A pesar de la vergüenza que se posa en mis mejillas, camino hasta el primer banco desplazándome por el lado del joven desconocido, tomo asiento mirando hacia adelante.
-Buenos días –escucho a mi espalda.
Me percato de que no he saludado. Giro levemente mi cabeza hasta poder tenerlo en mi campo de visión.
-Buenos días –pronuncio cortésmente.
Nos miramos unos segundos, el joven frota sus manos de una manera que resulta casi imperceptible.
- ¿Sería una falta de respeto si me sentara junto a usted?Su voz suena aterciopelada, bastante suave como para dejarse abrazar por ella.
Nuestras miradas se cruzan y un agradable escalofrío recorre mi espina dorsal, tengo que tragar saliva para responder correctamente.
-Creo...-me aclaro la garganta- creo que para pedir, lo menos que importa es el lugar que escoja para sentarse.
-Entonces permítame hacerle compañía... ¿Ha venido con alguien?
Dudo unos segundos en responder a la pregunta, pero al final opto por la verdad.
-No, no he venido acompañada.
Asiente esbozando una maravillosa sonrisa y por un nanosegundo creo haberme quedado sin aire. Me recupero inmediatamente reprendiéndome internamente por un comportamiento que no debería haberme nublado los sentidos. No, me repito torpemente, no es posible que estas sensaciones se hiciesen parte de mi cuerpo, debo estar aún afectada por el incidente con mi esposo, si, eso debe ser. El joven pasa por enfrente para sentarse a mi lado y percibo un sutil aroma que proviene de él, es embriagadoramente delicioso.
Respiro profundamente, cierro mis ojos y junto mis manos, saco cualquier pensamiento o sensación que no vendría al caso y comienzo a recitar lo que he dicho durante dos semanas en este mismo lugar. Creo que el peor castigo para una mujer en esta época es el de no poder concebir y que ocurran situaciones tan normales como el que te devuelvan a la familia.
Pido por el hombre que conocí antes de casarme, con un hombre detallista y apreciador, por un hombre, que a pesar de ser una de mis obligaciones el atenderlo, me dé las gracias. Por alguien que no me tome en un estado etílico aterradoramente elevado haciéndome pasar algún tipo de susto o riesgo innecesario. Y que en vez de insultos o elevarme la voz... me diga que me ama y que seré la única en su vida.
Al abrir los ojos todo se ve empañado y borroso, mis sollozos permanecen en mi garganta, mientras que mi dolor se hace sentir en cada parte de mi cuerpo, diviso un trozo de tela blanca frente a ellos y sigo el recorrido de los dedos que la sostienen. Mis ojos llegan hasta el rostro del hombre que sostiene el pañuelo, soy consciente de que hay lágrimas en mis mejillas. Pero ¿Qué me sucede hoy? ¿Cómo he podido ser así de descuidada? -Me reprendo.
-Por favor, acéptelo –su voz suena suave y comprensible.
-No debería.
Niego levemente con mi cabeza y elevo mi mano hacia mis ojos para limpiar las lágrimas, el joven es aún más rápido y envuelve mi muñeca entre sus dedos suavemente, sostenemos nuestras miradas mientras que el rubor comienza a colarse en mis mejillas, sus ojos son suaves, comprensibles y cálidos al igual que su sonrisa.
-Debe limpiarlas con algo más suave, no quiero que me malinterprete, pero tampoco quiero decir que sus manos no lo sean lo suficiente.
El rubor en mis mejillas se intensifica y siento el golpetear del corazón contra mi pecho, paso mi lengua por mi labio inferior para detener el reciente resecado en ellos. Llevo el suave pañuelo a mis ojos y las disipo con cuidado procurando secar cada perímetro por el cual hayan hecho su recorrido.
-Muchas gracias -Le tiendo su pañuelo.
-No -Niega con la cabeza –quédeselo.
-No es de mi propiedad, insisto en que lo reciba -Mi ceño se frunce levemente.
-Y yo insisto en que se lo quede.
Me siento indecisa, en sus labios se forma una sonrisa burlona ¿Por qué su sonrisa me parece hermosa? Y ¿Por qué siento que mi cuerpo tiembla? Por favor, esto no me puede estar sucediendo.
-Ya tengo que irme -Menciona.
-Pero...
Mis palabras quedan en el aire cuando se levanta, yo lo imito y lo único que veo es su pecho. Inclino mi cabeza hacia atrás para encontrar su rostro y el pasa por enfrente de mí para salir, lo pierdo de mi campo de visión, pero casi al instante siento la palma de su mano apoyarse en mi hombro descubierto, me vuelvo inmediatamente y él sonríe, mi pecho se contrae.
-Pero antes de irme, creo que debería decirle que no me gustaría ver a una joven realmente bella como usted llorar nuevamente. No merece derramar lágrimas, apostaría que al sonreír toda nube grisácea se espantaría por el resplandor de su sonrisa... por favor, hágame caso. No quiero ver nubes negras por mi vivienda ni que llueva antes de tiempo, o me veré obligado a buscarla y devolverle la sonrisa... creo que ya es hora de que me vaya, adiós.
Dicho esto se da media vuelta y camina hasta la salida, desapareciendo detrás de la puerta. Y yo me quedo inmóvil, sin poder articular palabra, pero ¿Qué?
De repente me doy cuenta de que mis pulmones claman por aire y respiro profundamente. Pestañeo para recobrar cada uno de mis sentidos perdidos momentáneamente y me giro hacia la salida, camino devuelta a la carreta, le aviso al cochero que iré al mercado por algunas frutas.

ESTÁS LEYENDO
¿El amor o la infidelidad?
RomanceSinopsis: Introduzcámonos juntos en una historia cargada de amor y cariño, una historia en la cual un hombre te hará enamorar. Viajemos a mil ochocientos sesenta y cinco, en la época que las mujeres usábamos largos atuendos y los hombres iban bien v...