La sirenita 🐚

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"Diversas criaturas habitaban en Avalon, con grandes diferencias entre sí, pero muy unidas gracias a la singular característica que compartían, eran magia. Ellas representaban lo bueno y puro del mundo, ignoraban lo que era la muerte, el orgullo, la envidia o la avaricia, estaban lejos de la contaminación del hombre; de ello se aseguraban las altas sacerdotisas y los druidas, evitaban el paso a los simples mortales por lo que ninguna criatura conocía nada aparte de lo que les decían. Sin embargo un día, sin avisó, dió inició lo que los druidas dejarían escrito como "la gran purga"; Uther Pendragon, rey de Camelot, dominado por la cólera ordeno dar caza a todo ser que portará magia, la mayoría de los druidas fueron asesinados y las sacerdotisas se esfumaron como si de humo se tratasen, Avalon quedó expuesto trás aquello y ninguna criatura volvió a ser vista otra vez."

-¿Podrías contarla de nuevo?- Los grandes ojos azules del niño resplandecieron con ilusión.

-Ya te la he contado muchas veces- se negó el pobre hombre, solía asustarle la naturalidad con que se tomaba la historia el infante.

-Una vez más, por favor.

-Es hora de dormir Arthur.

El pequeño, resignado, tomo su lugar en la cama dejándose envolver de mala gana entre las mantas, su entrecejo estaba fruncido y un puchero adornaba sus regordetes labios, era un hecho que detestaba la idea de irse a dormir, pero a su tutor no pareció importarle y continuó arropando al niño, posteriormente acomodo el libro en su respectivo lugar y tomo la vela encargada de iluminar la habitación.

-¿De verdad mi padre hizo esas cosas?- preguntó con inocencia.

-Ellos eran malos Arthur- le respondió- no importa lo que diga el libro, la magia es mala, es por su causa que tu madre no está aquí.

El pequeño príncipe se quedó en silencio, sabía que aún le quedaba mucho por aprender y, aún si le era imposible creer que aquellos seres que solía imaginar tan bellos pudiesen ser malvados, no le correspondía a él contrariar la sabiduría de su padre, cerró los ojos y se dejó caer en el sueño, el hombre, satisfecho, salió de la habitación del infante.

El príncipe se levantó con una inusual energía esa mañana, no era el que le entusiasmará la fecha en si, pero por fin el día de probar a su reino y a su padre lo que podía hacer le dejaba ansioso. Era su cumpleaños número veintiuno, ello significaba que sería nombrado príncipe coronado, pero también implicaba una muestra de valentía. El príncipe debía embarcarse en una búsqueda solo y regresar con lo pactado sólo así podría probar que era digno al trono, su padre le daría a escoger dos cosas, sin embargo su elección había sido hecha cuando tenía no más que diez tiernos años y la historia de los druidas y el lago de Avalon le fue contada, creando en él una anormal necesidad por conocer el lago y lo que ahí habitaba.

Arthur aguanto las ansias hasta que la hora de presentarse frente a su padre y el consejo llegó, las puertas se abrieron y fue anunciado, se reverencio frente a su monarca y el evento dió comienzo, a la mitad se encontraba totalmente aburrido, el joven príncipe guardo la compostura tanto como pudo, impaciente a que el discurso de su padre terminará y empezará lo que realmente estaba esperando.

-Hijo mío- comenzó el rey.

Los ojos de Arthur se iluminaron.

-Tendrás a escoger dos caminos- continuo el monarca mirando fijamente a su hijo- puedes ir al reino del Rey pescador y buscar el tridente dorado o encontrar la copa de la vida, escondida por los druidas desde hace años.

-La copa de la vida, señor- respondió sin dudar.

-¿Entiendes que para probar que eres digno al trono deberás completar esta búsqueda sin ayuda y solo?

[Merthur] Fairy talesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora