48. El lado oscuro de la luna

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Después de todo lo que presenció en el castillo Discordia, Lucas era completamente incapaz de comer o dormir. Y sabía que se debía en parte a la culpa que aplastaba la conciencia de Apollomon. Por mucho que intentase, de alguna manera, consolarle y asegurarle que su hermana estaría bien, sus palabras o pensamientos no terminaban de llegarle.

No sabía exactamente cómo, pero el vínculo entre ellos se había estrechado mucho últimamente, hasta el punto en que ambas mentes estaban parcialmente unidas. A medida que digievolucionaba, notaba que su consciencia iba quedando en un segundo plano dejando paso a la de Apollomon, mientras en su forma humana, Lucas era plenamente consciente y Apollomon apenas podía comunicarse con él.

Aquella dualidad tenía sus pros y sus contras. Podían compartir sus ideas y unir su poder, si es que un humano podía aportarle algo a un Digimon como él. Pero también ocurría que, si uno de los dos estaba afectado por algo, los dos lo sufrían. ¿O quizá aquello era normal? ¿Tendrían los elegidos y sus compañeros Digimon una relación similar?

— Ojalá pudiera saberlo — se dijo, dando vueltas en la cama y hundiendo la cabeza en la almohada. Estaba totalmente agotado —. Todos esos niños con compañeros Digimon... fueron elegidos por algo o alguien, por alguna razón. ¿Pero qué somos mis amigos y yo? No fuimos elegidos por nadie. Sólo somos humanos sin padres biológicos que nacieron de Digimon en algún experimento raro. Todo fue casualidad, no hay una razón por la que nos hayan escogido, tan sólo tuvimos "suerte". Ni siquiera somos tan especiales... la gente especial se lo gana, no nace así.

Al mirar al suelo, vio que la luz de la luna se filtraba por las persianas.

— Espero haber hecho lo correcto...

— Subsuelo lunar del mundo digital —

Una cazadora de armadura blanca y azul se precipitó al suelo rocoso de cara, entre añicos de hielo tan fríos que cortaban el aire. Con su cuerpo completamente rígido y entumecido, comenzó a mover los dedos torpemente, palpando la roca. Sólo el tacto funcionaba en su mente, acompañado poco a poco por el oído, el olor a hielo salado, metal y oscuridad. La vista aún no la acompañaba.

Y la memoria tampoco. Tan sólo un enorme bloqueo en su cabeza. No recordaba cómo hilar pensamientos, no recordaba quizá ni cómo hablar. Exploraba el recinto de características indescriptibles para ella como una recién nacida.

— Bienvenida al mundo, Dianamon. ¿Qué se siente al nacer de nuevo?

Oía una tenebrosa voz emtiendo fonemas... ¿quizá tenían significado? No entendía. Pero al oír esa voz, la oscuridad que impregnaba el ambiente vibraba solemnemente, respondiendo ante su eco.

Gateando hacia delante, totalmente desorientada, sin aliento y sin fuerzas, logró aferrarse a un objeto firme, pero no era agradable. Emanaba un poder oscuro y agresivo que le hacía daño al tocarlo, o más bien le hacía sentirse mal, como si perturbara algo en su interior. El objeto tiró de ella para ponerla en pie, y aunque sus piernas no respondían del todo bien, pudieron sostenerla correctamente.

 El objeto tiró de ella para ponerla en pie, y aunque sus piernas no respondían del todo bien, pudieron sostenerla correctamente

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Digimon Extend III: El regreso del rey de la UmbraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora