Banquito de las 4 estaciones

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 El sol brillaba con fuerza, el calor era abrumador y los niños daban comienzo a una guerra de agua, la plaza estaba llena ya que las vacaciones no se hicieron esperar y en el banco del frente se encontraban dos jóvenes muy enamorados, estaban tan juntos, tan inseparables, dejando de lado al verano. Un viejo amigo pasaba y saludaba como todas las tardes, luego se disponía a sentarse para hacerme charla de la vida y del pasado, me comentaba sobre amigos de nuestra infancia, familia y como uno de estos niños rompió una ventana de su hogar, mi vista volvió a dirigirse a la entrañable batalla que estaban teniendo los soldados mas jóvenes que haya visto jamás y una sonrisa acompañó a mis ojos, sólo me hizo recordar buenos tiempos le dije a mi amigo, me había visto sonreír y me resultaba imposible esconder el recuerdo, se despidió y a la par que él lo hizo, los jóvenes inseparables de igual manera marcharon. Dicen que el otoño es la estación de la vejez y la verdad que algunos pirulos de más ya tengo, mientras tanto yo como toda tarde me sentaba frente a ese banquito, era mi lugar predilecto, las clases habían vuelto a empezar y aquellos soldados ya no los encontraba, llegaron y enseguida soltaron un suspiro de lo agotadas que estaban, escuchaba como charlaban de la plaza y del barrio diciendo que estaba muy bien cuidado, que estaba tal y como lo dejaron hace unos cuantos años, 'éstas señoras me preguntaban sobre la plaza y yo con gusto les respondía, resultó ser que ellas dos de pequeñas habían vivido un largo tiempo aquí y volvieron para visitar, también me contaron que solían venir aquí con sus madres que eran muy buenas amigas y las cuatro juntas pasaban la tarde, dando de comer a las palomas, jugando y charlando. En el momento menos esperado como una gacela, sin aviso un hombre se llevó una de las carteras de la jovencita anciana, nos levantamos y sólo nos quedo observar y quejarnos, si hablaramos de animales nosotros eramos unas tranquilas tortugas, se despidieron preguntando dónde estaba la comisaria más cercana y agradeciendo por la breve charla que habíamos compartido. Una brisa helada acariciaba y con guantes en la mano cebaba un mate para entrar en calor, mi viejo amigo pasaba y me reprochaba por estar sentado solo en la plaza, levanté mi mano enseñando el mate, no me sentía para nada solo, navegando en mis recuerdos lograba entretenerme y mientras yo viajaba en el tiempo con muchas frazadas y muy abrigado, un errante se disponía a acostarse en el banquito para entrar en calor, me observó y un mate me pidió, no se lo pude negar, entablamos charla y me di cuenta que era un tipo muy inteligente, tratamos temas de política, trabajo y porque había llegado a donde esta, «la vida no es justa para vos ni para mí» dijo, lo había aprendido de muy jóven, le dejé mi termo y mate para que pudiera mantener el calor y yo me marché reflexionando sobre lo que me dijo. Jueves y la primavera saludaba, la plaza se rodeaba llena de colores vivos y las típicas mariposas revoloteaban por ahí, entendí que la vida es contradictoria en el momento que en el banquito de siempre una pareja parecía romper su relación y recordé al verano, éste era el momento para que esa pareja esté mes junta que nunca, peleados y dando la espalda se fueron en distintas direcciones y de pasada un niño jugando saltó sobre el banquito, rompió una de sus maderas y no comprendía lo que estaba ocurriendo, me quedé solo mirando al banquito, pensando cuantas historias lograba acumular y como daba comienzo a algunas y fin a otras, y yo, un simple espectador, cómplice de todo lo que ocurría cada vez que alguien se le acercaba y le daba uso.

Sin ConexiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora