4 - Primer día II

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El caso es que, saliendo al pasillo, vemos que el final de este está un poco lejos: o bien las clases son muy grandes o bien el aula 1-4 es especial.
—¿Qué os ha parecido? —pregunto a los otros tres, intentando romper el hielo.
—Mmm...
—¡Muy aburrido! Tener que estar sentada en una clase me parece un rollo —se queja Minka, inquieta.
—Bueno, pues a ver ahora —me encojo de hombros, sin realmente saber qué decirle.

Llegamos al aula 1-4 y entramos, puesto que la puerta está abierta. ¡Es una sala enorme! Al menos el triple de grande que la anterior pero, a diferencia de la otra, esta está a pie llano y no tiene mesas ni sillas. Solo una pizarra delante de todo, justo al lado de por donde acabamos de entrar, fluorescentes en el techo y varias ventanas que dan a otro exterior: en este caso, un poco de jardín y la valla de la academia.

Pero lo que más resalta del aula es la persona que está en medio, con los brazos cruzados, esperándonos. Es la misma mujer de ayer, o al menos eso deduzco por las gafas y el pelo azul con mechas naranjas. Solo que, en vez del atuendo formal que vestía, lleva una camiseta blanca, unos tejanos azules y unas chanclas naranja.

—Llegáis tarde.
En efecto, la voz es la misma. Femenina y firme, pero menos autoritaria. Los alumnos nos empezamos a reunir a su alrededor, intentando no hacer mucha piña puesto que hay sitio de sobras.
—Ya me visteis ayer en el discursito que tengo que hacer cada año, pero soy la decana Andrade. La jefa de todo este meollo. Pero llamadme Valira, no soporto las formalidades.
Así vestida no me extraña.
—Soy vuestra profe de Artes ofensivas. Entiendo que Artemisa ya os ha activado, ¿no? —Algunos alumnos asienten.— Bueno, pues pasemos a la acción, que seguro que algunos lo estaban esperando. Vamos a crear pequeños hechizos, uno de cada elemento, para que os familiaricéis con el tema y así veáis cuáles son vuestras afinidades.

Valira abre una mano, que sostiene cerca de su cuerpo pero visible para todos. Alrededor de esa mano, en una especie de círculo, aparecen una detrás de otra pequeñas porciones, por decirlo de algún modo, mágicas: una bola de agua, una de fuego, una piedra, un poco de viento formando una esfera, una bola de luz y una de sombra que parece una especie de agujero negro.
A Corvin se le abre la boca en sorpresa. Admito que a mí también me parece fascinante ver con qué facilidad maneja las artes arcanas.

—Estas artes, son, en este orden —señalando a cada una mientras lo explica—: Bola de fuego, Bola de agua, Esquirla terrestre, Aire circular, Mota de luz y Bola sombra. Si os fijáis cada hechizo tiene dos partes: el elemento que queréis crear y cómo. Esto es esencial para visualizarlo y lanzarlo correctamente, aunque en cursos posteriores aprenderéis a hacerlo sin necesidad de decir nada.
La decana Andrade baja la mano y, con ella, se desvanecen las artes.
—Ahora es vuestro turno. Para lanzar un hechizo, seguid estos pasos: primero, visualizad qué queréis lanzar y cómo. Si es necesario, cerrad los ojos para verlo mejor. Usad vuestra mano para controlarlo mejor. Segundo, decid el nombre del arte y abrid los ojos si los teníais cerrados. Tercero, manteneos concentrados para que no se desvanezca. Ah —añade—, a algunos de vosotros no os saldrán los hechizos. No os preocupéis: significa que tenéis afinidad nula con ese elemento. Unos os saldrán genial y otros no os saldrán por mucho que lo intentéis. Es completamente normal y no lo sabréis hasta que lo intentéis.

Muchos de los alumnos, mi grupito y yo incluida, parecemos reticientes a empezar a probar cosas nuevas dentro de un recinto cerrado. ¿Y si rompemos algo porque perdemos el control? Eso mismo deja caer un alumno cualquiera que no veo desde aquí.
—Oh, vamos —responde la profesora—. Esta sala ya la tenemos para esto. Está protegida con una barrera de grado 9. Mirad.
Valira hace un gesto para que los que tiene enfrente se hagan a un lado. Después, extiende ambos brazos, con las manos abiertas y apuntando los dedos hacia arriba. Hace una postura con los pies como si fuera a lanzar algo que tiene mucho retroceso.
—¡Hiperfulgor del perihelio solar!
Un gran haz de luz de, al menos, un metro de diámetro sale de las palmas de la decana e impacta en la pared que tiene delante. El lanzamiento es tan potente que los pies de la maestra retroceden unos centímetros hacia atrás. Por no hablar de que la luz es tan intensa que tenemos que apartar la vista. El espectáculo dura cinco segundos, lo suficiente para haber desintegrado a cualquiera al instante. En vez de eso, la pared que ha recibido el impacto de lleno ni siquiera tiene un rasguño.
—¿Veis? Si mi arte de luz más potente que conozco no ha conseguido dañar la barrera, nada lo hará. Y ahora a practicar. ¡Vamos!

Arcadia, academia mágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora