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Y justo frente a mí, se encontraba el hada más cálida de todo el reino, tan pequeña que de lejos, tan solo su luz se veía. Y decidí hacer lo que ningún hombre se había atrevido antes. Me acerqué lentamente y con cautela, me puse en posición y la violé salvajemente. Era tan pequeña que podía oír sus gritos de dolor y eso me era aún más placentero.

Relatos sinsentidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora