Parte Cinco

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Dave la llevó en brazos hasta una habitación que ocupaba casi la mitad de la tercera planta que resultó ser un ático. A diferencia del resto de los cuartos de la casa, las partes que no eran en madera estaban pintadas de azul y tenía un gran somier justo debajo de la gran ventana circular de la fachada. Había un estante llenos de libros, un escritorio y dos sillones de orejeras. A un lado un piano de cola y sobre él una guitarra. El lugar era precioso, todo ordenado y con un aroma típico de él... De Dave.

Él cerró la puerta con el hombro y la dejó sobre la cama. El colchón era muy suave y ella se sintió fundirse contra él como si fuera una nube.

Sorprendentemente Dave no se acostó a su lado sino que volvió a la entrada y puso el seguro al cerrojo. Luego sí hizo lo que se esperaba de él, pero se acomodó sobre Anna.

- ¿Estás bien? -Ella asintió. -Eres preciosa con la luz de la luna cayéndote en el rostro.

- ¿De las otras maneras no? -Preguntó ella entre tímida y coqueta.

-Eres preciosa, no hay nada que discutir sobre ese punto.

-Gracias. -Ella sonrió.

Dave inclinó la cabeza para buscar la boca de ella de nuevo. La boca de él podría ser fácilmente una adicción y él besaba de una manera tan única, como si quisiera comerla entera pero al mismo tiempo con una delicadeza y sensualidad que la abrumaban... ella podía apostar que si Dave metiera las manos entre sus piernas encontraría la tela húmeda.

Como si él pudiese leer sus pensamientos, empezó a hacer lo mismo que hizo en el piso de abajo, pero la dirección que tomó su mano después de acariciarle las piernas no fue hacia sus pechos, sino su entrepierna. Cuando encontró la tela de las bragas de algodón ella se sonrojó y maldijo no llevar algo más sexy.

Dave no dijo nada, solo siguió besándola, chupando su labio inferior, mientras sus largos dedos hacían a un lado la tela y exploraban su parte más íntima con delicadeza, tal cual le había acariciado los pechos la noche anterior.

Por último él tiró de su labio con los dientes y río con voz ronca de puro gozo masculino.

-Mira que te has puesto toda húmeda y caliente para mí, cariño. -Dave inclinó la cabeza y buscó su oído. - ¿Te has puesto cachonda? -Anna se tensó bajo él... Esas palabras distaban mucho del Dave culto que ella conocía y pensaba que era. Él lo notó inmediatamente. -Lo siento, cariño. No debí hablarte así, soy un animal.

-No... -Dijo jadeando. –Me ha gustado... Otra vez. –Él sonrió traviesamente.

-Así que te gusta que te hable sucio ¿eh? Vamos a intentarlo de nuevo. -Succionó su cuello con fuerza. - ¿Quieres que te folle, cariño? ¿Qué meta mi polla en ti hasta el fondo? -Su lengua lamió la zona que había besado y ella se removió ansiosa.

El cuerpo de Anna subió de temperatura varios grados centígrados inexplicablemente. No sabía porque, de haber escuchado esas palabras de otra persona se hubiera sentido asqueada, pero el efecto de la voz de Dave y de su cuerpo sobre el de ella le nublaba la cabeza y le hacían desear cosas que escandalizarían a las monjas del internado.

Los pezones se le tensaron contra la delicada tela del camisón y los pechos se le volvieron pesados deseando ser tocados.

- ¿O quieres que te chupe el coño, preciosa? -Dave siguió con esa voz ronca que prometía los mejores placeres que una mujer pudiese soportar. -Responde... ¿Qué quieres? -Buscó con sus dedos el clítoris de ella y lo acarició suavemente, nunca rozándolo con fuerza, haciéndola desear más, empujarse contra él. Su carne estaba hinchada y latía prácticamente al mismo ritmo de su acelerado corazón.

Derritiendo la nieve (Forbidden I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora