Capítulo 3

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Nueve de la mañana, hace tiempo que no se daba un gusto como este, <<de todos modos estoy en mis años dorados, me merezco ciertos regalos>>

Luego de alistarse, la Señora Hudson bajó a su amada cocina, se venía un día bastante atareado. Jueves, el día en que pareciera que las personas se levantaran con un brillo en sus ojos, algo bastante peculiar si no tomas en cuenta que el día a venir era un viernes. Extrañamente el ritmo se aceleraba a cada minuto. La anciana miró por la ventana observando el espectáculo, mientras más tiempo se quedaba viéndolos más se convencía que en cualquier momento un hombre levantaría su sombrero y una escena de musical se efectuaría.

De pronto un hombre con un gran abrigo negro resaltó en medio de la multitud, por un momento sintió que algo le venía preocupando de ya hace tiempo. Pero al no recordar de qué, comenzó a lavar los trastes de la noche anterior. Tomó una taza de té. Té... ¿Qué era tan importante sobre el té? Y de pronto recordó;

-¡Sherlock!

Ya hace cuatro semanas que el criminal. Claro que la Señora Hudson no tenía idea el por qué, lo que no significaba que no se hubiera percatado que algo ocurría.

Sherlock fingió que nada había ocurrido por aproximadamente dos semanas luego de dicha escena. Aunque a finales de la segunda, un cálido domingo la astuta señora notó al detective más distante... de lo normal. (Aunque con ella era la persona más dulce del mundo). Ejemplos de este comportamiento son; (la señora Hudson los había anotado mentalmente)

• Ya no bajaba al medio día a saludarla antes de salir.
• Al volver, era prepotente, evitando cualquier tipo de interacción social.
• Sus palabras eran frías y a veces parecía quedarse sin aire en medio de las oraciones.

A la tercera ya ni siquiera se molestaba en bajar. De no haber sido por pequeños mensajes de texto como;

<<No se preocupe, no estoy muerto. Me encuentro bien. Este experimento a costado más tiempo de lo esperado. SH.>>

<<No se moleste en traer té. Que tenga buen día. PD: acabo de percatarme que usted traía el té en la mañana. Y que no era consecuencia de algún extraño suceso relacionado con el sistema solar. SH.>>

Pero ayer no había recibido ninguno. Y no se escuchaba absolutamente nada.

Decidida, se puso en marcha, subió las escaleras, toco la puerta tres veces, sin recibir respuesta, luego simplemente abrió la puerta de una patada. El lugar estaba hecho un desastre, había papeles dispersos por todo el lugar, olía a tabaco, aunque no se veían colillas. La cocina... la cocina estaba como siempre, eso si tenía unas cuantas tazas en el lavaplatos, algunas con una sustancia de procedencia dudosa.

Finalmente se dirigió al cuarto del detective, la puerta se encontraba cerrada. Hecho un vistazo al baño, nada peculiar. Se puso en frente de la puerta mencionada anteriormente y con miedo la abrí lentamente... por suerte el hombre se encontraba acurrucado durmiendo plácidamente, abrazando una almohada mojada por lagrimas y algo que no podía determinar si eran mocos o saliva.

El pobre hombre apestaba. A pesar de ello la anciana mujer se recostó a su lado, mientras le acariciaba el cabello.

Esperó, y esperó a que despertara. Hasta el punto que ella cayó rendida.

Al cabo de una hora Sherlock despertó asustado por el extraño olor. Se levantó exaltado para darse cuenta de que este aroma provenía de la dormida Señorita Hudson, en una posición bastante incómoda. Decidió despertarla con un pequeño remezón. Aunque funcionó solo después de unos cuantos intentos.

Un pequeño error de cálculo- SheriartyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora