Capítulo uno: Adentrándonos en mi vida.

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Debatirse entre un verdadero amor y el ser infiel, es tan difícil como contar las estrellas en el oscuro cielo estrellado. Vivir en una época en el que la mujer es el adorno de un hombre y que desde la dura e infeliz niñez le enseñen a ser la perfecta y respetable mujer que un adinerado hombre debe tener, no es una de las mejores sensaciones y gratificaciones que la vida puede traer, aún más si eres una mujer completamente romántica empedernida.

Me encuentro frente al espejo y veo a una mujer delgada, con una tez suavemente blanca y un cabello largo y lacio que cae rectamente hasta la cintura. Pongo el último adorno en mi cabello, un broche con forma de mariposa, sujetándolo en una media cola. Un vestido azul adorna mi cuerpo y miro por última vez mi reflejo, antes de salir de la habitación para encontrarme con mi esposo.

-Siento la tardanza, espero no haberlos retrasado mucho.

-¿Qué hacía? –me pregunta Francisco con cierta desaprobación.

Para mi madre, como siempre, pasa desapercibido.

-Solamente terminaba de arreglarme, creo que si salimos juntos, no debiese quedar atrás en el aspecto físico.

-Ya es bastante hermosa como para tratar de serlo aún más.

Mi madre nos mira con una sonrisa que ilumina sus ojos y yo me siento incomoda, sé que no lo dice de verdad, sé que sus palabras de afecto hacia mí son una absoluta mentira, aunque... me gustaría creer lo contrario.

-Gracias-musito.

-Vamos –posiciona su brazo en forma de gancho y yo descanso mi mano en él.

Caminamos en silencio hasta la carrosa y me ayuda a subir como el caballero que nunca pasa desapercibido a la vista de los demás.

-Iré al mercado –Su tono es gélido.

-Me gustaría ir contigo –digo con una amable sonrisa- por favor.

-Creo que tú deberías ir a la iglesia.

La frase que menciona mantiene una firmeza con la cual sé que no podre rechistar, cruzamos miradas un momento, la dureza que se ve en sus ojos me hace sentir desprotegida y un poco asustada. Cuando quiere ser intimidante, puede serlo y hasta a las personas más duras puede volverlo vulnerable.

-Sí, yo, yo estaré por allá, cuando termine iré al mercado.

-No, yo iré por ti.

Y eso es lo último que decimos antes de que se dé la vuelta y camine en dirección al mercado, yo me quedo en medio tratando de digerir de la mejor manera sus palabras. Respiro un par de veces y lentamente camino en dirección a la gran iglesia del pueblo.
Observo las perillas de oro puro y lentamente las giro, las puertas se abren produciendo un chirrido y me encuentro dentro, enfrente de una gran cruz de madera, que intimida más que aquellos portones de roble.

No hay nadie y es perfecto para comenzar mis oraciones.

Desde hace tres meses que estoy casada y desde hace dos semanas que he estado viniendo constantemente a rezar ¿El problema? No he podido concebir y por ese "inconveniente" han aparecido peleas frecuentes entre nosotros. Él ha amenazado con dejarme y no podría imaginar mi vida sin mi marido... además del rechazo público hacia mi familia, especialmente hacia mi persona, no lo soportaría.

Rezo mientras por mis mejillas comienzan a caer lágrimas de dolorosa angustia por lo sucedido, la verdad es un asunto que últimamente me tiene bastante angustiada.

Estoy por terminar y jurar que vendré mañana cuando escucho el chirrido de la pesada puerta.

Giro rápidamente, pero no hay nadie. Me estaban escuchando, no aparto mis ojos de la entrada ¿Qué acaba de ocurrir? ¿No le habrán enseñado a aquella persona que escabullirse en asuntos ajenos es de muy mala educación? Pero estaba tan ensimismada pidiendo que no me di cuenta de que se encontraban escuchándome.

Me levanto de los bancos de madera y aliso mi vestido, con la poca dignidad que me queda camino hacia la salida, sin antes dar miradas superficiales por el lugar, nadie se deja ver por la zona. Salgo mientras observo furtivamente el perímetro, confirmo mi pesar, absolutamente nadie que pudiese estar espiando.
Se me pone la piel de gallina y trato de tranquilizarme, quizá no escucho mucho y me dio privacidad para terminar con mi pedido. Suspiro, sumida en mis pensamientos camino rumbo al mercado frustrada por la situación que nos invade como pareja a Francisco y a mí.

Levanto la mirada luego de recorrer todo el trayecto con la vista en el suelo y observo a mi marido desde lejos. Una sonrisa tan brillante como la luna en una noche oscura se dibuja en su rostro mientras habla con una bella mujer comerciante de frutas, pero ¿Qué? Mi garganta se seca y mi cuerpo se queda inmóvil observando desde lejos aquella escena, ella sonríe coquetamente y yo sé que a Francisco le gusta porque sonríe aún más.

Un escalofrío recorre mi cuerpo y mis ojos empiezan a escocer por las lágrimas retenidas, solo quiero que me mire y sonría de esa manera a mí ¡Yo soy su esposa, su mujer! A pesar del temblor en mi cuerpo, respiro profundamente y sonrió forzadamente, tratando de parecer tranquila. Trato de borrar la decepción de mis sentimientos momentáneos mientras camino mordiendo mi labio nerviosamente, él se vuelve y cruzamos miradas, la sonrisa tan brillante que adornaba su rostro se deforma para dar paso a una mueca reprochadora. Nuevamente observo el suelo al caminar por un segundo, antes de enderezar mi cabeza y ver como se acerca a grandes zancadas, el nerviosismo viaja desde mis pies hasta mi cráneo.

me asusto cuando presiona fuerte y dolorosamente mi antebrazo, no puedo evitar quejarme, luego me suelta bruscamente.

-Te dije que yo iba a pasar por ti –Menciona severamente.

-Lo sé, pero había alguien mirando, me asuste y no pude evitar venir a buscarte.

-Si no quieres seguir yendo deberías decirlo, no debes inventar excusas.

-No lo son.

¿El amor o la infidelidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora