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Todo empezó en febrero.

John se levantó temprano ese día y por alguna razón, de muy buen humor.

Estaba inexplicablemente contento y aunque no entendía porqué, decidió sólo disfrutar de su buen día en vez de cuestionarlo.

Salió de casa para encontrarse con un sol brillante y un paisaje hermoso.

Curiosamente, su vecina no estaba ahí para saludarlo, algo sumamente raro ya que solía salir temprano a regar sus plantas, pero no le tomó demasiada importancia.

Le echó una mirada a la casa donde vivía su amiga. Estaba pintada de amarillo pastel y tenía una bellísima mata de fresas que él mismo la había visto plantar, junto a otras lindas flores y hierbas que a veces incluso le regalaba a cambio de la comida que preparaba con éstas.

Sus recuerdos pacíficos respecto al jardín fueron interrumpidos sin embargo cuando notó los ladridos de la mascota de la joven, un golden retriever llamado Andrew.

Recordó con cariño la primera vez que vio a ese diminuto cachorro, salió a acariciarlo nada más verlo y fue esa anécdota en su mayoría la que inició su amistad con Peggy, mayormente por su gusto por los animales.

Sonrió al instante y fue inmediatamente al patio de su amiga para ayudarla a pasearlo, cosa que solía suceder muy seguido cuando lo vio.

Era un joven, algo pequeño y con cabello negro, pero eso era lo de menos, lo importante era que estaba desatando la cuerda que unía su correa al bastón del patio trasero que evitaba que escapara y se perdiera por las noches, pues Peggy no tenía cerca.

John se alteró de inmediato, volvió silenciosa pero rápidamente a casa y tomó lo primero que vio: una escoba.

Si alguien se iba a robar a la mascota de su vecina era él.

— ¡A VER IMBÉCIL! ¿¡QUÉ HACES ROBÁNDOTE EL PERRO DE MI AMIGA!?

Alexander estaba esforzándose por desamarrar el complicado lazo de la correa desde hace como 20 minutos.

Se maldecía a sí mismo por aceptar pasear al perro de su amiga mientras esta se recuperaba de su fractura, ósea, era un buen amigo y todo, pero ella le había asegurado que sería muy fácil.

  — "¡Sólo será por unos meses!" decía ella, "Será muy fácil." Decía ella.

Fue entonces cuando lo escuchó.

— ¡A VER IMBÉCIL! ¿¡QUÉ HACES ROBÁNDOTE EL PERRO DE MI AMIGA!?

Se volteó con nerviosismo mientras alzaba las manos, pero antes de que pudiera abrir la boca para hablar, fue interrumpido.

Interrumpido por un escobazo justo en su cráneo.

Y luego por otro y por otro.

Mientras tanto, Peggy se estiraba cómodamente en su cama.

El sol se despilfarraba a través de sus cortinas, chocando contra sus sábanas y recordándole que debía levantarse pronto.

Arrastró su pierna enyesada afuera de la cama y camino apoyándose sobre el escritorio.

Después de cambiarse a duras penas y tomar sus muletas, estaba por dirigirse a la cocina cuando, desde afuera, escuchó unos gritos.

Bueno, más bien unos chillidos.

"No mames, ya debe haber llegado ese Charlie León para apuñalar gente, ni un día sin que te quiten el iPhone."

Salió apresuradamente, o lo más rápido que se puede en muletas y con una pierna enyesada, esperando ver a alguien sangrando en el suelo.

[cancelada]Where stories live. Discover now