0 - Prólogo

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"—¡Mamá, quiero ser hechicera!"
Recuerdo ese momento como si fuera ayer. Yo, con siete u ocho años, corriendo hacia el estudio de mi madre, momentos después de haber presenciado un evento que cambiaría mi vida.

El caso es que, hasta hoy mismo, que es 2 de septiembre, mi familia y yo habíamos vivido en Aragón, una región del Imperio de Castilla que, por su orografía y tal tiene un clima muy caluroso y seco en verano. Aquel verano de hace diez años no era la excepción: tras unos días de ola de calor, se declaró un incendio casi tocando a nuestra urbanización. Los bomberos vinieron e intentaron aplacar el fuego sin mucho éxito. Estábamos a punto de evacuar nuestra casa hasta que pasó algo que jamás olvidaré.

Un señor muy peculiar se acercó, muy tranquilo y seguro de sí mismo, a la zona donde estaban los bomberos. Lo recuerdo muy alto, con un poco de barba oscura, un sombrero de esos típicos de caballero de las películas antiguas y una larga gabardina negra. Al tipo no parecía importunarle que hiciera cuarenta grados a la sombra. Y, entonces, se plantó delante de los bomberos, se abrió la gabardina y sacó de dentro un bastón de tamaño medio, decorado con una joya de color aguamarina en la punta. Abrió los brazos de par en par, sujetando el bastón en la mano derecha y gritó, a los cuatro cielos:

"¡¡Torrencial divino!!"

Unas nubes negras como la noche se apelotonaron justo encima del incendio y descargaron tal tromba de agua que lo apagaron casi al instante. Un espectáculo que duró apenas un minuto. Para cuando toda la urbanización quiso reparar en agradecer y felicitar al hombre, él ya no estaba allí, como si hubiera sido todo un espejismo.

Decidí que quería ser como ese hombre. Que quería ser muy fuerte para ayudar a la gente que lo necesitase. Porque, al fin y al cabo, en Castilla solo aproximadamente un diez por ciento de la población sabe usar magia. "Sabe", no "puede", porque en esta maravillosa realidad en la que vivimos, todo el mundo puede usar magia si antes aprende cómo. Esto no es como en aquellos mundos de fantasía donde solo unos pocos elegidos tienen un don que cambiará sus vidas y las de su alrededor.

Y a eso estamos dirigiéndonos ahora. El lunes 10 de septiembre empezará mi vida en la academia Arcadia, quizá la mejor del centro de Castilla, a unos setenta kilómetros al noreste de Toledo, en un minúsculo pueblo del que olvidé su nombre.


Forjaré mi propio destino.

Tomaré las riendas de mi vida.

Seré la protagonista de mi propia historia.

Pero antes, debo graduarme...

Arcadia, academia mágicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora