Capítulo seis: Golpes y adiós momentáneo.

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Entro a la iglesia y lo veo sentado en el primer asiento, sonrió inconscientemente y comienzo a caminar hacia él, Antonio se da media vuelta y no hay expresión en su rostro, eso hace que se borre mi sonrisa al instante. Sigo mi camino y me siento a su lado.

-Ayer te fuiste muy mal... estaba preocupado y si le soy sincero no pude dormir en toda la noche.

-Yo tampoco.

Nos miramos y él suspira.

- ¿No me contaras lo que paso ayer?

-No... ¿Podemos tutearnos?

Él me mira y se dibuja una sonrisa en sus labios, lo mismo pasa con los míos.

-Lo hago desde ayer... desde que te desmayaste ¿Molesta que la tutee?

-No, me siento más cómoda de esa manera, no veo por qué tengamos que tratarnos como si fuéramos personas mayores.

- ¿Cuántos años tienes? –Dice mirándome a los ojos.

-Veintiuno... en unos meses cumplo mis veintidós.

-Me parecía... creo que tenía que esperar un poco más para casarse, es muy joven.

-Si una no se casa joven, luego no la van a querer.

-Eso es mentira, yo la hubiese querido.

Lo observo sorprendida mientras me sonrojo y él solo sonríe.

-Y tú –Menciono titubeando- ¿Cuántos años tienes?

-¿Cuántos años crees que tengo?

Lo miro un momento, pero la vergüenza me gana y tengo que desviar la mirada, parece joven, pero no podría adivinar con exactitud.

-¿Veinti... veintitrés?

El niega y espera a que siga.

-Veintidós –Esta vez sueno segura.

-No.

-¿No? –Respondo sorprendida –Veinticuatro.

-Veinticinco.

La verdad es que parecía más joven, la sorpresa se instala en mi rostro.

-No parecías tan viejo.

-No estoy viejo –Protesta mientras sonríe.

-¡Claro que sí! Incluso, apostaría que en dos años más tendrías que usar un bastón y un monóculo.

Él comienza a reír y yo junto a él, cuando la risa cesa me queda mirando.

-¿Es mal visto que ahora este contigo en vez de en mi casa?

-No estamos haciendo nada malo ¿O sí?

Me quedo pensando unos segundos.

-Creo que no –Contesto tranquila.

-Entonces no tienes nada por lo que temer... ¿Estás bien?

-Creo que ahora sí.

-Me alegro... ¿Te molestaron mis cartas?

-En lo absoluto... incluso, me subieron bastante el ánimo.

-Es lo que me gusta provocar en ti... no me gusta verte llorar, creo que una mujer se ve más hermosa cuando tiene una sonrisa en los labios que lágrimas en las mejillas.

Bajo mi cabeza mientras una pequeña sonrisa se cuela en mis labios, coloco una de mis manos por sobre mi boca para disimularla.

-¿No estas acostumbrada a los halagos?

Niego lentamente con la cabeza y mis dedos comienzan a juguetear entre ellos.

-¿Hace cuánto que está casada?

-Cuatro meses... ¡Claro! Que dicen que el primer año es el más difícil, así que si no tengo problemas graves con el antes de que termine el año los otros serán más agradables.

-Es lo que dicen ¿A qué hora tiene que volver?

-Me iré en unos minutos más, la verdad es que a veces estar en mi casa me sofoca.

-¿Muchas reglas? –Pregunta curioso.

Me siento en el banco un poco más cómoda.

-No cuento mi vida... soy un poco reservada, pero haré una excepción –Lo miro esperando su respuesta, el asiente para que siga- cuando tenía cinco años me alejaron de mis padres para internarme en una escuela de señoritas... allí enseñaban a cocinar, a limpiar, a obedecer, a saber caminar con elegancia, hablar, tejer y todas las cosas que debemos saber, si no lo hacíamos bien nos pegaban con una varilla de membrillo y dolía –rió nerviosamente- hace un año que volví a mi casa... fue un cambio que agradecí mucho, no quería estar más en ese lugar.

-¿Pensaste en escapar? –Pregunta absorto en el tema.

-Sabía que no lo lograría, aunque incontables veces lo pensara.

-¿Por qué te mandaron a ese lugar?

-Porque soy de la alta élite y mis padres querían tener una hija que lo demostrara... a veces me olvido de lo que aprendí, porque me parece innecesario.

-¿Estuviste quince años alejado de tus padres para que fueras una "mujer perfecta"?

-Si lo vemos objetivamente... sí, así fue.

-¿Qué te produce eso?

-Pena... no logre ser lo que ellos querían que fuera y siento que en algún momento de la vida los decepcionare.

-No eres un proyecto al cual tenían que moldear, me parece horrible lo que cuentas, debes sentirte orgullosa por lo que has soportado.

-Todo lo contrario, no debería sentir orgullo por cosas que debería saber.

Él me mira, sus ojos dan paso a la incredulidad y por su expresión, intuyo, que no sabe qué decir, me arrepiento de haber contado eso.

-Me molesta que hables así –Se deja escuchar de repente.

Me sorprendo de sus palabras y comienzo a sentirme incomoda.

-Lo siento, no quería que te molestaras.

-Me molesta la situación en general ¿Por qué te sientes tan poca cosa? Al escucharte hablar, es como si estuviera hablando con alguien que no tiene pensamientos propios y solo se deja llevar por lo que dictan los demas... quiero hablar con una Andrea que me haga saber las cosas que ella piensa –Recalca el ella.

-Serian palabras sin sentido... no tendrías por qué escucharlas.

-Quizás tú lo veas de esa manera, pero a mí me interesa saber lo que tú piensas, no lo que tu creas que deberías pensar.

-No sé por qué piensas diferente a la mayoría de los hombres –Comento incomoda.

-Mira Andrea, tu sabes que tengo una hermana y que también tengo una mamá, las dos por motivo obvio son mujeres y toda mi vida he vivido aterrado de que a mi hermana le tocara una basura de hombre... no quiero ni pensar que un día llegara llorando a mi casa y me comente que se atrevió a golpearla o a agredirla, me gusta que tengan voz y voto... me gustan que sean como en realidad son y que no tengan que aparentar.

-Así tiene que ser –Contesto exasperada.

-No, no tiene que ser así ¿Qué seriamos nosotros sin ustedes?

-Lo mismo que son ahora.

-La mayoría no podría valerse por sí mismo... es desconcertante que no lo sepas.

-¿Podemos dejar de hablar de eso? Me exaspera hablar cosas sin importancia.

Abre la boca para decir algo, pero la cierra inmediatamente y sé que está molesto, no quería causar esto, en verdad que no quería.

-Te juro que no era mi intención que esto terminara así.

-La mía tampoco –Contesta irritado.

Trato de calmarme, no quiero parecer débil frente a él. Comienzo a morderme las uñas despacio para tratar de distraerme.

-¿Hay algún sueño que te gustaría realizar?

-¿Qué? –Respondo sorprendida por el cambio brusco de tema.

-Un sueño que quieras realizar o algo que te gustaría hacer.

-Hay muchas cosas, mmm... siempre me ha gustado la idea de hacer un picnic a mitad del bosque –comento riendo –o montar a caballo, pero una pierna a cada lado... también siempre me ha gustado la idea de -Inhalo profundamente- de escribir poesía sin ser criticada.

Me queda mirando y yo me avergüenzo, no tenía por qué decir eso. Miro hacia otra parte y permanezco en silencio, creyendo que si no lo veo, él no lo hará conmigo.

-Un picnic a mitad del bosque, montar a caballo como un macho recio y escribir poesía libremente.

-Si –confirmo riéndome-, pero son cosas sin importancias, algo que me causa curiosidad es saber que se siente usar pantalones.

-Creo que son... ¿cómodos? –Responde riéndose.

-Es verdad, siempre he tenido esa curiosidad, tener tantos "adornos" en el cuerpo, no es muy cómodo.

-¿No? –Arquea las cejas.

-En lo absoluto, el corsé tiene que estar lo más apretado posible, la rejilla que se pone debajo del vestido muchas veces se incrusta en las caderas y las deja enrojecidas o con algunos moretones, es difícil sentarse y al levantarse hay que mantener un cierto equilibrio, pero admito que los vestidos son muy bonitos y hay mucha variedad.

-Suena como un martirio usar ropa femenina.

-Un poco –Confieso con una sonrisa- y ¿Cuáles son los suyos?

-¿Qué?

-Sus sueños ¿Cuáles son? Me parecería injusto que me preguntara y no contestaras ahora a mi parte curiosa.

-Un amor correspondido.

Lo quedo mirando y me arrepiento de haber preguntado, no sé qué decir.

-No te sientas mal, no pongas esa cara, te explicare, hace tres años creí conocer a la mujer ideal para mí, ella era alta, su cabello era largo y castaño, sus ojos eran de un verde que encantaban y su sonrisa era maravillosa... yo me enamore –se queda en silencio algunos largos segundos.

-Si no quieres seguir hablando de eso, por favor no lo hagas.

-Pensé que ella también estaba enamorada de mí, pero no fue así. Siempre le dije que todo lo que le podía dar, era amor. El final de esta historia es que ella conoció a alguien mejor que yo y se fue con el... ese hombre podía ofrecerle más cosas en el ámbito material y creo que sentimental... creí que moriría, estuve varios días bebiendo y no sabía qué hacer con mi vida, hasta que mi hermana llego, me saco de la casa y me golpeo gritándome que reaccionara... lloro frente a mí y me suplico que me detuviese, que cambiara mi comportamiento, que no era el fin del mundo y que verme así le hacía daño. Sus palabras fueron fuertes y su expresión me hizo daño, pero hizo que me diese cuenta de que quería lo mejor para mí y que estaba preocupada... desde ese día que le tengo miedo a enamorarme, no soy un hombre que tenga mucho que ofrecer, pero si quiero a una persona... no dude que lo daré todo.

Lo observo en silencio y se me encoge el corazón, tengo el impulso de abrazarlo y lo hago, mis ojos comienzan a lagrimear y sé que si hablo mi voz sonara temblorosa.

-Creo que esa mujer perdió a un gran hombre... creo, creo que cometió un gran error al no valorarlo, no dude que muchas mujeres quisieran tener a un hombre como usted a su lado.

-En este momento solo quiero a una sola.

-Y yo espero que le corresponda de la manera en que usted la quiere.

-Difícil –murmura a mi oído.

Me apoyo en su hombro mientras lo abrazo.

-Me haces acordar mucho a mi hermano, tienen muchas cosas en común, me agrada bastante eso.

-Y tú tienes muchas cosas que veo en mi hermana.

-¿Cómo que cosa? –me separo de él y lo miro curiosa.

-Tienen una sonrisa similar, una sonrisa la cual haría sonreír a cualquiera, tienen una vitalidad palpable, creo pensar que las dos prefieren ver el lado positivo de las cosas y que no les gusta la oscuridad... me parece que tú eres de esas personas que a altas horas de la mañana ya está abriendo las cortinas mientras saluda ruidosamente a todo el mundo.

-Tiene que entrar luz a la habitación y cada día hay que verlo como el ultimo –Contesto sonriendo.

-¿Cuáles son los parecidos con su hermano?

-Los dos quieren a sus hermanas y estoy seguro que si necesitasen dar la vida por ellas... lo harían. Son de ideas muy concretas y saben escuchar a las personas, les gusta ayudar en lo que puedan y creo que valoran las cosas que alguien hace para ustedes, además –sus ojos me hipnotizan y no puedo continuar hablando- además... olvídelo.

-Quiero saber lo último –dice mirándome con un brillo en sus ojos.

-Es, es algo estúpido, perdón –me corrijo- es algo que no vale la pena.

-Una señorita mencionando malas palabras, eso no se ve todo los días –Menciona de forma acusatoria.

-¡Me retracte! Eso cuenta.

-Mandare una carta a la escuela de señoritas –Comenta burlón.

-Es muy pesado, pero le agradezco haberme escuchado y, y sacarme por un momento de mi casa.

-No me digas que ya te vas.

-Tengo que hacerlo –Sueno decepcionada.

-¿Nos podríamos ver mañana? ¿Aquí mismo?... en verdad me agrada estar contigo.

-Eres el primer amigo que tengo- Me quedo pensando un momento- ... mañana vendré.

-Entonces te esperare.

Asiento mientras me levanto y aliso mi vestido, Antonio me queda mirando y yo a él, se acerca y besa mi mejilla, me mira con una sonrisa

-Entonces hasta mañana.

-Hasta mañana.

Antes de irme nos quedamos mirando unos segundos, me doy la media vuelta y camino hasta la salida con una sonrisa que me deja abstraída del mundo.

Todo los días nos encontramos en ese lugar a conversar sobre nuestra vida cotidiana o cosas triviales, su compañía me hace olvidar por un momento los problemas que se encierran entre las paredes de mi habitación.

Con Francisco se repiten los actos que se han vuelto cotidianos, su preferencia por el alcohol en las noches, sus escapadas a los burdeles, el uso de la fuerza innecesaria contra mí, su manía por "esconderme", el cuello de sus camisas manchados con carmín... los abusos por las noches y una larga lista de cosas las cuales soporto pacientemente teniendo la esperanza que solo es una etapa.

Con Antonio... es algo distinto. Somos amigos y me agrada su compañía, me hace sentir que le importo y cuando estoy con él, todo se convierte en risas y momentos agradables. Es un hombre maravilloso y guapo, sería el sueño de cualquier mujer.

-Tengo una propuesta que hacerte –Me dice luego de cinco semanas viéndonos.

-¿Qué es?

-No puedo decirte en concreto, solo puedo decir que necesito que me acompañes, todavía es temprano y si nos apresuramos llegaremos a tiempo para que vayas a tu casa.

-No sé, no es bueno que salgamos de aquí.

-Es solo un momento... sé que te va a gustar.

Lo quedo mirando y el a mí.

-Antonio, no sé si...

-¿Por favor? Sé que no podría hacerte una invitación tan suntuosa, pero esto es algo que ya tengo preparado, sería una falta de respeto que no aceptaras mi invitación.

-¿Estas apelando a mis sentimientos para que me sienta culpable y vaya contigo? ¿Cierto?

-Si –Afirma serio.

-Pues, funciona.

Nos quedamos mirando y sonreímos juntos.

-No puede ser mucho tiempo.

-Lo sé... ¿Vienes conmigo?

Pienso unos segundos, pero al final me decido y asiento. Él vuelve a sonreír y me toma la mano, comienza a caminar hacia la salida, yo alejo la mía antes de salir, él se da vuelta para mirarme y yo niego con la cabeza.

-No está bien que nos tomemos de la mano y menos cuando vamos a salir de aquí, alguien podría vernos y ya corro un riesgo al aceptar su invitación y no irme a casa –me explico.

Él me mira unos segundos y asiente dándome la razón.

-Lo siento, sígueme.

Lo sigo a una distancia prudente, llegamos hasta su caballo y me ayuda a subir como la primera vez. Comienza a galopar a un ritmo tranquilo y a pesar de que trato de saber dónde me lleva, él no me dice. Luego de unos minutos a caballo, salimos del camino de tierra y nos metemos por el medio del bosque.

-Antonio ¿Dónde vamos? –Digo extrañada.

-No hay peligro, lo puedo asegurar.

Aunque tengo dudas, me quedo en silencio y espero hasta que lleguemos, luego de ir minutos por entre los arboles llegamos a un perímetro que se asemeja a un circulo, está libre de árboles y en medio hay una casa de madera. Antonio se baja del caballo y me ayuda a bajar, me queda mirando y yo no sé qué decir.

-Esta es mi casa, pero no iremos allá, ven.

Toma mi mano y yo me dejo guiar por él, pasamos por el lado de su casa y caminamos hasta perdernos nuevamente en el bosque, llegamos a un lugar en el que hay una manta cuadrille tirada en el suelo y encima varias canastas encima.

-¿Qué es esto? –Pregunto incrédula.

-Un picnic y de paso... almorzaremos juntos.

Lo quedo mirando y no puedo evitar reír.

-¿Un picnic?

-Una de las pocas que puedo hacer por ti... y un sueño menos en tu lista por cumplir... no entiendo como no has hecho algo tan simple.

-No se vería bien que una señorita se siente en el suelo a comer... gracias, el lugar es hermoso –Comento observando mi alrededor.

-Me alegro, por favor siéntate.

Camino hasta la manta y logro sentarme.

-Espero que te guste la comida.

-¿Quién la preparo?

-Yo, una vez te dije que me gustaba cocinar.

-Me acuerdo... habrá que evaluar.

-Estoy de acuerdo.

No puedo ser indiferente a su talento culinario y se lo hago saber, por su expresión es algo que esperaba y no puedo evitar llamarlo engreído, comemos entre risas y diálogos. No puedo dejar de sentir su calidez humana, lo interesante de estar con él, es que puedo ser yo misma. Con Antonio se me olvidan la mayoría de lo aprendido en esa cárcel en la que me mantuvieron quince años... sin duda haberlo conocido fue una grata sorpresa en mi vida.

-Ya se acerca el otoño –Comenta Antonio.

-Sí, es una de mis épocas favoritas... no hace mucho calor como el verano y tampoco tanto frio como el invierno.

-Hubiese apostado por la primavera.

-¿Por qué?

-No sé... la belleza de las flores es comparable con la suya, las rosas o los claveles.

-Las rosas son mis flores favoritas.

-Hay distintos colores, el rojo, rosa, blancas, amarillas, azules, violetas.

-Y cada una con un significado –completo- las rojas son mis favoritas, simbolizan el amor y el respeto... siempre soñé con un amor de libros, si me pillaran leyendo ese tipo de literatura, tendría varios problemas.

-No sé por qué te privan de tantas cosas.

-Cosas que pasan, además una mujer se vuelve muy soñadora ¿Cuál es tu rosa favorita?

-Las blancas, demuestran la inocencia y pureza de una mujer, además de una relación larga y sin malas intenciones. Si tuviese que regalarte algún ramo de rosas, sin duda seria de color rosa... agradecimiento por aparecer en mi vida, admiración por tu personalidad y... y ser tu conmigo, aprecio y cariño porque es lo que siento por ti... sin duda ese color describe mis sentimientos por ti, aunque pondría algunas rojas.

Lo miro sonriente y dos motitas rosas aparecen en mis mejillas.

-Es muy fácil hablar contigo... también me alegra haberte conocido, por primera vez en mi vida siento que puedo hablar con alguien tan libremente. Nunca tuve amigas o amigos, solo personas que me escuchaban para luego hablar las cosas que contaba, desde ahí que me he vuelto reservada, pero siento que en ti puedo confiar y eso es, es desconcertante.

-¿Desconcertante? –Frunce el ceño.

-¡Sí! ¿Quién diría que terminaría hablando con un hombre de mi vida en vez de una mujer? Además, es raro que, que estando con un hombre, tenga amistad con otro –Termino arrastrando mis palabras.

-Eres fascinante y tengo la suerte de conocerte.

-Tu eres el fascinante entre nosotros dos, sabes cocinar, hacer muebles o cosas de madera, sabes sobre las flores, tienes una bonita caligrafía, eres caballero, eres –me queda mirando y yo no puedo seguir nombrando sus cualidades-... lo único que sé es que la mujer que tenga el privilegio de ser tu esposa será muy feliz.

-Puede ser, lo triste es que esa mujer ya está en pareja y no creo encontrar a alguien como ella.

Nos quedamos mirando y una corriente eléctrica recorre mi espalda, en sus ojos hay un brillo de decepción.

-Me encantaría decirle cuanto la quiero, me encantaría llenarla de detalles que sé que le encantaría recibir, me gustaría ver que comparta las cosas que escribe conmigo, me gustaría enseñarle cosas que no ha descubierto, la llenaría de halagos y me encantaría verla sonreír como lo hace, siento que cuando tengo el agrado de verla, todos sus problemas se van por un momento y me alegra ser la persona que tiene el agrado de ver su sonrisa... a pesar de que ya tengas un hombre en tu vida, no dudes en que yo estaré ahí para ti.

Lo quedo mirando y se me seca la garganta, sus ojos son abrazadores y no puedo evitar comparar a Francisco con él, son tan diferentes en la manera de ser, con Antonio puedo hablar lo que piense sin ser criticada ni regañada, siempre y cuando hable lo que yo piense y con Francisco todo lo que hago está mal o lo ofende de alguna manera. Francisco no me abraza, no me alaga, no me... aprecia.

-Sigo pensando en la suerte que tendrá la mujer que lo tenga como esposo –Susurro.

No puedo evitar la cercanía que hay entre nosotros, la atracción es inevitable. Su rostro esta tan cerca del mío, pero sin poder evitarlo me pierdo en sus ojos. La cercanía de su rostro me abstrae de lo demás, no puedo evitar mirar sus labios perfectamente esculpidos y mi corazón golpetea con fuerza mi pecho, la corriente eléctrica se propaga por todo mi cuerpo y es por esa razón que me doy cuenta de lo que estoy por hacer. Pestañeo rápidamente mientras me hago para atrás, lo quedo mirando horrorizada por la locura que podría haber cometido.

-Lo siento – Digo todavía abstraída.

Trato de levantarme, pero las piernas me tiritan así que me tambaleo un poco.

-Discúlpame a mí, no tenía que haber, no tenía que ser impulsivo.

Mi corazón sigue golpeteando contra mi pecho y mis mejillas se encienden, me falta el aire y me siento confundida ¿Qué hora es? ¡Ya tendría que estar en casa!

-Me –aclaro me garganta- me tengo que ir, ya es muy tarde.

-Sí, claro.

Se pone de pie y comienza a caminar, yo lo sigo desde atrás con un cosquilleo en el estómago y las mejillas calientes. Antes de montar el caballo respiro profundo y trato de disimular el cosquilleo que siento al momento en que Antonio me ayuda a subir. El resto del camino nos vamos en silencio, un malestar se asienta en mi estómago y me siento traicionera a pesar de que no pasó nada. Antonio de vez en cuando hace preguntas y yo le respondo con monosílabos o frases cortas, no me veo en la capacidad de hablar. Me bajo a unos cuantos metros de mi casa y me quedo mirando los zapatos.

-Reitero mis disculpas –murmura- sé que no estuvo bien, pero no quiero que trate de evadirme, me siento tan a gusto viéndola todos los días que si eso dejara de ocurrir... volvería a lo rutinario, me ha sacado de una rutina monótona y cansadora.

-Tampoco me gustaría dejar de verlo, me siento muy a gusto Antonio.

-Entonces no hay que dejar de hacerlo, no volverá a ocurrir, no quiero que por un error de mi parte toda la confianza que hemos ido creando estas semanas se esfume, no sabes lo importante que has llegado a ser en mi vida.

-Tu tampoco sabes lo bueno que ha sido para mí conocerte –Digo mirándolo a los ojos- no sabes cuánto espero que la noche se esfume y llegue el amanecer para venir y verte, poder conversar y desahogarme... no sabes lo importante que ha sido para mí tener a alguien que no le importa cuánto hable... siempre me va a escuchar y me animas a pensar por mí misma, no te enfada que te diga los sueños y las fantasías que me gustaría cumplir en mi vida y no me regañas o te avergüenzas si hago algo que no debería hacer como reírme a un volumen elevado o sentarme curvando la espalda –termino riéndome forzadamente por mi garganta apretada-no quiero perderte como amigo, Antonio. No quiero hacerte daño tampoco, no quiero que ninguno de los dos salga lastimado –digo con los ojos llenos de lágrimas- no soportaría herir a alguien tan bueno como tú, tu no lo mereces ni yo tampoco.

Agacho la cabeza ocultando las lágrimas que salen de mis ojos, me siento afligida por la situación.

-Tratemos de olvidar lo que paso hoy, quédate con lo bonito. Para mí fue un placer almorzar contigo y fue divertido, como todo los días.

-Para mí también, muchas gracias por darte el tiempo para preparar todo eso, no pensé que te tomarías la molestia de hacer algo así.

-No lo fue... ¿Nos volveremos a ver mañana?

Yo levanto mi cabeza para mirarlo y sus ojos se agrandan, busca en los bolsillos de sus pantalones y saca un pañuelo blanco, limpia cuidadosamente mi rostro y luego lo guarda.

-Este fue el que dejaste tirado en la iglesia hace algunas semanas.

Lo miro y sonrió, todavía no conocía ni una mínima parte de lo que es el hombre que está parado enfrente.

-Hasta mañana, muchas gracias por lo de hoy.

-Hasta mañana.

Duda un momento antes de abrazarme, su olor inunda mis pulmones de un aroma embriagador, se agacha unos centímetros para besar mi mejilla y arregla unos mechones de mi cabello antes de subir a su caballo y desaparecer de mi vista.

Entro a mi casa y no veo a nadie, subo a la habitación antes de que alguien me vea, al abrir la puerta veo a Francisco sentado en la cama mirando hacia mi dirección, quedo paralizada al ver cosas rotas en el suelo y los muebles abiertos salvajemente.

-Entra –Su voz suena fría y demandante.

No está jugando y eso me asusta.

-Entra ahora mismo –Marca cada palabra de manera escalofriante.

Doy pasos titubeantes hasta estar en mi habitación

-Cierra la puerta.

Sin girarme la cierro y nos quedamos mirando, sus ojos son fríos y su mandíbula se encuentra apretada ¡Ay Dios! Molesto es una palabra insignificante para el estado en el que se encuentra. Se pone de pie y se acerca a mí, hay algo en su mano derecha que no alcanzo a ver.

-¿Dónde estabas? –En su voz hay una advertencia.

-En la iglesia.

-¿Dónde estabas? –Repite y marca cada palabra.

-En la iglesia y luego fui a la casa del señor Saavedra, me invito a almorzar.

-Andrea ¿Dónde mierda estabas?

Su voz es espeluznante, cada vez se acerca más y su respiración es pesada, me asusta con cada paso que da hacia mí.

-Francisco...

-¡¿Quiero que me digas en este preciso momento en dónde estabas?! –Grita alterado.

-En la iglesia y luego en la casa del señor Saavedra.

De lo único que logro ser consiente es de su mano enganchada en mi cabello y tironea de el para que lo mire a la cara.

-¿Dónde y con quién estabas? Si no me lo dices ahora, esto va a terminar muy mal Andrea –es una amenaza palpable.

-¿De qué hablas? –Mi voz suena temblorosa y mis ojos lagrimean.

-¿Qué significa esto?

Eleva su mano y veo unos papeles, pero no logro verlos con claridad.

-¿Qué cosa?

Tira los sobres a la cama y camina tironeando de mi pelo hasta llegar al lado de esta.

-Por favor, suéltame –Le suplico.

Con fuerza me tira del cabello y caigo en medio de las sabanas y frazadas.

-¡¿Qué significan esas cartas?! ¡¿Con quién mierda estabas Andrea?!

-No he hecho nada malo –Digo en defensa propia mientras sin poder evitarlo comienzo a llorar.

-¿No? –Vuelve a agarrarme del pelo y hace que lo mire- me mientes en mi cara -Dice con la mandíbula apretada.

-Francisco, no he hecho nada –Chillo asustada.

-¡Mentirosa! ¡Infiel! –Me da una cachetada- me das asco, repulsión.

-Francisco –Menciono su nombre suplicante para que se apiade y no me golpee más.

-¿Hasta cuándo creías que seguirías con esa mentira? ¡¿Creías que sería tan estúpido como para no enterarme que mi esposa me es infiel?!

-¡No lo soy! –Chillo en mi defensa.

-¡Cállate! –Me vuelve a golpear- ¡Nunca lo pensé de ti! ¡Me das tanto asco!

-¡Te juro que no he hecho nada! Francisco, no hice nada –Apenas puedo hablar.

-No puedo creer que seas una ramera más del montón, que decepción la que se llevaran tus padres.

-No hice nada, esas cartas las recibí y sabía que si te las mostraba reaccionarias así, no hay nadie más –Hablo entrecortadamente –Francisco, no he hecho nada.

Vuelve a tomarme del cabello y me mira detenidamente.

-Eres una puta más del montón... no pensé que harías algo así ¡Y no te atrevas a mentirme en mi cara! -Vuelve a golpearme.

-¡Yo no soy la que se anda besuqueando afuera de la iglesia con alguien más! ¡Te vi Francisco, yo te vi!

Y eso desata la furia de mi marido, me calla a golpes, soy incapaz de respirar y a pesar de las incesantes suplicas que logre decir entre golpes, no se detuvo.

-Te juro que no hice nada –Digo cuando termina de propinarme sus puñetazos.

-No puedo creer que me sigas mintiendo con la evidencia frente a tus ojos –Suena agitado.

-Yo no he besado a nadie más que tú, yo no estoy con nadie más que no sea mi esposo, Francisco, yo no estoy con nadie más que no seas tú –Me defiendo entre llanto y temblores por parte de mi cuerpo –por favor, créeme.

-Eres una ramera.

Luego de esa última frase sale de la habitación dando un portazo, yo no me puedo mover, los puñetazos que vinieron de su parte me dejan inmóvil, apenas puedo respirar y mi rostro se siente adormecido, no puedo callar mis sollozos y me siento mareada. Puedo ver entre lágrimas las cartas que he recibido por parte de Antonio, a pesar de querer tomarlas y romperlas no puedo moverme, mis extremidades me duelen y no puedo hacer nada más que quedarme acostada ahí, tan adormecida me siento, que no puedo evitar caer en un sueño en medio del dolor y el llanto.

Francisco no me habla y eso me duele, no alcance a hacer nada de lo que debiera arrepentirme, ni siquiera bese a Antonio para aceptar esas crudas acusaciones, al salir de la carreta Francisco me toma del antebrazo y me atrae con una fuerza bruta hacia él.

-Tres minutos te doy aquí, cuando termines te quiero afuera ¿Entendiste?

Asiento al instante y tira mi brazo, camino rápido hasta la iglesia, al entrar me refugio y veo a Antonio en el primer asiento, se da la vuelta y yo me quedo en mi lugar, frunce el ceño y camina hacia mí.

-Andrea –me mira incrédulo.

-Gracias –Digo con voz temblorosa- gracias por hacer unas semanas de mi vida un poco más interesantes, gracias por sacarme varias sonrisas, gracias por haber sido mi amigo.

-Andrea ¿Qué pasa?

Pone su mano suavemente en mi mentón y tira suavemente hacia arriba, sus ojos se abren sorprendido y me mira horrorizado.

-Fue muy bonito haberte conocido, Antonio, pero es mejor y muy conveniente que no nos volvamos a ver.

Mis ojos se llenan de lágrimas y no puedo evitar que no corran por mis mejillas, mi pecho se encuentra muy apretado.

-¿Qué te paso en la cara? ¿Te golpeo?

-Antonio... el que nos veamos no es correcto, la gente nos puede ver y no quiero tener problemas con mi esposo, tengo que tenerle un cierto respeto y no lo he estado haciendo, es mejor que no nos veamos nunca más.

Y con esas palabras mi corazón se rasga en varios pedacitos.

-Andrea ¿Se atrevió a golpearte?

-Ayer hable con Francisco y estamos mejor que nunca, yo lo amo y el me ama, no hay golpes de por medio. Ayer iba entrando a mi casa y me resbale con uno de los pliegues de vestido, mi labio se rompió... no puedo entender tu afán de verlo como un monstruo.

-No entiendo por qué haces esto ¿Fue por lo de ayer? te dije que no se repetiría y tú me dijiste que no querías perder mi amistad ¿Por qué estás haciendo esto? Y me atrevo a pensar de esa manera porque se cómo te trata.

-No quiero que lo menciones, él no hizo esto.

-Es muy reconocible un puñetazo en el rostro, Andrea.

-Mi padre encontró las cartas que enviaste y solamente hizo lo que tenía que hacer, castigarme.

-No sé por qué, pero no puedo evitar sentir que me estas mintiendo.

-No tienes por qué creerlo, solo venía a darte las gracias por ser mi amigo, mi primer amigo.

Por dentro me siento como se desgarra cada parte de mi alma y como cada vez me cuesta hablar.

-¿Esto significa que nunca más volveré a verte?

Asiento, soy incapaz de hablar.

Él me toma cuidadosamente del brazo y me abraza, soy incapaz de aguantar más mi llanto y el trata de consolarme.

-Lamento haber olvidado quien era y hacer que esto terminara así, lo mejor era no empezar ni un tipo de relación.

-Yo de lo único que me arrepiento es de haber provocado que te golpearan, todo lo demás lo agradezco, no me hubiera importado haber sido yo quien recibiera esos golpes Andrea, no sabes cuánto me duele verte así... ver que eres obligada a cortar una relación que ni siquiera llego a ser amorosa ¿Tú quieres dejar de saber de mí?

Solamente niego con la cabeza.

-No es necesario vernos para saber de nosotros, puedes escribirme y dejar la carta debajo de la mesa, el mantel la tapara y si quieres saber de mí solo tienes que decirlo para escribirte, luego de leerla solo tienes que volver a dejarla en el mismo sitio para que no corras el riesgo de que las vean... no quiero alejarme de ti Andrea, no puedo alejarme.

Me separo de él y lo quedo mirando.

-Gracias –Murmuro.

Él me queda mirando y saca su característico pañuelo, se acerca para limpiar mi rostro, pero yo me alejo, tomo el trozo de tela de sus dedos y lo paso por mi rostro, luego vuelvo a entregárselo.

-Muchas gracias por aparecer en mi vida... mi esposo está fuera, por favor no salgas hasta dentro de un momento.

Dicho esto me doy media vuelta y salgo del lugar, veo a Francisco a unos cuantos metros y camino lo más rápido que puedo hacia él. Me queda mirando con repulsión y yo no puedo decir nada, han sido muchas emociones en tan poco tiempo.

-Vamos –toma mi brazo bruscamente y se dirige a la carreta.

Al subirme doy una última mirada hacia la iglesia y veo a Antonio salir, mira hacia todos lados y parece confundido. Sé que no volveré a verlo más y no puedo evitar que un dolor desgarrador se asiente en mi corazón. Lo único que puedo hacer es agradecer mentalmente su compañía y comprensión.

Escrito por: Pepa-shy.

Hola, pequeños y grandes lectores! Solamente les diré que no saben lo feliz que me hace publicar este capítulo, tengan buena semana, se me cuidan y nos leemos muy pronto! 

Se despide, Pepa. Cambio y fuera.


¿El amor o la infidelidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora