once

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Con los ojos aún cerrados—tal vez hasta con las pestañas pegadas unas con otras a causa de legañas matutinas—, me revolví entre las suaves sábanas e incluso las agarré para taparme hasta la cabeza. De fondo se oía una suave melodía tocada en un piano. Pude percibir también olor a café recién hecho. Di una vuelta sobre mí misma enfadada pues el sonido del piano me estaba despejando y yo solo quería seguir durmiendo calentita en esa cama tan blandita y que tan bien olía. A Yoongi. Al parecer, quién estaba al piano se dio cuenta de que me estaba despertando y dejó de tocar. Oí el sonido de unos pasos sobre el parquet y más tarde noté como el colchón se hundía a mi derecha. Me hice la dormida al notar una mano acariciar mi cabeza y peinar delicadamente mi pelo. Quería abrir los ojos para saber quién era, pero temía hacerlo y que dejara de aportarme caricias.

—Hyori, oso perezoso—murmuró Yoongi.

Sonreí aún sin abrir los ojos. Él no paraba de acariciarme y eso me gustaba.

—Despierta, ya—dijo más alto y se levantó bruscamente.

Seguramente se diera cuenta de que estaba despierta. Abrí los ojos para ver que me encontraba en su habitación y que él me miraba bebiendo café desde la silla delante de su teclado.

—No deberías de estar tomando café—dije estirándome a la vez.

—Me encuentro mucho mejor—respondió después de dar un sorbo largo a la taza—, mamá.

Hice ademán de levantarme pero se quedó en eso, ya que volví a tirarme sobre la cama como si mi vida dependiera de ello.

—Hyori, tienes que levantarte.

—¿Por qué?—cuestioné sin mover un músculo—. ¿Porque lo dices tú?

—No, porque es mi cama.

Bufé y me levanté empujando con rabia las sábanas. Pasé de largo a Yoongi y me dirigí directamente al baño, donde me quedé un rato prolongado mirando mis ojeras y lo hinchados que estaban mis ojos de llorar. Me lavé la cara con un poco de agua fría e hice mis necesidades matutinas en un periquete, aún así me quedé unos veinte minutos más mirando mi rostro destrozado por los efectos colaterales de la tristeza. Me sobresalté al oír unos golpes en la puerta del baño.

—¡Hay otro servicio!

—Pero no hay otra Hyori—dijo Yoongi soltando un suspiro. Dejé de mirar mi horrible rostro para girarme y abrir la puerta, encontrándone con él ya vestido con la taza de café vacía entre sus manos—. Venga, vístete. Quiero llevarte a un sitio.

Fui hasta donde estaba mi maleta, cogí ropa abrigada y me la puse a la velocidad de la luz. Al parecer ese día también faltaría al colegio, y me daba bastante igual a diferencia del día anterior. Puede ser que Yoongi me hubiera pegado su actitud indiferente.
No encendí el teléfono por miedo de volver a encontrar millones de mensajes que debería—pero no quería—contestar.

—¿Estás lista?—preguntó Yoongi al verme llegar al salón.

Asentí haciendo que se levantara del sofá, cogiera unas llaves y comenzara a andar hasta la puerta de entrada.
El camino hasta el ascensor y el viaje en el mismo fue en absoluto silencio. Yoongi no sabía comenzar conversaciones, y yo no quería empezar ninguna.
Ya en la calle me puse la bufanda al cuello y comencé a seguir el paso apresurado de Yoongi. No tenía ni idea de la hora que era, tal vez eran la una o las dos de la tarde pues ya había gente comiendo en los distintos restaurantes que nos íbamos encontrando. Vi entre las mesas de un restaurante una familia conformada por los padres y una única hija, lo que hizo que mi estómago se encogiera recordando a la mía.

—Eh, te estás retrasando mucho—dijo Yoongi, que iba unos pasos adelantado. Para acompasar nuestro paso corrí hasta él para ir a la misma altura, pero la mejor idea la tuvo él. Cogió mi mano derecha entrelazando nuestros dedos con una delicadeza óptima y demasiado dulce para venir de un chico como él—. Estás congelada.

Blue | Min Yoongi; BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora