Prólogo

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En el Olimpo viven doce dioses, los tres principales y hermanos entre sí son Zeus, Hades y Poseidón. Los tres obtuvieron sus poderes al derrocar a su temido padre Crono durante la titanomaquia.

Al verse derrotados, los titanes fueron castigados por toda la eternidad, siendo confinados al tormentoso caos del Tártaro y así padecer un sinfín de despiadados e inimaginables castigos.

Su furia fue tal que emergió en el lecho marino una cordillera de volcanes. Los mortales la conocen como el «Cinturón de Fuego». Dicha cadena contiene a los más fieles seguidores que día a día imploran por su libertad y, al no tener respuesta, desatan su furia, provocando erupciones violentas.

Debido a la inexperiencia de Hades con su reino, las innumerables puertas del inframundo corrían peligro de desmoronarse. Por ello, se le encargó la custodia de las mismas a los Centimanos: gigantes con cien manos y cincuenta cabezas que fueron aliados de los dioses durante la guerra. Pero por miedo a que los centimanos no fueran suficientes, los dioses intentaron buscar una protección más efectiva que evitara que los prisioneros escaparan; al menos hasta que Hades pudiera tener todo bajo control.

Los sellos mágicos lograrían contener la implacable furia de los titanes, y así evitar su resurrección. Sin embargo, Hécate (diosa de la magia), convaleciente por las heridas de guerra, ordenó a sus sacerdotisas que hicieran el trabajo.

La mayoría eran jóvenes semidiosas que estaban siendo acechadas por las tenebrosas tijeras de la muerte. Solo Circe y Freya, hechiceras por naturaleza, lograron cumplir con la voluntad de su diosa. Pero el trabajo fue extenuante y pronto entendieron que no lo lograrían sin ayuda.

Desesperados, los dioses le imploraron a las Moiras que dejaran vivir a las sacerdotisas con el único fin de sellar la prisión que contenía a los titanes. Complacidas de tener en sus manos la posibilidad de darle un cierre a la sangrienta batalla, las tres hermanas accedieron a cumplir el deseo de los dioses; no sin antes advertirles de las consecuencias: El sello no contendría a los titanes por mucho tiempo. Su furia era implacable, y no todos los que estaban de su lado eran lo que parecían.

Si bien las advertencias fueron dadas, los dioses hicieron caso omiso de éstas. Eran demasiado jóvenes y soberbios como para escuchar. Se convirtieron en los reyes, el mundo estaba a sus pies.

Las cosas se vio en equilibrio por eones. Todo estaba en perfecta armonía hasta que lo inevitable sucedió. El sello que cubría una de las prisiones submarinas comenzó a debilitarse, provocando que una de sus defensas cayera y los dejara casi expuestos ante un posible ataque titán. Consternados, doce dioses alzaron el dedo acusador en dirección a las Moiras. Indignadas, las tres hermanas alegaron haber cumplido con su parte del trato. La culpa recaía en ellos, por su ingenuidad y por poner la confianza en quienes no debían.

Los dioses las culparon de haber ocultado la identidad de quién los traicionó; señalándolas de cómplices y desleales. En consecuencia, Zeus condenó a las hermanas a vivir en el inframundo, siendo odiadas y despreciadas por cualquier ser divino y mortal. Pero la soberbia e insolencia que mantenían los doce para con los demás se precipitó en picada, y la realidad se transformó en un baldazo de agua helada. Como lección, las Moiras crearon una profecía que les recordaría a las deidades pensárselo dos veces antes de meterse en el camino de ellas.

Seis de los titanes lograrían escapar ante cualquier pronóstico y quienes tendrían el honor de combatir contra ellos serían semidioses; un hijo por cada dios que las acusó injustamente.

Lucharían y sacrificarían sus vidas para enviar a los titanes directo a la zona más profunda del tártaro, donde nunca volverían a ver la luz del día. Pero si por alguna razón fracasaban, los titanes tomarían el control absoluto y el caos y la destrucción se propagarían por cielo y tierra.

Desde entonces nadie volvió a contradecir lo que las tres hermanas decían, siquiera el mismísimo Zeus. Bajaron la cabeza y aceptaron el destino que las Moiras crearon para ellos y el mundo entero.


Durante la noche del solsticio,

cuando los titanes se vean liberados

doce media-sangre de entre dieciséis y dieciocho años

lucharán hasta el final.

Aquel que se haga con «el poder» forjará el destino de la humanidad.

THE OLYMPIANS El Cetro de Cronos #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora