Ealdor era un reino pequeño en dónde el mayor problema que se podía tener era el que una vaca corriera lejos de su corral o un cerdo cayese enfermo, el sol siempre parecía brillar, los niños sonreír y la paz resplandecía para todos antes de que una terrible mujer de cabellera negra, tez pálida y labios carmín llegará a causar desdicha. Animales morían, niños desaparecían y los cultivos se marchitaban causando hambruna. Varios hombres intentaron erradicarla terminando, en el mejor de los casos, muertos; la alegría se había convertido en un difuso recuerdo para todos mientras se sumergían en la miseria.
El gobernante de las desgraciadas tierras era Balinor Emrys, conocido como el señor de los dragones gracias a sus grandes hazañas en el pasado, era un hombre robusto de larga y espesa barba negra, tenía gran empatía para su gente y, aún con la desaprobación de su consejo, se decidió por convocar a la terrible hechicera en una reunión como último recurso, envío a los mensajeros esperando no ser rechazado. No hubo descripción para el sentimiento que embargo a todos cuando la terrible mujer se presentó apenas recibida la invitación ese mismo día, Balinor intento mostrarse cortés al momento de recibirla en la sala del trono.
-¿Qué deseas de mi Balinor Emrys?- le irrumpió ella dejando de lado cualquier formalidad.
-Eso me preguntó yo, fuiste tú quien invadió mi reino sin razón.
La hechicera soltó una carcajada.
-Sólo di algo que quieras y te lo daré, pero deja en paz a mi gente.
-Eso fue muy directo- cesó de reír- dime Balinor, ¿has contraído matrimonio ya?- el hombre asintió- ¿hace cuánto?
-Hace un otoño, ¿a donde vas con esto?- preguntó Balinor con brusquedad.
-Cuidado Emrys, te recuerdo que eres tú el interesado- sonrió con malicia la mujer- ahora, si mal no recuerdo me has dejado decidir a mi el precio.
La hechicera comenzó a caminar, rondando por el salón sin retirar la sonrisa de su rostro mientras simulaba pensar, Balinor se limitó a mirarla con desesperación, la paciencia se agotaba y se sabía capaz de cometer una indiscreción si la mujer se atrevía a dar una vuelta más.
-Bien- hablo finalmente la hechicera parándose frente al soberano- dame a tu primogénito y no volveré a molestar estas tierras.
Los ojos de Balinor se agrandaron incapaz de disimular su sorpresa, el rey se había esperado como pedido varias cosas entre las que se encontraban una suma exagerada de oro, algunas tierras, hasta su vida misma y estaba dispuesto a entregar cualquiera de aquellas nombradas, pero aquello le pareció inaudito, el rey suspiro intentando guardar la compostura.
-Habrá algo más que yo...
-No lo hay- interrumpió con voz gélida la mujer.
-Oro, tierras...
-Te he dicho lo que quiero, me iré si no estás dispuesto a dármelo.
-Te lo daremos- irrumpió una tercera voz desde la entrada.
Balinor dirigió la mirada a su mujer, la dulce reina Hunith con su hinchado vientre.
-Pero querida sabes lo que hemos pasado- replicó Balinor.
La reina le sonrió cálidamente y no dijo nada más, sabía lo complicado que le fue concebir, pero aquel asunto era de mayor importante; el rey pareció entenderlo, sin protestar más acepto el ofrecimiento de la mujer, para el final del día y de los que le siguieron a ese todo se volvió tranquilidad nuevamente.
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[Merthur] Fairy tales
RandomEn dónde puedes pasar a arruinar tu infancia y tu vista ❤