De tiempo y distancia

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¿Se puede ser amigo de alguien antes de conocerlo? Holly y Harry eran amigos desde que sus neuronas apenas se estaban formando. Literalmente. Sus madres, unas amigas inseparables de la secundaria, vivían justo una al lado de otra; y dio la casualidad de que ambas quedaran embarazadas al mismo tiempo. Aunque Holly siempre quería aladear de ser mayor que Harry, la verdad, ambos nacieron el mismo día.

—Sí, pero yo soy diez minutos mayor.

—Eso no importa ahora. Diez minutos no son nada, y sabiendo quién de los dos es más infantil...Al fin y al cabo no tiene lógica lo que dices ¡Si soy menor entonces no tengo que decirle yo!

—Pero claro que sí. Recuerda eso de que nació primero, ¿El huevo o la gallina? Tú estás siendo una gallina.

—Bien, soy una gallina. ¡Eso no cambia el hecho de que hemos matado al hámster de la señora Grayson!

Holly rodeó los ojos, no en respuesta a lo que dijo su amigo Harry, sino a la situación. ¿Por qué se ofreció a cuidar a un pequeño roedor con intenciones de tener un infarto justo cuando Holly le ha hablado? Harry solo se había echado a reír, pero ahora parecía tan asustado como ella.

En primer lugar ¿Por qué le había pedido a Harry que la acompañara? Holly se revolvió el pelo, haciendo que dos de sus dedos quedaran atrapados en la maraña de color negro. Puso los ojos en blanco, y ante la mirada inquietante de Harry, lanzó una sonrisa tenebrosa. Harry dio un resoplido y le ayudó a desenredarse. Ah, para eso lo había invitado. Él siempre tenía una solución para todo.

—Hay que hacer algo rápido. ¿A qué hora dijiste que venía?

—Eh... ¿A las cinco? ¿Cinco y media? No me acuerdo.

—De acuerdo, tengo un plan, pero no es cien por ciento seguro.

—Un noventa y nueve por ciento me basta, adelante.

Y así era cada día de verano, Holly tratando de que todos sus días fueran una travesura y Harry acompañándola en su aventura mientras hacía fuerzas para que ella no destruyera todo a su paso.

Ambos no sabían que entrar a la secundaría era más que un etapa escolar. Cuando se llega allí, el espíritu curioso e incomprendido del adolescente sale a flote y algunas cosas cambian. Holly y Harry preferían quedarse en un rincón junto con sus monerías.

El último día de vacaciones había acabado, y nadie podía hacer nada para detener el tiempo, como habrían querido los dos chicos. Ya en la escuela Holly era el tipo de alumna que no hacía nada en clase, pero que al final, por alguna sabiduría milagrosa que Dios le otorgaba, salía bien en los exámenes; y es que «tarea» no existía en el vocabulario de Holly, al contrario de Harry, quien se mataba estudiando así sea el último signo matemático que pudiera resolver uno de los tantos problemas que tenía.

En las primeras jornadas, los inseparables amigos solo daban uso del tiempo en los descansos para recordar viejas anécdotas del verano que les dijo adiós y le dio paso a una tormenta de problemas de los que Holly no era consciente y Harry prefería ignorar. Tras pasar varias semanas, el tema se volvía tedioso y nuevas formas de entretenerse eran necesarias.

Los deberes crecían y crecían haciendo una montaña difícil de trepar. Holly y Harry se veían menos, puesto que tenían pocas clases juntos, y Harry dedicaba bastante tiempo a su club de ciencias al que pertenecía con orgullo. Holly se sentía vacía e inconforme, si su único amigo era Harry era por una razón: Las niñas de la escuela eran insoportables. Ella era capaz de comprender por qué de la noche a la mañana sus compañeras dejaron los juegos de cocina y las muñecas, por maquillaje y salidas por la noche. Lo que Holly no compendia era por qué la urgencia a crecer. Solo estaban en segundo de secundaria, el promedio de edad era de trece años, ¡trece años! ¿Es que no se podía esperar para más?

Y como si todo el problema fuera un montón de niñas a jugar ser grandes, de alguna forma Holly les llamaba la atención. ¿Qué podía tener ella? No era alta, ni con una delgada figura. Tan solo era una chica de cabello negro enmarañado y ojos azules que le gustaba jugar futbol y «la traes» con insectos. Sin embargo, ahí estaban, un grupito de al menos cinco niñas que la invitaban a una pijamada para ver películas y hacerle el cambio extremo que necesitaba. «Ay no, los zombies quieren infectarme y hacerme una de ellos» se dijo Holly a sí misma.

Esa tarde ella asistió, porque la última palabra no la daba ella, sino su madre, quien mucho más emocionada se encargó de llevarla en el auto. Al principio se sintió fuera de lugar, pero luego salió la conversación de películas y series de televisión y en ese tema nadie le ganaba. Holly se la pasaba viendo de cuanta cosa, siempre y cuando fuera con Harry. Si alguno se adelantaba en un capítulo, o veía alguna serie solo, se le consideraba traición.

Holly se dio cuenta de que aquellas niñas no eran tan desagradables, y que podía sobrevivir más de un minuto sin Harry a su lado. Sin embargo, esa era una pequeña prueba de lo que las adversidades podrían separarle...

Entre amigos y otras cosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora