46. Regalos de luz, regalos de oscuridad

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Una fresca neblina abandonaba la calle donde vivía Lucas, a medida que el sol ocupaba su lugar en el cielo. Aunque era temprano aún y por lo general reinaba el silencio, de vez en cuando se oía en la distancia algún alboroto alegre de niños emocionados con sus regalos de Navidad.

En realidad, ni él ni sus amigos acostumbraban a recibir sus regalos el día 25, pues normalmente llegaban el 6 de enero, pero aquel año se habían adelantado.

Lucas salió por la puerta trasera, con un pesado aparato pegado a la oreja, de color gris plateado.

— ¡Ay, ya os veo! ¡Ya os veo! ¡Estoy aquí fueraaa!

Los coches de las otras familias llegaron uno detrás de otro, y en el de Víctor se veía al rubio apretado contra la ventana, sujetando otro aparato similar, de color azul marino.

— ¡Holaaa! Tío que cuelgo ya, ¿eh? A ver, para colgar era el botón rojo, ¿no?

— ¡Siempre! ¡La respuesta SIEMPRE es el botón roooojo! — sugirió Sketchmon desde el maletero.

Eli, en su coche, no paraba quieta.

— Pero de verdad, ¡que no hacía falta! Y encima con el gasto que va a ser el saldo, y las llamadas... ¿para qué me hacéis caso? Pero, gracias... pero...

— Oye, si no lo quierez me lo quedo yo — Monmon estaba agachada entre bolsas, sentada en el chasis —. Pero me vaz a tener que decir cómo funciona.

— ¡Ohhh, ni hablar! — Eli se aferró a su nuevo móvil blanco —. No, no, no... mmm, ¿qué es esto de los "biorritmos"? Ah... dice que tengo cinco estrellas en suerte, cuatro estrellas en dinero, dos en amor, y tres en salud. ¿Pero esto qué eees?

— Aaaah... — María suspiró con desinterés.

— Sí, tienes razón, ¿te imaginas que un móvil me cuente mi futuro? Sería un inventazo. Un inventazo imposible... creo yo.

Iván ponía cara de intensidad mientras llamaba con su teléfono negro. Óscar empezaba a temerse que la llamada no era fingida.

— ¿Qué haces por ahí, copiloto?

— Vaya, no me responde... quería llamar al 666-666-666, dicen en Internet que te sale un ruido raro, como alguien respirando o algo así.

— ¿Y qué pretendes, que te responda Atención al Cliente del infierno? Anda, cuelga patán, no vayas a molestar a alguien.

— Uhhh, te da miedo, te da miedo... — bromeó Iván, a la vez que se quitaba el cinturón para bajarse.

Los integrantes del equipo se reunieron a la puerta, contando lo que les habían regalado, pero desde luego los teléfonos móviles eran los protagonistas. No sólo por lo innovadores que eran aquellos trastos del tamaño de sus manos, sino por lo útiles que les iban a resultar. Curiosamente todos eran del mismo modelo.

— Pues son buenos, ¿eh? — comentó Víctor —. A mí ya se me ha caído el mío por las escaleras y oye, ni un rasguño. A saber de qué estarán hechos.

— Monamona, ¿crees que habrá ChroChrome Digizoid en el mundo de los humanos? — Sketchmon se acercó a Monmon con un signo de interrogación en la pantalla.

— Puez... la verdad, es que no lo zé, yo creo que... — Un agudo ladrido interrumpió a la mona inesperadamente —. ¡Ay! ¿Qué ha zido eso?

— ¡Ah, sí! — Lucas se dio una palmada en la frente —. Mi madre también ha tenido un regalo de Navidad un poquito especial. Esperad... he dejado la puerta abierta, ¿verdad?

Una misteriosa criatura comenzó a cargar sus niveles de adrenalina dentro de la casa, preparándose para despegar a lo largo del salón a velocidades superluminales, en un despliegue majestuoso de inagotable energía perruna.

Digimon Extend III: El regreso del rey de la UmbraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora