Capítulo cuatro: ¿Qué me sucede?

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Le ofrezco irnos con Marcelo, pero él se niega diciendo que tiene su propio caballo, va en busca de este que lo ha dejado en la sombra y le ordeno que nos siga en dirección a la pensión que se aloja mi hermano.

- ¡Pero mira a quien tenemos aquí! ¡Andrea! –Exclama al salir a recibirme.

- ¡Ignacio! –Camino a su encuentro al bajar de la carreta.

-Ha pasado mucho tiempo ¿Qué trae a la ingrata a visitarme?

-Yo también te extrañe –Menciono con sarcasmo.

-Está bien, te he extrañado mucho, pero por lo general soy yo quien debe escabullirse a la casa para visitarte un momento.

-Es un favor, claro que te lo pagare.

Entorna los ojos con una sonrisa esperando que termine la oración.

-Necesito que atiendas a alguien... un paciente, claro que ira por mi cuenta.

-Si necesitas algún favor, no necesitas pagarme, somos hermanos.

-Gracias.

Me siento bastante aliviada, no pensé que aceptaría, ya que tiene bastante trabajo por hacer, es un hombre muy ocupado.

- ¿Y ese favor? ¿A quién atenderé? –Mira por encima de mi hombro - ¿Es él?

-No, es su hermana, está muy enferma y no tiene los recursos necesarios para poder pagar un médico y le ofrecí mi ayuda.

- ¿Pero al final va por mi cuenta?

Asiento mientras una sonrisa se cuela en sus labios.

Me doy media vuelta y veo al joven unos metros más atrás, mirándonos. Sonrió y el comienza a caminar hacia nosotros.

-Le presento a mi hermano, el señor Ignacio Riquelme.

-Buenos días –Extiende su mano para estrecharla –Antonio Rivera.

¡Esas era las iniciales grabadas en el pañuelo! ¡Ese es su nombre! La sensación que se instala en mi cuerpo es la de haber estado jugado al detective y tener éxito al resolver el caso, me rio internamente ¿Qué pensaría la gente de mí si es que revelara esta situación?

-Voy por mis cosas, vengo enseguida.

Ignacio se da la media vuelta y comienza a caminar en dirección a la pensión.

-Muchas gracias –Pronuncia el hombre que ahora puedo conocer como Antonio –no sabe el alivio que me provoca haberla conocido.

-Y usted tampoco el mío –contesto sin pensar.

Su mirada, de algún modo, es tan intensa que me veo obligada a mirarme la punta de mis zapatos mientras me froto las manos sutilmente. Su presencia hace que me sienta avergonzada, pero cómoda. Siento que no necesito tratar de ser la persona que educaron en la escuela de señoritas para agradarle y eso me hace sentir... bien.

-Regrese ¿Nos vamos? –La voz de Ignacio me trae al presente.

-Sí, vamos.

-Muchas gracias a los dos –dice Antonio.

-No hay de que –decimos al unísono.

Nos miramos y nos comenzamos a reír. Cuando al fin cesa la risa nos dirigimos al carruaje mientras nos dejamos guiar por Antonio para llegar a su casa.

Me recuesto en el hombro de mi Ignacio y el hace lo mismo conmigo, suspiro tristemente.

-Te extrañe –musito.

-Y yo a ti... se extrañan las sonrisas a primera hora por la mañana mientras abres las ventanas diciendo que el "clima es estupendo" –me imita.

Sonrió levemente, aunque no puedo evitar que la tristeza me impregne. Hace cuatro meses que ya no vive en la casa, siempre había constantes peleas entre mi padre y él. Papá quería que se dedicara al negocio familia, pero Ignacio se negó. Él tenía otros planes, luchar por el derecho de los más necesitados. Sin ningún miedo, hizo una maleta y salió de la casa a la pensión, en la que hoy, se aloja.

Siempre quise irme con él, pero se acercaba mi boda y no podía "huir". Cuando estaba triste y no quería decirle a nadie, él era el único que iba hasta mi habitación, abría sin tocar y caminaba sin detenerse, hasta el lugar en el cual me encontrase, me abrazaba y consolaba. 

La carreta se detiene y lo único que veo son arboles alrededor, miro a Ignacio y el a mí. Se abre la puerta y Antonio aparece por detrás de ella.

-Llegamos... ¿Pueden esperar un momento para avisar su llegada? –Pregunta ansioso.

-Claro, nosotros esperamos –Responde Ignacio.

-Muchas gracias.

Nos quedamos unos minutos dentro de la carreta, rodeada de árboles que provocan sombra alrededor, es agradable y no se escucha nada más que el sonido del cantar de los pájaros. Cierro los ojos un momento y puedo sentir como mi cuerpo, después de tanto tiempo, es capaz de relajarse por completo. Siento como el fresco aire llena mis pulmones por completo y el aroma que desprende la naturaleza es fantástico.

Se vuelve a escuchar el sonido de la puerta y abro los ojos al instante.

-Disculpen la tardanza, por favor síganme.

Al momento de bajar tengo algunas complicaciones con el vestido, Antonio toma mi mano y levanta un poco el borde del vestido, levanta su cabeza y su mirada encuentra la mía, dos óvalos rosas comienzan a formarse en mis mejillas y él da una pequeña sonrisa. Me quedo en un estado de estupefacción y luego soy consciente de que Ignacio debe ir a atender a la joven.

-Gracias –pronuncio con la garganta seca.

-Un placer.

Sin duda su presencia me pone nerviosa y me deja en blanco.

Caminamos en silencio unos minutos y luego nos encontramos con un pequeño portón de madera pintado de azul. Antonio desata el alambre que sirve como cerradura y abre la puerta, nos hace pasar y enfrente de nosotros se encuentra un hombre y una mujer mirándonos, su ropa es simple tanto como su aspecto. Nos acercamos a ellos y nos observan por unos segundos.

-Papá, mamá. Él es el medico que accedió a ayudarnos, Ignacio Riquelme y ella es su hermana ¿La señorita?

Me doy cuenta que no le he mencionado mi nombre y él espera por él.

-Andrea.

Él me mira un instante mientras esboza una sonrisa, su madre se acerca y nos da un cálido abrazo a los dos.

-Muchas gracias, en verdad no saben lo preocupado que estábamos y que usted haya accedido a venir, nos produce un gran alivio.

-Mi trabajo es ayudar a las personas y es grato hacerlo de vez en cuando sin estar en servicio.

La mujer sonríe y el hombre se acerca, saluda con un apretón de manos a mi hermano y a mí con un beso en la mejilla.

-Por favor, pasen por aquí –Nos invita a pasar el señor Rivera.

Su casa es pequeña, pero acogedora. Tienen unos pocos muebles de mimbre y madera, el suelo es de tierra. Es muy simple, pero el ambiente es muy tranquilo y es bastante agradable la calidez humana que transmiten los padres de Antonio.

- ¿Me dejarían examinar a la paciente por favor?

-Claro –Mencionan los adultos al unísono- por aquí.

Comienzan a caminar por la casa hasta llegar a una puerta al final de esta, la pieza de la chica debe estar separada. Yo decido quedarme en la sala para no estorbar y Antonio también lo hace.

-Me preguntaba si mientras esperamos le gustaría ver el terreno, no es uno de los mejores, pero tiene su atractivo natural.

Nos miramos y asiento.

-Por favor, sígame.

Salimos de la casa y quedo maravillada con los árboles que rodean el lugar, Antonio hace un gesto para que comencemos a caminar y yo lo sigo.

-¿Desde hace cuánto que su hermana está enferma?

-Desde hace unas tres semanas, mi mamá ha tratado de darle muchas infusiones de hiervas, ya que ella conoce mucho de eso, pero nada le ha hecho efecto, está muy débil y en verdad que estábamos muy preocupados... es desesperante ser el hermano mayor y no poder hacer nada por tu hermanita.

Lo quedo mirando y es inevitable que no sonría, Ignacio es exactamente igual en ese aspecto a Antonio. Cuando no podía hacer algo por mí, decía que se sentía un inútil.

-Ignacio es igual conmigo... dice que siempre que no puede hacer algo por mí, se siente estúpido.

-Es el sentimiento de los hermanos mayores por sus hermanitas menores... me alegro que la cuide.

-Y yo que sea así con su hermana... debe ser muy respetuoso con ella.

-Y con las mujeres en general, el hombre abusa de ellas por el único motivo de serlos.

-Usted lo es.

-Sí, pero tengo una hermana y una madre a la cual defendería con mi vida, antes de agredir a una mujer, pensaría en ellas y lo bestia que sería atacar a una persona que físicamente es más débil que yo, es abuso de poder.

-¿Nunca ha agredido a una mujer?

-Eso es solo para las bestias... preferiría hacerlas sentir cómodas y que tuvieran la suficiente confianza conmigo como para actuar como son en realidad y que no se dejen llevar por las normas que la sociedad les impone. Me gusta que sonrían porque quieran hacerlo, me gusta que expresen lo que no les gusta, lo que sienten.

-Los hombres prefieren a las mujeres que sean calladas y fieles.

-Creo que ese no es un pensamiento que todos compartamos... cuando encuentre una esposa, yo quiero que eso sea. No quiero que me tenga miedo o que crea que es un tipo de "esclava". Hay cosas que los dos podríamos hacer, además siempre me ha gustado la idea de cocinar juntos o, si en un futuro tuviéramos hijos, involucrarme con ellos.

¿Tuviéramos? ¿De quién habla? Mis pensamientos hacen aparición.

Nos detenemos frente a un árbol gigante que sus hojas hacen una especie de cortina colgante, lo quedo mirando alucinada y el joven me mira mientras sonríe. Se acerca a la especie de cortina y aparta algunas ramas que caen, creando una especie de puerta. Paso por debajo del brazo que sostiene las ramas y la capacidad de hablar abandona mi cuerpo. Es simplemente hermoso.

- ¿Le gusta? –pregunta mientras llega a mi lado.

Miro cada centímetro del lugar, es algo mágico y me alegra poder haberlo compartido con él. Me siento tan pequeña en ese lugar, el tronco que sostiene todas las ramas es macizo y alto, las hojas crean un ambiente muy íntimo y tranquilo, el olor que hay es maravilloso, simplemente perfecto.

Asiento mientras trato de buscar palabras, Antonio da una pequeña carcajada y yo me sonrojo, sin duda debo verme como estúpida.

-Es realmente hermoso.

-Gracias -responde el.

Me doy vuelta rápidamente para mirarlo y el contiene una sonrisa colocando una de sus manos por encima de su boca.

-Yo me refería al lugar –me apresuro a decir- el lugar es realmente hermoso.

Él se comienza a reír y yo me siento realmente avergonzada, mi cara se comienza a poner roja y agacho mi cabeza hasta mirarme la punta de los zapatos mientras muerdo mi labio. Siento que su risa cesa y se acerca hacia mí.

- ¿Se molestó? Si fuese así, lo siento.

Yo no puedo articular palabra, solo necesito que mis mejillas vuelvan a su color natural.

-Andrea, lo siento.

La sorpresa que causa el que me haya llamado por mi nombre, hace que lo mire a los ojos, no hay rastro de burla en su cara y eso me hace sentir mejor.

-No quise hacerla sentir incomoda.

-No hay problema, solo fue un comentario.

El ambiente cambio, se ha puesto un poco incómodo.

-Y a usted... si puedo preguntar ¿Cómo le gustan los hombres?

Comienzo a pensar en cualidades masculinas que llamen mi atención y sin dudar contesto a su pregunta.

-Puede sonar tonto, pero me gustan los hombres románticos. Creo que un hombre que respeta y hace que cada día sea como el primero... es alguien en quien me pueda interesar. No me gusta que no sean agradecidos, me explico, sé que una mujer al momento de estar con un hombre tiene responsabilidades, como el cocinar o mantener orden en la casa o simplemente esperarlo de la mejor manera posible, pero cuando uno hace esos esfuerzos y... y son desvalorizados, es... es realmente devastador –me quedo unos segundos en silencio -No es su obligación decir gracias a cada momento porque son deberes que una tiene como mujer, pero cuando aprecian los gestos que podemos hacer por ellos... es un detalle muy bonito.

La voz me tiemble y mis ojos comienzan a irritarse.

-No sé qué han hecho con usted o cómo la han tratado, pero me parece espantoso que piense de esa manera. Creo que la escuela de señoritas lo único que hizo con usted y las otras señoritas que pudieron haber estado allí, fue lavarles el cerebro... espero que no haya pasado por las situaciones que me comenta, si así hubiesen sido, la bestia que tuvo como hombre no merece haberla tenido como mujer.

Una lágrima cae por mis mejillas y su mirada encuentra la mía, en sus ojos se puede apreciar la perplejidad y la preocupación. Se acerca decididamente hasta donde estoy y me abraza, sus brazos me reconfortan y lo agradezco, más de una lagrima cae por mis mejillas y el pasa el dorso de su mano por mi rostro y luego por mi espalda lentamente, mientras susurra a mi oído "tranquila" y "lo siento". Yo también le abrazo correspondiendo el suyo.

¿El amor o la infidelidad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora