Malas compañías

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Dan McFlory nunca fue mi amigo, solo lo veía en clase.

Todos creían que era así, pero la verdad es que Dan fue un buen amigo cuando estaba en secundaria. Era la única persona que: A) sabía cómo era yo y b) le daba igual.

Cuando estaba en el instituto yo era muy diferente. Pensaba que todo el mundo daba asco, vestía de la manera más escandalosa posible y trataba mal a todo el que se me cruzaba. Y se preguntarán ¿Cómo es que llegué a tener siquiera un buen amigo?

Dan era lo contrario a mí. Callado, calculador y deprimente. Sin embargo, teníamos algo en común: Nadie quería estar cerca de nosotros.

Hubo muchos rumores que lo rodearon, como por ejemplo, el día que tuvimos clase de arte y accidentalmente se empapó de pintura roja la camisa. Los que no lo presenciaron creyeron que Dan había hecho explotar una rata con sus manos, y la sangre le había salpicado. El rumor se escuchó por los pasillos al menos durante un mes, pero algunos otros tenían la suerte de durar mucho más.

Con esa clase de rumores Dan se volvió famoso, y no de la buena forma. En cualquier parte se sabía quién era Dan McFlory y su reputación de sádico deprimente. Entonces, los más osados y bravucones decidieron llamarle Dan McFlurry y molestarlo cada que tuvieran la oportunidad. De todos los sobrenombres que se le podían colocar, los chicos quisieron algo más ridículo. Hasta yo tenía mi propia forma de apodarlo.

Me causaba gracia que la gente le temiera, porque no lucía como un demente en su casa. Era su vecina de al lado y podía verlo por la ventana. Tampoco es que se me diera por espiarlo, a veces yo llegaba a casa muy tarde y el muy desgraciado tenía la luz encendía y cantaba a todo pulmón. No me dejaba dormir. Siempre terminaba gritándole groserías por la ventana y de esa forma paraba de chillar.

Un día le entablé conversación real en la parada de autobús. Con sus ojos saltones me miró de reojo, lo que prácticamente lo hacía ver un maniático, pero yo conocía a personas que realmente encajaban con su perfil, por lo que no me asusté ni pizca.

Dan las primeras veces me ignoraba y me miraba como un monstruo, cosa de lo que ya estaba muy acostumbrada. Luego con el tiempo nos volvimos algo así como amigos. Y no estoy segura de lo que fuimos porque hablábamos siempre y cuando nadie mirara. Aun no sé por qué fue así.

En fin, todo era normal y tranquilo, hasta que se me dio la terrible idea de llevarlo a una fiesta no muy sana...

Entre amigos y otras cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora