CAPÍTULO 4: "¡UNA NUEVA VIDA!"

121 7 2
                                    



Pasaron los meses, las batallas eran cada vez más y más frecuentes. Los Dragon Slayer que en un inicio aparecieron, desaparecieron, y sólo quedaban los dos más fuertes: Acnologia y la chica carmesí, conocida como Carmesí por sus ojos, sus marcas y la vestimenta que llevaba. Todos hablaban de ellos, pero nadie sabía nada con respecto a sus vidas privadas. 

Algunos los alababan y otros los odiaban. Mientras que todo en la superficie era guerra y destrucción. La situación en el subsuelo, sin embargo, era de alegría, ya que Irene estaba a punto de dar a luz. La Reina aguantaba el dolor del parto, el cual era increíblemente insoportable, pero como toda persona humana debía soportar, pues estaba a punto de traer al mundo una nueva vida que cambiaría la de muchos.

- ¡¡¡¡IRENE-SAMAAAA!!!! ¡¡¡YA VIENE, YA VIENE!!! – dijo la escolta como si ella misma estuviera dando a luz. El soldado más fiel de la reina estaba presente también.

- ¡¡Aguante, Irene-sama!! - dijo con su voz grave, tratando de dar ánimos a su reina de la mejor forma que sabía. 

Pasaron las horas y por fin se escuchó el llanto de un bebé. La escolta fue quien se encargó de cogerlo en brazos mientras que sus ayudantes procedían a curar a Irene y a cortar el cordón umbilical del bebé. Posteriormente, la escolta lo lavó un poco y lo secó para que la reina pudiera cogerlo y mirarlo detenidamente. La madre, por su parte, no dejaba de respirar hondo, había sido un parto difícil para ella además de ser el primero.

- E-Es una niña... - dijo el soldado, al poder ver el sexo del bebé. 

La escolta miraba a la criatura y le hacía carillas.

- AY, QUÉ COSITAAA... – dijo mientras dejaba a la bebé en brazos de su madre. 

Irene miró a la recién nacida.

- Es verdad – dijo sonriendo y sonrojada al ver el rostro de su hija. 

El bebé lloró durante un rato, Irene empezó a ladearla mirándole con ternura, acunándola con sus brazos. Era una escena muy adorable, la cual todos deseaban que jamás terminara. El soldado, quien la conocía desde la infancia, se enterneció al verla así.

- Irene-sama... - dijo para sí mismo.

- ¡Ah, el nombre! ¡¿Qué nombre le darán?! - preguntó la escolta cayendo en ese detalle. 

Todos estaban tan enternecidos que ni la misma Irene oyó a la escolta, ella solo tenía juntas sus mejillas con las de su hija.

- Ay, ni se enteró  - dijo la escolta riendo un poco.

- ¿Qué nombre le dará, su alteza? - preguntó el soldado. 

La escolta pensaba en algún nombre, entre risitas y sonrisas vagas, aunque no llegaba a acuerdo alguno.

- ¿Y si le llamamos Bel, por Belserion-sama? -propuso el soldado sin esperar a que la madre pensara algo.

- Bel...- Irene mencionó ese nombre recordando a Belserion. Sonrió con algunas lágrimas, que más de ser de tristeza eran de alegría - Bienvenida, Bel - le dio un beso en la frente mientras la bebe reía despreocupada bajo la atenta y dulce mirada de los suyos. 

Así, pasaron los años. En un lugar remoto, Carmesí estaba sentada con la mirada perdida en el horizonte, apenas quedaban dragones a los cuales matar.

-Esto... Se termina... - dijo con la mirada un perdida. Parecía estar algo cambiada pero su fuerza aumentó tanto que todos más que adorarla la odiaban y ponían precio a su cabeza. Un humano pasaba cerca con sus armas y se preparaba para dispararla en cuanto la divisó.

Los últimos dragones del ApocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora