Hogar dulce hogar... o algo así.

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La casa no estaba nada mal, tenía buen gusto. Claro, yo había ayudado a decorarla.

Ya me podía ver estando en pijama ahí tirada, leyendo un libro o comiendo helado. Evitando que mi vieja estuviera como piba descubriendo su sexualidad en la sala, pero eso era un extra. La verdad es que podría sentirme cómoda en esa casa. Siempre y cuando hubiera internet.

Y como no tuve tanta mala suerte hasta ese momento, no había.

¿Qué hace una piba promedio en un lugar nuevo, sin amigos y sin wifi? Llorar era una buena opción, limpiar no tanto. Sin embargo, no hice ninguna.

Busque unas papas, puse Juego de gemelas porque al fin y al cabo es la única película que pasan en Disney que todavía entiendo y me quedé ahí, esperando que mi mamá me diera una explicación a semejante problema.

Pero como tenía las valijas sin desarmar y ni siquiera había saludado a su marido, luego de dos horas no vino precisamente a pedirme perdón. Y en la cena tampoco, porque alguien que ama a sus hijos no les hace verduras hervidas.

¿Qué puedo contarles de mi vieja? Se llama Verónica y es joven. Tiene cuarenta y tres años y un doctorado en física. Es una de las mujeres más cultas y dedicadas que conozco. Le encanta el sushi vegetariano y bailar con la escoba. A veces habla sola, porque sabe las respuestas a sus problemas pero tiene que charlarlo con el espejo de todas maneras. Sí, ha sido un milagro que yo saliera tan normalita.

La belleza sí la saqué toda de ella. Porque sí, considero que soy hermosa, como ella. Tengo unas pecas y un pelazo que si les cuento...

No, no tuve novio.

Ni una sola vez he chapado.

Pero bueno, es que se trata de una cuestión de actitud también, y eso... bueno. Cero.

Mi mayor problema es que no sé hablar. Tal vez me ha quedado reprimida alguna escena de mi vieja hablando con el espejo y de ahí ya no supe identificar patrones comunes de comunicación y de interacción social.

Tal vez es que me sienta morir cada vez que me miran mientras hablo.

Seguramente podría consultarlo con una psicóloga, pero para eso hay tiempo ¿no?

Una vez que guardé mi ropa y saludé a Osvaldo, mamá se mostró comprensiva y me dio una respuesta. No habría internet por un par de meses, para que yo me pusiera al día con los estudios, ya que la nueva escuela tenía un nivel mucho mas alto en comparación a la anterior, y de paso para evaluar si no hacía cagadas. No haber saludado a Osvaldo fue como el último clavo de ese ataúd.

Pasé de un viaje aEuropa a no poder siquiera elegir las series que quería ver, me sentía traicionada. 

The boy next doorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora