Camille

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Llegó el sábado a la tarde. Tenía un vestido vintage color crema y anteojos en forma de corazón. 

Le abrí la puerta yo, en pantuflas y con una remera de vagabundo. 

La saludé mientras por dentro pensaba lo boluda que fui al haber atendido antes de ver si era un testigo de Jehová quien estaba llamando a la puerta. Así de linda y perfecta se veía.

Pero no tenía la palabra del señor en la mano y Bruno la besó en la boca, así que de repente nada tuvo sentido.

Se quedó a cenar y fue la noche más incómoda de mi vida. No podía verla a la cara. El novio la había cagado... conmigo. Y encima ella re copada, re agradable, re todo. Me sentía muy mal.

Salían hace tres años. Piola.

Trabajaba con los viejos en un estudio contable, mientras ahorraba para irse de mochilera por Europa. Estudiaba fotografía. Sabía mucho de todo. Y se notaba que quería muchísimo a su pareja. Su pareja que la miraba, la abrazaba y le sonreía sin sentir un mínimo de culpa o de vergüenza. A quien no miró (ni abrazó ni sonrió, pero bueno, eso ya serían motivos evidentes) fue a mí.

Odié a Bruno toda la noche. Hasta que la acompañó en el auto y volvió a casa. Yo estaba esperando que tuvieran una relación no convencional, o algo así. Ni siquiera habíamos garchado, pero yo me sentía culpable y más todavía porque aun tenía ganas de hacerlo.

The boy next doorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora