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No cabía duda alguna, no iba a librarme jamás de esta. Tomé mi mochila rápidamente y comencé a correr. Jamás me detuve, siquiera a pensar a dónde estaba yendo, solo seguí derecho por esa calle. Y la calle se convirtió en ripio. Y el ripio se volvió un simple camino. Y el camino se borró, solo quedaba campo. Seguí derecho y el campo me llevó a una playa y la playa al océano. Pero jamás deje de correr. De pronto, la encontré. Brillante y hermosa como siempre. Al fin había ido hasta mi casa solo, sin padres que me acompañaran. Respiré y observé las burbujas... Burbujas... De pronto, casi como un golpe. La libreta, la había olvidado, debía volver por donde había venido. O tal vez... Solo tal vez... No necesitaban ver esa F y así sería mejor.

Relatos sinsentidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora