La mañana

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Me levanté temprano, pero Bruno ya se había ido.

Hice tostadas y té de menta peperina.

No había podido repasar la presentación la noche anterior, porque no tenía cabeza para pensar en esas cosas, pero no era necesario: yo sabía todo.

Aunque estaba a un par de cuadras, mamá me llevó a la escuela. Estaba lloviendo y mi proyecto era bastante pesado.

La profesora aprobó el trabajo que hice y el resto del día siguió tranqui.

Cuando llegué a casa, no podía pensar en otra cosa que no fuera una ducha de agua caliente. Dejé la mochila en la escalera y me fui desnudando en el camino hacia el baño, aprovechando la soledad del momento. 

El agua me ayudó a relajar un toque, y a pensar en todo lo que había pasado.

Por un lado, yo iba a tener que vivir con Bruno en esa casa por bocha de tiempo.

Además el chabón tenía veinte años ¿qué onda? ¿Qué era todo eso para él?

¿Iba a volver a pasar lo de la noche anterior? ¿Iba a pasar algo más?

Me acordé de sus manos acariciándome el cuerpo, besándome toda. Mis manos acompañaron las cosquillas que iba sintiendo en la piel. Con los dedos me recordé todo lo que Bruno me había hecho sentir en su cama.

Para cuando volví en mí, me estaba tocando pensando en él, en lo que me generó y en lo que quería que me hiciera. Me mordí el labio aguantándome un gemido. No me hizo falta mucho más para acabar. Era la primera vez que hacía eso, de esa manera. Pero seguramente no fuera la última.

The boy next doorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora