Buenos días, Débora.

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Somos hechos para ser, porque somos y somos en nuestro circulo completo, cerrado e intocable.

46.185 pasos al norte fueron lo que te llevaron a dar una vuelta al planeta, al cabo de tantas horas regresaste al mismo punto y te viste nuevamente, iniciado una marcha interminable.

Una sirena tomaba el sol. Porque la rutina le agotó, porque estaba cansada de lo mismo.

Un rayo de sol rebotó del agua a tus ojos y de tus ojos hasta la galaxia donde habitaba mi sistema nervioso.

Tu fragancia indica la muerte de mis neuronas.

El sonido de tus pasos al acercarte indica el delirio de mis venas.

Y tu acción de ser es la muerte inmediata de mis cuerdas vocales.

Tengo como tú, los dedos bañados en sangre. Porque el sentir es tanto que no puedo detenerme, no puedo parar de expresar, no puede calmar el sentir.

Como tú y las estrellas, también yo brillo y no por lo que se ve en el día, tampoco lo que se ve en la noche, me refiero a esos segundos expresados en horas, donde cierro los ojos y recuerdo el significado de hogar, cruzo los brazos y recuerdo la sensación de familia, de calidez, toco mi cuerpo y recuerdo mi raíz y mi razón para estar.

Mi raza no es como la tuya y aún estoy aprendiendo a ser, tan peculiar, tan intenso.

Tus palabras son balas que no lastiman, y tus golpes no dañan, enseñan.

La vida te enseña, como a cada uno de mis hermanos a vivir, a sobrevivir y a resistir; pues lo demás es ser feliz y la felicidad no se aprende. Se siente.

De rodillas y con mi ser en una botella de vino, imploro paz para el cielo que me vio elevarme, la tierra que me dejó reposar y el viento que vive en mi pecho.

Ha pasado mucho desde que te conté con lágrimas en los ojos lo bonito que caía la lluvia aquella vez, que no sabía porque lloraba, que no era de tristeza; que era de nostalgia.

Tu no eres lo que yo pienso y si pienso lo que eres, empiezas a ser lo contrario, porque tu salvaje ser no se deja.

Débora, dividida en pedazos, no por estar rota, por estar extendida y conservada en uno a la vez.

Débora, después de estudiar la historia de lo que alguna vez fue historia; después de analizar lo que alguna vez tuvo sentido y mucho después de soñar lo que alguna vez viví.

20 años aún no son suficientes para ser sabio, después de tanto desamor, tanto alcohol y tantas carcajadas en aquellas tardes.

Una palabras bonitas junto con una sonrisa no son suficientes para estar enamorado y estar enamorado es una afirmación que no se usa con los ojos abiertos.

Un corazón que bombea, un alma que respira, que se llena y que grita.

Unos ojos que hablan y unos labios que aprenden.

Dos manos que se acomodan en un instrumento y dos piernas que sienten la felicidad y las vibraciones que hace el planeta.

Baila conmigo Débora, mueve tu sentir alrededor de tus caderas. Apóyate en aquel escalón y gira, gira hasta que.

Gira hasta que...

Buenos días, Débora.

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