Backstory! Alex tiende a olvidar lo que sucede. Sé que es confuso pero la cosa va así: Olvida lo que come o a la gente que conoce, las fechas de las cosas y los años meses y días. Por una accidente de tránsito, ¿vale? De paso en esto me volví poético, ahre.
(Si alguien hace une referencia a Dory elimino este libro)
Más o menos basado en una historia real.
—Hey.
Alexander separa la vista de su libro. ¿Cómo se llamaba? No le importaba realmente.
Jack estaba parado, apoyando su mano en el marco de la puerta, casi cansado. Alex recuerda a alguien alto y esbelto, su cabello acaramelado cayendo sobre sus hombros. Sus mejillas rojas y suaves y sus pequeñas pecas chispoteando en su rostro. Su nariz arrugada mientras sonreía.
—Jack.—Lo llamó. Era extraño. Tenía tantas cosas que decir y tanto por expresarle. Quería decirle millones de cosas y expresarles cientos de miles de emociones. Y solo era capaz de pronunciar su nombre. Aunque ni siquiera ese fuera su nombre del todo.
Laurens sonrió, ese nombre le traía malos recuerdos. Pésimos recuerdos. Recordaba a su madre sujetando su mano una noche fría de febrero. A su padre gritando en un atardecer vacío en mayo. A su hermana llorando en el calor sofocante de una mañana de abril.
Pero sonrió. Sonrió porque escuchar su "casi" nombre de saliendo de alguien que sabía, aunque no se lo dijera, lo amaba más que a su propia vida. Aún sin recordarlo completamente, valía esa pena y quizá, todas las penas del universo.
—Alexander.—Pronunció, y para el nombrado, su voz caía como hojas en otoño, el hecho de que alguien le pareciera tan magnífico hizo que temblara levemente.—¿Qué día es hoy?
Alexander frunció el seño, tratando de recordar la fecha exacta. Nada. Su cerebro iba de aquí y allá y sin embargo, una grieta profunda le impedía pensar con claridad.
Algo fugaz cruzó su memoria, una chispa, una idea, quizá una esperanza. No era definitiva, pero era mejor que quedarse ahí, mirando a su amado como un completo idiota.
—Jueves.—Respondió, rezándole a Dios y a todos los santos que existían y existirán para que la respuesta fuera correcta.
—Martes.—Replicó John, suspirando decepcionado. Meses sin progreso alguno. Ni las pastillas ni las terapias y ni si quiera él podían lograr que su memoria se restableciera.
En cierta parte era bueno, no recordaba a su padre saliendo por una puerta de madera vieja. O a su madre abrazándolo mientras su vida dejaba sus ojos. Ni si quiera se asustaba con las fuertes lluvias o los tornados en las noticias.
Alexander se veía como alguien nuevo. Alguien sin ese pasado oscuro para atormentarlo por las noches ni para alentarlo en las mañanas.
Desde el accidente, nada de los que había pasado antes se había quedado bien grabado. Recuerdos borrosos de años muy cercanos sí, pero no los suficientes como para que entendiera todo lo que él había significado antes.
Pero se veía feliz, más puro, más joven.
Y Laurens no podía evitar sentirse increíblemente egoísta por intentar quitarle eso.
Porque no lo recordaba a él saltando sobre las mesas en un viejo bar a las doce de la noche.
No recordaba salidas en grupo en el karaoke de la esquina, ni labial rojo en las paredes de un local, o gritos y pasos de baile improvisados en un campo.
No recordaba noches estrelladas o pasteles dulces y bebidas amargas en el café del otro lado de la ciudad. O viajes en metro con audífonos compartidos, coqueteos malos y sonrojos.
No recordaba vino blanco y un baile lento en la parte trasera de un bosque. Ni besos inesperados y confesiones de amor a la luz de linternas falta de velas.
No recordaba su mano apretando la de él, besos apasionados sobre la alfombra y risas en la sala. No recordaba los abrazos que parecían decir "No sería capaz de vivir sin ti."
Todo eso que él atesoraba tanto... Él sabía que eso era importante, una parte de su alma que le decía que había un sentido en el desastre de la vida. Lo único que le afirmaba que todas y cada una de las fibras de su cuerpo estaban unidas a él.
Incluso podría jurar que sola y únicamente había empezado a vivir cuando volteó la mirada y se encontró con los ojos de Alexander y se dió cuenta de que amaba sus ojos. Y amaba su sonrisa orgullosa y su pelo oscuro y sus manos tersas, y que entre todo lo que amaba no amaba nada más que a él.
Y todo eso que él guardaba en su corazón con tanto aprecio y tanta devoción se perdía entre la mente de su amado, tanto que ni si quiera podía recordar su nombre.
Oh, pero si daría la vida entera porque Alex recordara al menos un poco de eso, que lo mirará a los ojos y le dijera "¿Recuerdas cuando éramos jóvenes, y cuando nos besábamos en un parque, o cuando no dormíamos toda la noche y mirábamos películas mientras hablábamos?"
Ah, lo que daría por escuchar su nombre sólo una vez más.
Casi de repente el contrario lo está abrazando. Ahí se da cuenta entonces de las tibias lágrimas resbalándose por sus mejillas y que ahora estaba de rodillas en la fría alfombra roja.
—Está bien, está bien, estoy aquí. ¿Lo ves?—Le consuela, tomándolo por la mejilla con una mano y acariciando suavemente su espalda con la otra.
John mira hacía sus ojos y ve cariño puro. Y de repente todo es confuso y borroso y se siente correcto. Porque Alexander está acariciando su espalda mientras el llora en una noche fría de junio. Y ambos están sobre la alfombra mientras se miran a los ojos.
Y John sabe bien que Alexander no lo recuerda, pero Alexander está sujetando su rostro con ambas manos y luego se inclina y une sus labios y se siente, suave y refrescante. Como lluvia en un día caluroso, se siente como una suave sábana abrazándolo y como beber de una cascada al mismo tiempo. Y John no está seguro si alguien alguna vez lo ha besado así. Porque Alexander lo está besando como si sostuviera el mundo sobre sus manos.
Y quizá es cierto. Porque cuando se separan y Alexander lo mira ve a alguien alto y esbelto y un poco cansado, a alguien con mejillas mojadas y ojos como grandes galaxias y pecas danzantes en su piel. Y ve cabello acaramelado y coletas desordenadas. Y ve a a alguien que ama.
Así que John lo mira de vuelta y se pasan varios minutos mirándose entre sí. Y quizá ambos están esperando que el otro diga algo pero ninguno de los dos quiere hacerlo. Porque John todavía está dudoso en sí decirlo o no y Alexander no sabe si lo que va a decir es correcto.
Pero es obvio que uno de los dos tienen menos autocontrol que el otro.
Así que Alexander lo dice, y le reza a todos los santos habidos y por haber para que sea correcto lo que dijo.
—Te amo, John Laurens.
...
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