Se encontraba caminando de regreso a casa después de haber bebido junto a sus compañeros de Universidad.
No estaba borracha, pero tampoco estaba sobria.
Con mucho, mucho esfuerzo podía mantener el equilibro y caminar como un ser humano normal.
Sabía que estar sola y medio ebria a altas horas de la noche le pondría en peligro.
Pues ¿Qué pasaría si, en un descuido, la asaltan?
¿La secuestran?
¿La violaran?
Lo sabía, pero no le importaba.
Eso pasaba cuando tomaba más de la cuenta: perdía todo pensamiento lógico y crítico que ella juraba tener en todo momento, convirtiéndola en una persona torpe y sin remedio, que se deja guiar por sus instintos y repentinos impulsos.
O eso es lo que sus amigos dicen cuando tocan el tema.
Pero eso no importa, no por ahora.
Pues en este momento se encuentra en su casa, acostada en su cama desecha mientras que de su mente cruzan cientos de pensamientos referentes a la escuela, su dolor repentino de cabeza ocasionado por el alcohol consumido, familia y más.
Recalquemos que entre aquellos pensamientos también estaba Marceline.
Ella había decidido no hablarle.
Ni en la Universidad, ni en la parada de autobuses.
No porque estaba enojada con ella, o porque le desagradara.
Si no porque tenía miedo.
Miedo a que se enamorara más de su perfecta sonrisa, voz y persona.
Caer tanto que sería imposible salir ilesa del dolor.
Derretirse entre sus caricias al punto de olvidar quien es.
Era insegura, eso no lo podía negar.
¿Pero quién la podía culpar?
Todas sus relaciones pasadas habían terminado en malos términos.
Total, en todo el tiempo que habían cruzado palabra no eran más que conocidas que causalmente tomaban el mismo bus e iban a la misma Universidad.
Pero claro, estando borracha y es justificable que no pudiera pensar con claridad.
Y entre lágrimas y sollozos decide tomar una decisión.
Decisión que su "yo" sobria se arrepentiría.
Sacó su celular del bolsillo derecho del pantalón y comenzó a marcar el número de la persona poseedora de sus pensamientos.
Nota mental: Agradecerle de forma apropiada a Fionna por haberme dado el número de Marceline y haber ignorado sus quejas de lo raro que sería tener el número de alguien que apenas conoces y que apenas sabe de tu existencia.
Aunque... solo pedía, en lo más profundo de su corazón, que aquella llamada valiera la pena.
El sonido de espera llegó a sus oídos, causando que en su garganta se hiciera un nudo.
—Buenas, habla Marceline ¿Quién es?
Entonces dejó de respirar.
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Bubblegum
Fanfiction❬ Bubbline ; AU ❭ Bonnibel le hace una pregunta muy peculiar a Marceline: "Hey, ¿Quieres un chicle?"