60. ¡Mundo digital, extiéndeme tu mano!

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La quietud del espacio resonaba con una urgencia palpable. Aunque DekkaiGracedramon se aproximaba a toda velocidad a la esfera azul del mundo digital, ahora oscura y sombría, a aquella distancia el viaje se hacía eterno.

Parecía que a pesar de todo iba a ser un breve instante de silencio, pero no fue así. A medida que se acercaba, empezó a ser acosado por visiones terribles. Desde lejos, tan sólo grietas entre placas tectónicas. De cerca, horrendos terremotos que abrían abismos por todas partes, los cuales daban directamente al área oscura.

Tierra y mar, Digimon e incluso digihuevos caían al vacío llamados por una fuerza incomprensible, entrando en una profunda oscuridad donde aguardaban enormes fauces y tentáculos negros que recogían cada vida, cada dato sin que escapara.

Sentía, con horror, el crujir de los dientes al masticar, la presencia en aquel planeta que no paraba de crecer. Y crecer. Y más crecer.

Finalmente, de los abismos surgió una espesa tiniebla que lo consumió todo antes de que él llegara a tiempo, y todo el mundo digital se disolvió, en apenas unos segundos, en total y absoluta oscuridad. Entonces, la sensación de urgencia desapareció, siendo sustituida por invitación. Si antes sintió la llamada de tantos Digimon pidiendo ayuda, de alguna manera, ahora no había ninguna llamada de socorro. Pero seguía habiendo algo o alguien que le llamaba, con intenciones mucho más amenazantes.

Algo cambió en el espacio tiempo de aquel mundo. Un escalofrío trascendental que recorría la misma naturaleza de la realidad. Y el planeta hecho de pura oscuridad se convirtió en una bola de llamas negras, que crepitaban sugerentemente.

— Al fin... la perfección es mía.

Aunque indudablemente era Goupemon quien hablaba, su voz había cambiado por completo. Aquel horrible sonido exudaba tal magnitud de malicia con cada fonema, que sólo podía venir de las profundidades del infierno, retorciéndose para simular una terrible garganta.

Las llamas comenzaron a moldear el mismo planeta, formando piernas y grandes brazos decorados con cuernos y colmillos, y con unas garras de dedos peligrosamente puntiagudos.

El torso era grotescamente poderoso, lleno de tentáculos que se retorcían ávidamente a su alrededor, y conectaban con la pelvis desde la que ondeaba la cola llena de afiladísimas aletas con forma de serrucho. Del ancho cuello, conectado con otros dos tentáculos que bajaban por su espalda en forma de X, surgió la cabeza, de la que brotaron dos soberbios cuernos torcidos en zig zag, parecidos a los otros dos cuernos que sobresalían de su pecho como una V, y que quedaban a ambos lados de su mandíbula de exagerados colmillos.

Sus cuatro alas, ahora completamente negras y verdaderamente diabólicas, salieron violentamente de su espalda, y se desdoblaron, revelando que eran ocho en realidad.

— ¡Muerte al rey de las sombras! — mientras su armadura, de un color púrpura más profundo que antes, era iluminada por las marcas de energía malévola que fluía en su interior, otra llama oscura apareció sobre su frente, envolviendo una corona aparentemente hecha de oscuridad sólida con la forma de la marca de Deimos, que también estaba en varias partes de su cuerpo. Abrió los ojos, negros y con penetrantes pupilas carmesí que llameaban viciosamente —. Desde ahora soy Goupemon, coronado por las tinieblas mismas, como el dios de la oscuridad.

 Desde ahora soy Goupemon, coronado por las tinieblas mismas, como el dios de la oscuridad

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Digimon Extend III: El regreso del rey de la UmbraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora