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Era un perro algo tonto, sí. A veces intentaba desesperadamente comer su propia cola o trepar las paredes, sin ningún resultado. Llevaba, también, en su sangre algo de sadismo natural.
Ese día en especial, se encontraba vulgarmente recostado sobre las Margaritas. Una de ellas, en un acto de puro terror, trató de huir. La siguieron otras, acompañándola a una muerte segura tras ser perseguidas y desmembradas por Firulais, quién sería posteriormente sacrificado por sus múltiples asesinatos.

Relatos sinsentidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora