EL DÍA MÁS TERRIBLE

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-Duerme- dijo y me cerró los ojos con su mano.

La mañana siguiente cuando me desperté estaba un poco desorientada y mareada, pero me acordaba de toda la noche anterior.

-¿Axel?- llamé pero nadie me respondió, supongo que se fue.

Me levanté de la cama y me fui a la cocina a prepararme algo de comer. Sólo pensar en todo lo que le dije y lo que tuvo que ver me muero de la vergüenza. Esta noche iré al antro para ver si está allí y poder disculparme.

El día me pasó muy deprisa, ya que estuve todo el día tirada en el sofá sin hacer nada, hasta que llegó la hora de irme. Esta vez no me vestiría para luchar porque estoy hecha mierda, aparte de que aún tengo alguno que otro moratón en la cara.

Me puse unos pantalones negros rotos, una básica blanca, mis zapatillas deportivas Adidas y finalmente me hice una coleta alta. Antes de irme me puse una chaqueta de cuero negra, cogí mi bolso y las llaves del coche.

Cuando llegué al antro no me esperé como siempre había hecho y pasé directamente saludando al portero. Había muchísima gente, me sería imposible encontrarlo en un buen rato.

-Esta noche tenemos a nada más ni nada menos que a Axel que luchará contra Sebastián.

Cuando oí esto inmediatamente mi cabeza giró al ring. Ahí estaba él, sin camiseta mostrando todos sus músculos y con unos pantaloncitos cortos negros. Su contrincante era enorme, pero por lo que me ha enseñado mi padre no todo es lo que parece ser.  El árbitro dio el pitido de comienzo y Sebastián le intentó dar un puñetazo que Axel esquivó con facilidad. Axel solo se defendía, aún no había atacado en ningún momento, yo esta estrategia ya la conocía, cansar al otro y luego atacar. Pero por lo que veo Sebastián tiene mucha resistencia, si no hace algo, algún golpe... me callo, Sebastián acaba de darle un puñetazo en la mejilla. Corrí apartando a la gente de mi camino a empujones y más de uno me insultó. Me puse a su lado, pero él estaba muy centrado viendo con odio a Sebastián.

-Venga ratita de cloaca, atácame- dijo Sebastián provocándole.

-Axel- grité con todas mis fuerzas y él se giró para mirarme con sorpresa, momento que Sebastián aprovecho para golpearlo en el abdomen- Axel- volví a gritar- A la pierna derecha, ataca a la pierna derecha.

Axel sin pensarlo dos veces me hizo caso y Sebastián cayó al suelo quejándose de dolor.

-Puta- me gritó Sebastián desde el suelo.

-A ella no la insultes- dijo Axel dándole puñetazos sin parar.

El árbitro ya hacía rato que le decía que parara pero él pasaba. Finalmente me subí al ring y lo intenté separar, él con todas sus fuerzas, me intentó pegar pero yo lo esquivé.

-¿Pero qué haces loco?- chillé histérica y él paró mirando el sitio donde había tirado el golpe y se quedó de piedra.

Se levantó y se empezó a rascar la nuca con nerviosismo- yo- dijo mirando al suelo.

-Se que no me querías golpear a mí, vámonos- dije cogiéndolo de la mano y él me dejó, cosa que me sorprendió.

-A veces sí que tengo ganas de golpearte- me dijo en el oído poniéndome la piel de gallina.

-Yo también las tengo- dije para replicarle y él rió.

- ¿Por cierto que haces aquí?- me preguntó con una ceja levantada.

-Me vine a disculpar, por lo de ayer y también a agradecerte por haberme ayudado, no sé qué hubiera pasado si no me hubieras traído a casa.

-Te habrías follado a un feo que te entro en el bar- dijo serio.

-Me acuerdo de él- dije.

-¿Te acuerdas de todo?- dijo mirándome con una ceja levantada.

-De todo, y tengo la imagen de ti mirándome el cuerpo mientras me desnudaba, no sé porque será- dije abriendo la puerta de la habitación de siempre.

-Si te acuerdas de esto, ¿también te acordaras cuando me dijiste que te gustaría follar conmigo?- yo me puse roja al instante en el que él terminó la frase.

-De eso no me acuerdo- dije mirando a todos lados menos a él.

-Ya, seguro- dijo sentándose en el sofá.

-Te voy a curar las heridas- le informé mirando su rostro.

-No hace falta- dijo de manera chulesca.

-No he preguntado- dije entrando en el baño y cogiendo el botiquín- no sabía que luchabas - dije mientras lo curaba.

-Pues ya ves que si- dijo encogiéndose de hombros.

-¿Y tu entrenador?- pregunté curiosa.

-No necesito entrenador- dijo mirándome con superioridad.

-¿Qué? ¿cómo?- pregunté confusa.

-Solo las chicas necesitan un entrenador.

-Eso es muy machista- dije apretándolo más de lo debido y él me fulminó con la mirada -¿Cuando te fuiste anoche?

-Cuando te quedaste dormida- dijo levantándose de golpe y apartándome de un empujón.

-¿Pero qué coño te pasa?- dije exasperada y irritada- eres un bipolar de mierda, estoy harta- dije tirando todo lo que tenía en las manos al suelo.

-Fuera- dijo señalando la puerta.

-Eres odioso, y tendrías que controlar un poco tus palabras porque a veces haces daño a las personas- dije cerrando la puerta de un portazo.

Me fui a mi piso muy cabreada como para irme a dormir. No pienso volver a ese antro y no pienso volver a hablar con él.

El boxeo, nada más. (PAUSADA)Where stories live. Discover now