CAPÍTULO 43

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Como pude comprobar, el juego de palabras de Neo, solo lo entendí yo.

—¿De verdad David? ¿Esta es tu forma de hacer las cosas? —le recrimino.

—Nunca se besa a una chica sin su permiso, tío —añade Caleb.

David aprieta los labios y una mueca de dolor se dibuja en su rostro.

—Joder, no penséis que lo tenía planeado. Al momento me di cuenta de que no debería haber hecho las cosas así...

—¿Dónde está? —Me empiezo a inquietar al ver que no regresa.

—Ha entrado en la iglesia esa —señala el edificio—. Quizás debería ir a hablar con ella...

Hace ademán de avanzar, pero yo le sujeto del brazo.

—Creo que es mejor que vaya yo. Ahora estará aún más enfadada y solo conseguirás que empeore la situación. Mejor le pides disculpas mañana.

Caleb me tiende su lámpara y yo la acepto. Neo me da un rápido beso en los labios y me susurra "suerte" al oído.

Voy a necesitar más que eso conociendo a Kesia.

Me acerco a la entrada y el chirriar de la puerta, anuncia mi llegada.

—¡Vete! ¡Déjame sola!

—Soy yo —le informo, antes de que me lance algo a la cabeza.

Alumbro la estancia y la veo sentada en uno de los bancos, como una feligresa que va a rezar una rápida oración. Me acerco y tomo asiento de lado en la fila de delante, quedando cara a cara con ella. Mantiene la cabeza baja pero veo sus labios fruncidos y los puños apretados. Realmente creo que se está conteniendo para no romper algo.

—Sé lo que ha pasado... no tenía ningún derecho a besarte y lo cierto es que se siente fatal por ello...

Alza la vista y un extraño brillo aparece en sus ojos.

—Ya... —dice sin más.

Así no vamos a llegar a ninguna parte.

—Jess me estuvo contando cómo funciona vuestro clan. Me dijo que ibas a ser Dashe, vivirás por y para la defensa de la comunidad. Eso es loable.

—¿Lo apruebas? —me pregunta con un deje de ironía en su voz.

Gran pregunta.

—No creo que eso sea importante. Vengo de un lugar donde las cosas son muy diferentes y me cuesta hacerme a la idea, pero vuestra forma de funcionar como sociedad es tan válido como cualquier otro. Que tú decidas dedicarte a la comunidad es genial, siempre que sea eso lo que quieres.

—¿A qué te refieres?

—Hay gente que no tiene necesidad de tener pareja, ni hijos. La cuestión es si tú eres de esas personas, o estás haciendo un enorme sacrificio.

Cuando resbala la primera lágrima por su mejilla, me sobresalto. No esperaba verla llorar.

—¡Ey, no! —pongo una mano sobre las suyas—. Lo siento, no pretendía...

—¡Tú no tienes la culpa de nada! ¡Soy yo! Cuando mis padres nos dijeron que disfrutábamos del privilegio de que una de nosotras fuera Dashe, no lo dudé. Me ofrecí al momento y todos lo achacaron a que era por mi interés personal. Siempre me gusta ser la primera en todo. Y se trata de un honor.

Me estoy perdiendo en esta historia.

—¿Pero no te ofreciste por ti?

Niega lentamente. Entonces caigo, antes de que lo diga, ya sé qué es lo que ocurre.

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