Capitulo 4

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Hinata se sonrojó. Naruto se dejó llevar por sus palabras. Regresaron al club, cogieron sus abrigos y salieron de allí. Eran las tres de la madrugada y la gente había desaparecido. Taxis recorrían las calles arriba y abajo en busca de una carrera nocturna. Naruto y Hinata anduvieron por las estrechas callejuelas de suelo empedrado hasta llegar de nuevo a la Avenida Shijo-dori. Las pisadas de los zapatos, el ruido de los coches y el silencio de la noche

—¿A dónde vas ahora? —preguntó Hinata.

—A mi casa ¿Dónde si no? —dijo Naruto.

—¿Vives lejos?

—No —dijo él con tono jocoso—. ¿Dónde vives tú, Hinata?

—Gion.

—Lo suponía.

—También piensas que tus alumnas somos niñas consentidas con una duda existencial eterna, ¿verdad?

—Yo no he dicho eso.

—Bueno, algunas lo son más que otras —explicó—. Odio que me clasifiquen. Ni siquiera elegí la familia que tengo...

—Por supuesto. Siempre la puedes cambiar —dijo Naruto.

—¿También puedes cambiar a tu familia?

—No sé —contestó cuando llegaron a las escaleras que se adentraban en el subterráneo circular —. Será mejor que cojas un taxi.

—Mi tren sale en una hora —dijo—. Iré caminando hasta la estación.

Naruto se sintió responsable. Por la noche uno se exponía a cualquier situación, sobre todo alrededor de la estación de tren central.

—Puedo acompañarte —dijo él.

—No quiero ser una carga... —dijo la joven.

—No creo que esto pueda empeorar más.

—¿Tienes hambre? —preguntó ella.

Caminaron hasta la estación. Durante el paseo, la conversación no trascendió de temas triviales. Una transición fría sin ausencia de silencio. Naruto se planteó varias veces qué hacía allí y cómo había llegado a tal situación. A veces desconocemos el impacto de las acciones más insignificantes.

—Lo siento —dijo él —. Todo esto me supera. Eres una estudiante, yo soy tu profesor. Y lo peor, eres una menor. ¿Qué pasaría si alguien nos viera?

La joven se rio delante de él.

—Relájate, Naruto. A estas horas tus alumnas están en la cama y creo que tus colegas, también —explicó—. No tienes que preocuparte. Ya no soy una menor.

—¿No?

—No. —contestó Hinata.

Él suspiró profundamente. Se quitó un cadáver emocional de encima.

—No sabes cómo.

Hinata aún tenía tiempo. La estación central estaba conectada por un laberinto subterráneo de pasillos con tiendas y kioscos y por los que deambulaban borrachos y vagabundos a altas horas de la mañana.

—Por aquí... —dijo ella.

Naruto miró a su reloj de pulsera y resopló.

—De verdad, Hinata —dijo —. Tengo que irme.

—Venga, hazme compañía, por favor —dijo —. No me siento segura.

Bajo el tejado de la estación central de trenes de Kioto, Hinata tenía la mirada iluminada como el cielo raso de la noche momentos antes del amanecer. Levantó la barbilla e inclinó los pies, sugiriendo fortuitamente un momento íntimo.

Gakkō ai ( amor escolar) NaruHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora