Capgras

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 Sus ojos se abrían, luego hizo de igual manera la persiana y así también la puerta de su habitación. Él se encontraba en la cocina desayunando y ella feliz se acercaba lentamente a su pareja, lo abrazó por la espalda y un beso muy suave rozó la mejilla de Fernando. 

-Buen día... -Sacudiéndole el cabello y sonriendo- ¿cómo estás? -pregunto Alma, abrió la heladera y se preparó su desayuno-.

 -¿Genial y vos? -respondió con otra pregunta- acórdate, hoy a la tarde te espero en la plaza, no te olvides... -mientras masticaba su tostada-. 

-Tranquilo ahí estaré, no me voy olvidar, lo prometo... -mientras se le escapaba una sonrisa-.

 Alma solía ser muy olvidadiza y es por eso que Fernando siempre tenia que hacerle recordar todo. La historia de Alma y Fernando parecía una película, un cuento de hadas sería la definición, felicidad y diversión era lo que formaba a esta pareja. Hoy era el día en que la familia de Fernando conocería a Alma. Es ésta la razón por la cual ambos se propusieron reunirse en una plaza cerca a la casa de Fernando y así fue. Alma, dentro de un taxi, se dirigía al punto de encuentro, en un inesperado intento de no chocar, el taxista clavó los frenos ya que una moto se había cruzado sin respetar el semáforo, un fuerte golpe fue el que recibió Alma en la cabeza, aun así solamente soltó un pequeña muestra de dolor y se agarró la cabeza.

-¡Estúpido! ¿estás loco vos? -con la cabeza saliendo de la ventanilla el chófer insultaba sin vergüenza-. Discúlpame, ¿te encontrás bien?  -recordó que llevaba un pasajero atrás-.

 -Si si, estoy bien, solamente es un chichón, no pasa nada -su palma tocaba su frente y luego la miraba en busca de sangre, que no hacía acto de presencia-. 

-Como están las calles hoy en día... -resopló el taxista y prendió la radio-.

 Tras un viaje accidentado, por fin llego junto a Fernando, el cual no demoró ni un segundo en preguntar que le había pasado, Alma respondió que solamente fue un golpe. Ella no quería darle importancia, le era más importante conocer ahora la familia de su amado y dejar todo lo ocurrido en el pasado. 

-¡Muy rico todo Míriam y un placer conocerte! -con la otro mano acompañada de una sonrisa se despedía de Alberto, el padre de Fernando-. 

-¿Y? ¿qué te parecieron? -con vergüenza preguntaba-. 

-Tu madre es un encanto y tu padre es muy gracioso, ¿no entiendo por qué...? -tras pestañear sintió que algo andaba mal en Fernando, abrió y cerró sus ojos nuevamente, la normalidad había vuelto- ¿no entiendo por qué no me los presentaste antes?. 

Fernando se le quedó mirando en el momento que Alma actuó de manera extraña, pero decidió ignorarlo, la tomó por su hombro y mientras caminaban su respuesta fue simple, vergüenza. Llegaron a su hogar alquilado, el cual mantenían con fuerza juntos y mientras Alma cerraba la puerta del baño miró a Fernando, nuevamente notó algo raro en él. Cerró la puerta y sentada en el inodoro, haciendo sus necesidades, empezó a convencerse que ese hombre no era su pareja. De repente la puerta del baño se abrió dando un fuerte golpe contra la pared y con una cara de desquiciada Alma comenzó a escupir preguntas sobre el individuo que se encontraba acostado en la cama. 

-¿Qué hiciste con Fernando? ¿por qué te ves igual que él? -un poco desprolija y roja como un tomate realizaba sus raras preguntas con un tono muy elevado. Mientras lo empujaba intentando sacarlo de la habitación el pestañear cambiaba la realidad-. 

-¡Mierda!, me asuste mucho, ¡no sabía que actuabas así! -volviéndose a tirar en la cama con su celular-.

 Mientras tanto, Alma, congelada y con cara muerta, se quedó quieta sin mover un solo músculo mirando la puerta, intentaba procesar lo ocurrido, notó por primera vez que algo no estaba bien, aun así, prefirió callarse. Se acostó dando la espalda a Fernando y volvió a estado vegetal, sus músculos dejaron de existir, el cansancio la derroto. A la mañana siguiente, ya un poco más calmada, otra vez se despertó con otro Fernando de igual aspecto, Fernando el mismo de siempre, divertido y un poco vergonzoso para Alma paso a ser un poco dictatorial y claramente menos divertido. 

-¿Hoy vas a hacer pizzas? -su taza de café se acercaba a su boca. Un sorbo y soltó mas palabras- pero agregále aceitunas, porfa pichona-.

 La nueva orden había llegado a los oídos de Alma pero la reacción fue totalmente diferente a la de anoche, sumisa Alma respondió.

-Si... -de un gran sorbo termino su café y tomando su bolso Fernando se fue al gimnasio-.

 Frente al espejo se encontraba ahora Alma, imperfecciones, buscaba imperfecciones pero ella era perfecta, la rara no era ella sino Fernando, su mente comenzaba a jugarle en contra, todo estaba por acabar. Las horas pasaron, las pizzas estaban en el horno y Fernando como siempre, luego de regresar del gimnasio, evitaba saludar a su novia por lo sudado que regresaba, rápidamente entró y como una bala se dirigió al baño a darse una ducha. Alma, mientras cortaba las aceitunas, echó una veloz mirada a Fernando, definitivamente ya no era él, lo notó más alto de lo normal y más estirado, sus brazos colgaban y sus pasos era más largos, la cara no se la pudo ver y delgado lo percibió, dejó de ser humano cuando vio que su piel era de color azul claro. Regresó su mirada a las aceitunas, tomo el cuchillo y como una escena conocida de Psicosis, corrió la cortina de la ducha asestando varias apuñaladas a Fernando, desahogada por haberse liberado de esa criatura, se miró al espejo, nuevamente en ella no había error y ahora en Fernando tampoco, era su novio, el que se encontraba muerto en la ducha, desesperada soltó el cuchillo y en shock llamó a la policía, regresó al baño y otra vez su mente la engañaba, un ser fuera de este planeta se hallaba muerto en su bañera, Alma colapsó. Blanco era lo único que veía, la celda cuadrada parecía infinita por su color, su ropa también era blanca y sus brazos atados se encontraban. Loca, la consideraron, y termino en un manicomio, años después descubrieron que padecía del Síndrome de Capgras.

Sin ConexiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora