De tiempo y distancia: Parte dos

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Habían cambiado, tal vez poco o tal vez mucho, dependiendo de quién los veía, pero habían cambiado.

Holly caminaba por los pasillos de la escuela orgullosa de tener numerosas amigas.

Harry caminaba por los pasillos de la escuela cabizbajo y sin nadie que lo acompañara.

Podían pasar semanas en que ninguno supiera nada del otro. Eso se debía en gran parte, a que las chicas exprimían el tiempo de Holly, dejándola a veces con solo minutos para ella misma. El tiempo en que ambos coincidían se podía comparar con un respiro, y a Harry eso le dolía, porque era más cuando necesitaba a alguien.

En casa de Holly, las cosas mejoraban. Su madre era más afectuosa con ella, al parecer la idea de que su hija fuera más femenina le agradaba a tal punto de no preocuparse por la calidad de sus amistades. Ahora la hermana mayor de Holly le hablaba abiertamente de chicos, cuando tiempo antes solo se burlaba de ella por llegar a casa sucia de barro después de alguna salida con Harry.

En casa de Harry, las cosas empeoraban. Su madre discutía con su padre. Todo el tiempo. Primero eran las miradas acusatorias, luego los gritos llenos de furia, y ahora llegó la temporada de romper todo a su paso. Harry temía que en algún momento, en un ataque de ira, se dieran cuenta de que ya no había espejos y jarrones por romper, que optarían por su propia piel.

La hermanita de Harry era bastante pequeña para entender los insultos, pero comprendía el grado de dolor que infringía en sus padres.

Harry estaba enojado; con el mundo, con sus padres, con su hermanita por no dejar de llorar, con Holly por no estar con él cuando la necesitaba, y sobre todo, consigo mismo por no saber qué hacer. Y ésa fue la pregunta que se hizo Holly al enterarse de todo una semana después, cuando se celebró el día de los padres en la escuela y Harry no asistió. Ni sus padres se presentaron para dar una excusa, porque sus padres eran la excusa.

Holly siempre era la de los planes que terminaban mal, y Harry era quien le daba solución a todo. En ese momento en el que la psicorientadora le preguntó a Holly sobre Harry, se sintió traicionada, porque se suponía que ninguno de los dos era bueno para ser como el otro.

Al día siguiente, las amigas de Holly le reprocharon por vestirse con unos vaqueros y una sudadera. Era el miércoles de faldas rosas, pero a ella ya no le importaba; ni las faldas, ni el color rosa, ni los miércoles con aquellas chicas, ni ningún otro día. Holly solo podía pensar en Harry. Dio un respingo cuando metía sus libros en el casillero, y lo vio entrar más triste que la propia definición de la palabra.

Holly no sabía que decirle, habían pasado semanas y se sentía como una desconocida. Además, si Harry aun la consideraba su mejor amiga, ella no podía darse el lujo de decir lo que las otras personas decían. No. Ella debía decir más que un «Lo lamento» porque no era cualquiera. Así que optó por jalarle del brazo y llevarlo a rastras al cuarto del conserje, que para su sorpresa y alivio, no estaba con llave y era más grande que un armario normal.

Holly no quiso encender la luz. Aunque a ella le asustaba la oscuridad, tuvo el valor para usarla a su favor.

—¿Holly? ¿Qué haces?

—Shhh. Deja que hable primero.

—¡Nos meterás en problemas! Nadie se debe meter en el armario del conser...

Harry sintió un golpecito en la cabeza.

—¡Tonto! ¿No lo ves? Éste no es un armario ordinario. Es la cueva del desahogo —dijo con determinación, y luego, usando sus dotes de imaginación y narración de cuentos, prosiguió— ¿Recuerdas esa leyenda del cavernícola que quería estar solo en el mundo?

Harry asintió aunque Holly no podía verlo.

—Bueno, pues, encontró varias cuevas. Las más inútiles eran las del amor y la amistad, porque quería estar solo, pero las que más le llamaban la atención era la cueva de la esperanza y el desahogo. ¿Y sabes cuál era la que más usaba? —Al no recibir respuesta, continuó— La del desahogo, por supuesto. Lo que no sabía era que la cueva de la esperanza estaba conectada con la del amor y la amistad. ¿Crees que fue un tonto? Pues no, porque después de estar tanto tiempo en la cueva del desahogo, todo lo que le hacía triste lo dejó allí, y se permitió entrar en la de la esperanza y posteriormente, la de la amistad y blah blah blah.

Harry soltó una risita.

—Lo que quiero decir, es que estamos en la cueva del desahogo, y puedes aprovecharla para dejar muchas cosas aquí, justo al lado del trapero y la escoba.

El plan de Holly salió a la perfección por primera vez. A Harry no le gustaba que le vieran llorar, por lo que ella había pensado en dos cosas: Cubrirse los ojos, o estar en un lugar oscuro. Harry se permitió llorar hasta el cansancio, y Holly dejó que le echara la culpa por no haber estado con él días antes.

Ese día no tuvo más razones para separarse de Harry, porque se sintió necesitada. Sin embargo, el destino le jugó una mala pasada y tan solo un mes tras aquel acontecimiento, tuvieron que despedirse.

Harry se mudaría con su padre, y su madre se quedaría con la hermana pequeña. Era algo triste que Holly no supo ni cómo tomarlo. Desde ese día planeó todo con tal de que tuviera tiempo para Harry, aunque estuvieran separados por la distancia.

Y es aquí cuando Harry mira por detrás del coche para ver como Holly se va volviendo más y más pequeñita.

No es como si fuera un adiós, algún día se iban a volver a encontrar. Y el mundo sería testigo de aquella promesa.

Entre amigos y otras cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora