Capítulo 1: El reencuentro.

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John estaba succionando la colilla de su cigarrillo, impaciente; su alguna vez mejor amigo le prometió estar ahí hace como media hora y aún no había ni siquiera una señal de humo del chico con ojos hazel y cachetes de niño bueno, pero no debía desconfiar de Paul. "Él llegará" se repetía en su cabeza una y otra vez mientras que desde el fondo de su estómago rezaba para que sus locas e incomprendidas fans no lo hallaran.

   Llevaba un buen disfraz a su parecer, una espesa barba y un abrigo que le hacía ver el doble de grande de lo que realmente era.

    Se sentó en una banca, el clima estaba endemoniado, se preguntaba qué habían hecho los newyorkinos en sus vidas pasadas que por eso que jamás podían disfrutar de un día de sol. Siempre el condenado frío que arrebataba el preciado calor de las personas.

    Se acomodó el saco, al menos su disfraz le daba un punto a favor de su salud física y no titiritaba de frío como en las grabaciones de su película "Help!"

    Ríe cuando recuerda los buenos días. Le obligaron a usar ropa de verano en invierno, y en la escena de la playa no tuvieron camerinos. Recuerda a Paul y lo raro que se puso al estar jodidamente drogado para no sentir el frío. Qué buenos tiempos.

    Se preguntaba qué pasó con eso, con la unión y el amor que de tenían todos ellos ¿Qué habían hecho mal?

    Todo.

    John suspiró y a lo lejos vio venir con paso marcado a otro hombre, el abrigo le hacía parecer más gordo de lo que realmente era y un par de grandes lentes ocultaban los lindos ojos del bajista. Paul vio a John ya desde lejos, debían hablar muy seriamente sobre algo importante.

    Cuando su amigo estuvo más cerca y John ya se había percatado de que verdaderamente era él, se levantó de la banca, sonriendo como un niño a quien le acaban de regalar una paleta.
Ambos se encontraron con un afectuoso abrazo y un par de sonrisas tatuadas en sus labios.

    —Vamos, te invito un té —dijo el bajista con su marcado acento inglés y una sonrisa cortés.

    —Mejor una cerveza —respondió John sonriendo y recordando el día en que se conocieron.

    No, algunas cosas nunca cambian del todo, sólo se modifican en algunos aspectos. Ellos dos aún se sentían como unos chicos jóvenes, adultos con ganas de triunfar en el mundo de la música. Pero ya físicamente a la entrada de los años y al pasar treinta de ellos, les estaba aburriendo lo monótono que se volvió su vida luego de la separación.

    Llegaron juntos a una cafetería, el ambiente era triste por la entrada reciente del invierno y la soledad que se vivía en el lugar. Pero eso no evito que ambos amigos se sentaran en una mesa, dejando sus abrigos en el perchero que estaba a un lado de la puerta principal. Una joven se acercó a ambos con una sonrisa, eran los primeros clientes del día.

    Últimamente las personas deseaban estar en sus casas con sus familias y ahí prepararse su café y chocolate caliente en lugar de ir a una cafetería, la mujer los entendía, ella también quisiera estar con su familia en una víspera de navidad.

    —¿Qué les sirvo, señores? —dijo la joven con una cautivadora sonrisa. Ambos la miraron y sonrieron al instante.

    —Un café cargado —respondió John.

    —Té negro. —Como buen inglés aficionado al té, Paul pidió eso.

    Ella anotó ambas ordenes y con una sonrisa dijo que sus ordenes estarían en unos minutos. Luego se fue.

    —Y bien Paul, ¿de qué quieres hablar? —pregunto el de lentes.

    Paul se frotó las manos aunque ya estuvieran tibias, era por nervios, no estaba seguro de lo que iba a hacer, las reacciones de John nunca eran lo que uno esperaba.

    —Estaba pensando en nosotros —habló por fin Paul—. Sobre la banda, si existe la posibilidad de poder volver a...

    —Sus órdenes. —La palabra de Paul fue interrumpida por la misma joven que les tomó la orden, venia con una bandeja color plata y un par de tazas en ella. Ambos sonrieron mientras que la camarera ponía la taza de café frente a un barbudo John y una de té frente a Paul. Luego de eso, puso un par de rebanadas de pastel frente a cada uno.

   —Disculpe señorita, esto no lo pedimos —explicó John mirando la rebanada de pastel.

   La joven sostuvo la bandeja de lado y la puso bajo su brazo.

   —Va por la casa, señor Lennon —dijo con una sonrisa.

   John abrió los ojos como platos y una sonrisa se escapó de sus labios.

   —¿Acaso mi disfraz es tan malo? —carcajeó, y Paul lo apoyó riendo.

    La joven dio una libreta a John y le pidió un autógrafo, él aceptó gustoso por el comportamiento de la camarera y firmó, la joven dirigió la mirada al bajista y también le pidió un autógrafo, él aceptó que su disfraz tampoco funcionó y firmó. La joven se alejó sonriendo.

   —Es agradable. —agregó Paul cuando tomó su tenedor y atacó el pastel. John hizo lo mismo, observando el postre y encogiéndose de hombros.

   —Es curioso que cuando eres millonario todo te lo regalan —meditó John en voz alta, luego dirigió la vista a su amigo—. ¿Qué me estabas diciendo?

   —Oh... Claro, si es que puede volver a haber Beatles, ya sabes, llamar a Ringo y George, formar de nuevo el cuarteto.

    John frunció el ceño levemente, luego sorbió un poco de su café.

    —Paul... ¿Recuerdas cuando dije que nadie realmente comprende por qué existieron los Beatles? —Paul asintió, sorbiendo su té—. Paul, los Beatles existieron para que cada uno de sus miembros sea reconocido y luego sobresalga por sí solo. No hay más secretos, el ser la banda comercial más grande del mundo y cambiar la vida a millones de personas es cosa que sucedió en las cabezas de ellos, los fans nos hicieron grandes y no nosotros mismos, nosotros nos esforzamos, claro, pero cuando supimos que todo iba a estar bien sólo dejamos que el mundo se moviera por sí solo. Y las cosas se fueron haciendo peores, ya no éramos unidos, ni siquiera nos soportábamos. No servimos de nada si es que estamos de nuevo juntos porque la fantasía acabó, no existe Pepperland y lo sabes. No sería lo mismo.

    Paul bajó la cabeza y suspiró.

    —Supuse que dirías eso, John —respondió el bajista con una triste sonrisa.

   John sacudió la cabeza, no recordaba exactamente todo lo que había dicho pero eso había dañado a Paul de una manera fea, el bajista no era una persona que se pusiera triste por cualquier cosa.

    —Por lo menos lo intenté —agregó Paul, rendido sobre la silla, y sonrió a John, el mayor desvío su mirada y sonrió.

   —Podemos hacer un último dúo ¿Te parece?

   Una luz se encendió en el interior de Paul. La esperanza.

   —Me parece perfecto, John —al bajista se le iluminaron los ojos y sus mejillas tomaron un color rosáceo por la felicidad y el júbilo que recorría en su interior. John al instante fue contagiado con la felicidad de Paul y una sincera sonrisa se hizo notar a través de la barba falsa.

   —Ésta será la última de Lennon/McCartney.  

We Fail Again [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora