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Caminé descalza sobre la escarcha, mientras me preguntaba qué razones tendría uno para hacerlo hasta que encontré la piedra, y con ella mi respuesta. La sostuve en mis manos y la observé con detenimiento; valía todo el frío del mundo este momento.
Fue entonces cuando vi una luz y caí en la cuenta de que ya no había tiempo. Por esto, la aventé hacia la ventana con todas mis fuerzas y huí antes de que me atraparan, la vieja de matemática podría ser una vieja, pero la había visto correr antes y no me expondría mayores riesgos.

Relatos sinsentidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora