Medianoche

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A las once de la noche, escuché golpecitos en la puerta de mi pieza, se abrió un poco y entró una luz muy suave desde el pasillo, dibujando una silueta alta frente a mí.

- ¿Janna? ¿Estás dormida? -una voz en susurros.

- Sí.

- Bueno -hizo una pausa y pensé que se iba a ir, pero no- ¿Y ahora?

Me incorporé en la cama- Bruno ¿qué pasa?

- No tengo sueño y quería que me termines de hacer el masaje que me prometiste. A ver si eso me da ganas de dormir.

- ¿Ahora?

- Sí.

Suspiré.- Bueno, está bien.

- Dale, vení.

Me levanté con toda la paja del mundo y me dirigí a su pieza, del otro lado del pasillo. Cuando entré, estaba todo oscuro, a excepción de unas lucecitas de navidad chiquititas que recorrían las paredes. Bruno sin remera, despatarrado en la cama, boca abajo.

- Dale -dijo, con la voz rara por su posición.

Cerré la puerta porque si bien Osvaldo y mamá estaban en la planta baja, no quería molestarlos.

Me senté a horcajadas sobre la parte baja de su espalda. Tenía más lunares que yo, y eso es algo difícil de conseguir.

Su piel era suave, muy suave. Primero apreté con fuerza sus hombros y fui deslizando mis manos por toda su espalda, hacia abajo. Me esmeré muchísimo en que se sintiera bien, porque como dicen, la intención es lo que cuenta. Fueron mas caricias que masajes, pero parecía disfrutarlo. El tiempo se me pasó muy rápido, estaba como embobada acariciándolo y pensando como se vería de frente sin remera. El reloj marcaba que faltaban veinte minutos para la medianoche.

Bruno dió un suspiro muy largo, que le expandió todo el pecho y me movió a mí con él. Estiró los brazos e intentó darse la vuelta conmigo encima. Hice equilibrio para no caerme y quedamos así. Él boca arriba, mirándome con una sonrisa y yo sobre él. Qué mal momento si entraba alguien y nos veía así.

Pero nadie entró y dejó de ser un mal momento. Yo le miraba la boca pero ¿qué más podía hacer? Me hice la boluda y le seguí acariciando los brazos.

- ¿Vos no te deberías haber ido ya?

- Mañana a la mañana recién -pausa- ¿Quéres que me vaya ahora?

- No, no sé. Me llama la atención que ya es tarde y sigás despierto.

- No sé cuánto más siga despierto, estás consiguiendo que me quede dormido.

- ¿Querés que te deje dormir?

Comenzó a subir su mano sobre mi cadera y la dejó en mi cintura. Me sobresalté pero lo disimulé como una campeona.

- Yo estoy bien -me contestó.

- Igual ya no sé qué más hacer, como que los masajes en el pecho no son muy coherentes.

Movió su otra mano de la misma manera hasta dejarla sobre mi cintura. Las telenovelas no me prepararon para este momento. Le recé a la virgen de Guadalupe que me mande una señal, pero no hubo cantito de ángeles ni rosas misteriosas. Seguía estando yo ahí, sobre él, sin saber qué carajo hacer. Y ya era medianoche.

The boy next doorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora