Bailemos, Tony

14K 1.4K 389
                                    

Tony miró el curita que Steve le había puesto en el dedo, tenía dibujitos de dinosaurios, y sonrió ampliamente. La cena ya estaba cocinándose, así que, por fin, estaba fuera de la cocina. Sentado en el porche del patio trasero de su casa, "cuidando" a sus sobrinos que iban y venían jugando con bengalas, miró como el sol comenzaba a ocultarse. Adentro, su tía seguía tejiendo; el tío Paul veía una película vieja de Navidad; Gregory y su padre hablaban de cosas de la empresa, como siempre; y su madre cuidaba el pavo que tanto trabajo le había costado. Steve... Steve llegó en ese momento. Tony escuchó sus pasos acercándose y después, le vio sentarse a su lado y tenderle la caja de donas, la caja prometida. Tony le sonrió y recibió su recompensa como un cachorrito.

—Eso parece divertido—dijo Steve señalando a los niños, que corrían con las chispas de colores dibujando formas raras en el aire.

—Deja que se quemen y verás—dijo y devoró una dona en un santiamén.

Steve rió y con ello atrajo la atención de los infantes, quienes se acercaron a la pareja.

—¿De verdad eres nuestro tío?—preguntó el niño, parecía ser el mayor; lo delataba su estatura. Steve asintió con una sonrisa.

—¿Tío Tony, tendrán bebés?—dijo con inocencia, la niña.

Tony dio un respingo y enrojeció, al mismo tiempo.

—¡¿De dónde sacas esas cosas?!

—Mamá dice que las personas casadas tienen hijos.

—Ah, pues Steve y yo aún no nos casamos.

—¿Y cuándo lo harán?

Steve sólo rió durante esa tanda de preguntas, y Tony no pudo evitar sentirse irritado al respecto. Malditos niños y sus malditas e inoportunas preguntas. Por suerte, lo salvó la campana, su teléfono móvil sonó en ese momento. Se puso de pie y tras ver que se trataba de Natasha se alejó unos pasos para contestar.

Tony, ¿me puedes decir qué pasó?

—¿Ya estás despierta? Porque tu galán me dio tu recado, eh.

Estaba medio dormida, Tony. Tú comprendes; siempre me contestas así por la mañana

—Al menos te contesto yo y no uno de mis acompañantes—refunfuñó y vio, mas no alcanzó a escuchar sobre qué, que sus sobrinos y Steve platicaban animadamente.

Bueno, ya... ¿qué sucede? ¿Qué es eso de que tu deseo de Navidad se cumplió?

—Así como lo escuchas, desperté y tenía bajo un árbol (que yo no puse) un rubio, musculoso y ojizarco regalo.

¡Imposible!

Tony negó, imposible no. Lo estaba viendo en ese momento, acuclillado frente a sus sobrinos, armando un espectáculo de fuegos artificiales. Y los enanos esos, parecían tan encantados con él, como su padre y madre, que hasta se le trepaban a la espalda con toda la confianza del mundo.

Tal vez, Santa de verdad existe, al menos, para los Grinch como tú—se burló la pelirroja del otro lado del teléfono—. ¿Y qué tal tu regalo? ¿Te gustó?

Tony levantó la vista. Un rayo de luz salió despedido hacia el cielo, junto con la risa fascinada de sus sobrinos. Pero él no vio las chipas de colores, sino a su "novio"  junto a los niños. Steve sintió su mirada y giró el rostro, cuando sus pupilas se encontraron, le sonrió y guiñó un ojo. Tony tragó saliva.

—¿Honestamente?

Por supuesto

—¿Y aquí entre nos? ¿Sin que se lo digas a nadie más?

Un Amor para NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora