es buena idea. Sin embargo yo no pienso que sea así. ¿Qué creen? ¿Que estoy chiflada? ¿O que cuando le vea voy a perder la cordura? No saben de lo que hablan. No entienden de qué va todo esto porque están muy lejos de comprender la verdadera envergadura de todo este asunto. Si no me he vuelto loca después de viajar a otras dimensiones ¿Tanto me puede afectar ver a una sola persona?

Alex me observa, noto su mirada sobre mí, analizando mi estado, sopesando los pros y contras de concederme este pequeño deseo.

—Está bien... pero sabes que tendré que colarte. —Se interrumpe al ver que doy palmas como una niña—. También sabes que si nos pillan me supondrá un problema. Y de los gordos.

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