—¡Gianluca, abre la puerta!
Piero tocó por milésima vez. Sus nudillos ya estaban rojos, pero no se dio por vencido. Gianluca llevaba más de dos semanas trabajando desde casa, sin pararse en la oficina ni para decir hola. No es que a sus empleados les molestara, no. Ya que lo que tenia de guapo lo tenía de tirano. Pero a él si que le afectaba, no solo porque implicaba tener que organizar sus juntas vía Skype, ni llevarle documentos importantes todos los días para que firmara, o aguantar los comentarios mal intencionados del grupo de secretarias chismosas del piso 4, no.
Significaba que cada puto día tenía que soportar la tortura de pasar al menos una hora encerrado con él en su apartamento, solos. Viendo como esos ajustados boxers Calvin Klein se amoldaban a sus esbeltas piernas, y como su cabello de medios rizos rebeldes le caía por la frente. Viendo como sus manos sostenían con delicadeza su pluma predilecta a la hora de firmar papeles, deseando que rodearan mucho más que la pluma. Sintiendo una opresión en el pecho cada que esos dulces ojos color miel lo volteaban a ver con profunda tristeza, buscando una respuesta que Piero no le daría.
— ¡Gianluca! — preocupado, estaba a punto de echar la puerta abajo de una patada, cuando vio que el picaporte giraba con indesicion. Despues de unos segundos, Gianluca abrió la puerta con la camisa blanca arremangada de un lado por encima de sus ligeros abdominales. Con la mano izquierda se frotaba el ojo, una señal de que se acababa de levantar apenas. Unos cortos boxers negros se abrazaban a sus caderas, dejando poco a la imaginación. Y su cabello lucía desordenado y caía en suaves ondas por su frente.
Jesús del Huerto.
A Piero se le hizo agua la boca, y tuvo que carraspear para no caer ante esa dulce imagen. Lo que daría por poder verlo así al despertar cada día por el resto de su vida.
— ¿Qué pasa? — dijo Gianluca con voz ronca — ¿no es muy temprano para que estés aquí?
A Piero se le cayó el alma a los pies. Había bebido de nuevo. De seguro la noche anterior había asistido a una de esas estúpidas citas a ciegas de la página web que frecuentaba. Y había salido mal, de nuevo.
—Es medio día, Gian — pasó por un lado suyo, rozándolo suavemente mientras pasaba. Se dirigió a la cocina mientras Gianluca cerraba la puerta.
—Oh, lo siento, Piero— dijo en tono lastimero — no dormí muy bien anoche.
—Me lo imagino— respondió Piero con sorna— fuiste a otra de esas absurdas citas, ¿no? — volteó a ver a Gian, quien estaba parado en un lado del sofá, con la vista hacia el suelo.
—S, si— se rascó el cuello— no salió muy bien.
—¿Ahora que pasó? — Piero se dispuso a sacar cosas del refrigerador y la despensa para hacerle de comer. De seguro llevaba mucho tiempo que no probaba bocado y eso no era bueno para él. Escucho la triste historia de cómo la chica lo detuvo a media charla porque Gianluca le pareció "demasiado soso". Estúpida de mierda.
A sus ojos, Gianluca era el ser humano más bello jamás creado. Era dulce por dentro, pero con una coraza de acero por fuera. Era un empresario feroz y capaz, que no perdonaba ni el más mínimo desliz. Era perfeccionista, controlador y tenaz. Pero cuando llegabas a conocerlo en verdad, te podías dar cuenta de que era el hombre más suave que te pudieras encontrar jamás. Lloraba con Titanic, por Jesús bendito. Tenía una almohada con gatitos estampados. Si una ancianita debía cruzar la calle el con todo gusto se bajaba de su automóvil para ayudarla.
Y todos esos pequeños detalles fueron los que hicieron que Piero se enamorara perdidamente de él. Era un caballero en perfecta regla, un hombre de gustos simples. Era... simplemente para él.
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Dominandote [IL VOLO- PIANLUCA] [+18]
RomanceGianluca Ginoble ha estado deprimido por las últimas semanas. Es el CEO de una compañía en crecimiento, sin embargo, cuando un comentario desagradable de una de las secretarias se mete en su cerebro, toma la madura decisión de encerrarse indefinidam...