Capítulo 17

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Las manos de Guillermo bajaron cuando Eider comenzó a corresponder, fue deslizando ese molesto pans dejando que cayera junto a la ropa interior hasta sus tobillos, y luego comenzó a desabrochar los botones del pijama en la parte superior. Eran demasiados, jaló la prenda arrancando los botones que quedaban.

—Oye, la rompiste. —se quejó Eider empujándole un momento para ver el destrozo.

—Eso es lo que menos importa. —Guillermo terminó de quitarle lo que quedaba del pijama.

Tomó su cintura volviendo a buscar sus labios antes de escuchar algún reproche más, lo último que necesitaba era que Eider se negara a continuar. Para suerte suya, el chico le permitió continuar y levantó los brazos envolviéndolos en su cuello, estirándose lo más posible hacia él.

Guillermo lo levantó sentándole sobre el lavabo y comenzó a acariciar esas suaves piernas que se abrieron para él, Eider parecía completamente dispuesto a entregarse después de tantos contratiempos. Los besos no eran suficientes, estaban desnudos y Guillermo tenía una gran erección que llevaba rato intentando controlar, ya no hacía falta, tomó una pierna del chico levantándola para permitirse llegar a su pequeña entrada, acomodó su miembro húmedo por el líquido que desbordaba, eso le abría paso mientras se impulsaba al interior, escuchando las suaves quejas que sonaban más como sutiles gemidos.

Sintió la respiración entrecortada de Eider, recargándose en su pecho dejándose invadir de esa manera, su cuerpo se estremeció y se aferró más a Guillermo cuando éste había entrado por completo en un movimiento más fuerte de lo esperado.

Le cargó un momento bajándole del lavabo y lo llevó contra la pared, Eider arqueó la espalda sintiendo el frío azulejo mientras el mayor comenzaba a moverse. Las embestidas comenzaron a ser lentas, el placer que provocaban era mutuo. Eider recibía cálidamente la virilidad de ese hombre, complacido por poder disfrutarlo, pues le había extrañado de esa forma y ni siquiera lo supo hasta ese momento.

Poco a poco el ritmo aumentaba, sus cuerpos se habían calentado excesivamente, pero nada era demasiado aún. Guillermo tomó el rostro del chico y besó su mejilla buscando sus labios, Eider levantó la mirada atrapándole un momento mientras sus respiraciones agitadas chocaban entre ambos.

Nada importaba, solo ellos.

—Si sigues mirándome así... —murmuró Guillermo conteniendo el aire un par de segundos, jadeó negando y besó a Eider sin decir lo que había pensado, pues esos tiernos ojos le provocaban demasiadas sensaciones que no podía admitir.

El menor no comprendió lo que pasaba con Guillermo, pero sintió una calidez extraña en su pecho que le hizo olvidar las crueles palabras que antes escuchó, de la misma boca que ahora le besaba tan apasionadamente.

Eider le pidió más y Guillermo lo complacía, el vaivén era cada vez más fuerte y el frío de la pared ni siquiera molestaba al chico, quien se excitaba nuevamente por el roce de sus cuerpos, por las caricias indecentes de los dedos ajenos apretando partes tan sensibles, como sus pezones, donde iniciaron antes de bajar hasta su miembro, le acariciaba nuevamente ese lugar que alguna vez dañó, su delicadeza al masturbarle desentonaba con las duras y profundas embestidas que daba a su interior, ese contraste aumentaba el placer del chico que se sentía a nada de volver a correrse, a pesar de haberlo hecho poco antes.

Echó la cabeza hacia atrás y con una serie de gemidos tan provocativos, acabó, sintiendo que Guillermo entraba a fondo llenándole apenas unos cuantos segundos después, la sacudida que provocó en ambos fue la cumbre de aquella entrega tan ansiada.

Entonces llegamos a esto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora