Capítulo 34

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Pasaron así algunos minutos, el silencio les permitió pensar a ambos, Guillermo sabía que, si quería a ese chico a su lado, debía aprender a sobrellevar el odio que sentía por su pasado, era imposible encontrar a cada maldito que había dañado a Eider y hacerle pagar, tampoco solucionaba nada reprochándole por permitirlo, si el único afectado era el menor, ofenderse por aquello de lo que Eider ni siquiera tenía control resultaba por demás estúpido.

—Esto..., no creo enserio que sea una porquería. —susurró Eider tras haberse tranquilizado durante ese momento.

—Lo es, lo único que tengo para dar es una completa mierda disfrazada de amor. Pero es lo más sincero que puedo ofrecerte. No serás feliz a mi lado, ni siquiera he podido hacerte reír en todo este tiempo. —murmuró Guillermo suspirando pesadamente. —Sin embargo, no puedo dejarte ir. ¿Lo entiendes? Esto será un problema si no quieres saber más de mí.

—Yo...yo no creo que sea una mierda, porque, no siempre eres así. Tal vez no me haces reír porque no eres gracioso. —comentó separándose un poco para mirarle.

Su pequeño rostro estaba rojo igual que sus irritados ojos, pero una pequeña y tímida sonrisa se asomó en la comisura de sus labios.

—Pero, por ejemplo, el día que enfermé me cuidaste, e hiciste lo mismo hace días. También me has dado regalos...

— ¿Te refieres a la lencería? Eso es más un regalo para mí.

—No entiendo, si yo soy quien la usa. —murmuró Eider notándose bastante confundido.

Guillermo tomó el rostro del menor con ambas manos, su ingenuidad era arrolladora, ese chico jamás entendía nada, aún recordaba la manera en que lo incitó a usar aquel primer conjunto, fingiendo que iba a devolverlo si no le agradaba, y Eider no lo pensó dos veces antes de correr a ponérselo tratándose de un regalo que él escogió personalmente. En ese momento el chico ni siquiera parecía saber lo que provocaría, y le mostró el atuendo dudando únicamente sobre cómo luciría con algo así.

—No sigas acercándote. —pidió Eider cuando Guillermo se inclinó sobre él, puso una mano contra su pecho, deteniendo su intento y mirándole a los ojos, tratando de controlar los acelerados latidos que se desataron ante la cercanía.

Pensar en los labios de ese hombre arrancándole el aliento era demasiado para él, admitía que lo deseaba, pero las cosas no podían ser así, una cosa llevaría a otra y al final acabaría volviendo al inicio, cuando Guillermo solo le veía como algo con qué complacerse.

—Voy a perdonarte, pero no voy a acostarme contigo. —advirtió Eider con total convicción. —Aún no, porque para ti solo he sido esto, y si es verdad que sientes algo por mí...

—Respetaré lo que quieres, es lo menos que puedo hacer después de todo. —Guillermo cedió por el momento y se separó de él.

Sabía lo que Eider quería decir, si realmente lo amaba como dijo antes, no debía buscar intimar apenas le había perdonado, eso solo echaría a la basura sus palabras y con justa razón Eider creería que solo lo quería con esa intención. Se separó de él sabiendo perfectamente que seguir tan cerca solo haría que su entrepierna reaccionara aún más. Ese chico tenía una facilidad increíble para excitarle aún cuando no era su intención. Al final tomar distancia no fue tan buena idea, tenía a Eider en su habitación, a solas, con apenas un pequeño short cubriendo casi lo suficiente.

— ¿Cuánto tiempo quieres? —inquirió pensando que sería imposible aguantar por mucho tiempo esa abstinencia, ya había pasado suficiente sin tenerlo, y le jodía no poder tocarlo.

Entonces llegamos a esto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora