Capítulo 14: La distancia que nos separa

6.2K 248 14
                                    

Acontecieron más de las dos de la mañana y Mario no aparecía. No tenía ni idea de dónde podía estar, no conocía lo suficiente la ciudad como para ir a buscarlo. Tomé un taxi y, con mi penoso inglés, indiqué al conductor que me llevara a los principales lugares turísticos de la ciudad, conociendo bien a Mario, supuse que podría estar en cualquiera de esos sitios. O allí o en un bar de ambiente gay.

No dejaba de mirar por la ventanilla del coche, todas las personas que pasaban aceleraban mi pulso cardiaco, deseaba que una de ellas fuera Mario. Improvisé un plan de disculpa, una excusa, algo que decirle, un perdón por mi comportamiento, un “te has pasado”. Obviamente debía de ser sincero, aunque comprendía la reacción de Mario, el alcohol le había hecho exagerar un poco la situación. Temía que no volviera, temía que se hubiera perdido por la ciudad y que no lo encontrara, temía que le pudiera pasar algo grave.

Al final lo encontré, pedí por favor al taxista que parara en la esquina de la calle dónde vi a Mario. Mucha fue la cantidad de dinero que tuve que desembolsar para pagar a aquel buen hombre, pero mereció la pena.

- Oh, has venido en mi busca – Se notaba que había bebido mucho mas de la cuenta.

- ¿Puedes darte la vuelta y hablar conmigo? Por favor – Le supliqué.

- ¡Oh, vaya, ya está aquí Don Exigencias! – Gritó

- Recapacita y volvamos al hotel, por favor.

- Siempre con las mismas estupideces David. Estoy harto de todo.

- Imbécil – Mis ojos se llenaban de lágrimas al ritmo que mi voz temblaba.

- Estamos aquí porque la cagué, David. La cagué bien cagada. Y ahora vas y la cagas tú. No creo que debamos seguir con esto.

- Mario, ¿te estás oyendo? Espero que esto sea por culpa de la borrachera. No tiene gracia.

- ¿Pero de qué coño hablas David? ¿No te das cuenta de que no somos buenos el uno con el otro? Lo único que ha hecho el alcohol en esta situación es que tenga valor para decírtelo.

- Regresemos al hotel Mario. ¿Tú sabes la barbaridad que acabas de decir?

Estuve un rato esperando hasta que se dio la vuelta. Miré a su rostro y pude ver una herida en el pómulo.

- Ma, Mario… ¿qué te ha pasado?

- Me he caído antes. Nada importante.

- ¿Mario estás llorando?

- David, te amo, pero no puedo seguir así. Los celos y el miedo por perderte me corroen por dentro. No creo que sea bueno para ti. Una distancia abismal nos separa incluso estando en la misma cama. Me voy alejando y no sé qué hacer.

- Mario, mañana lo hablamos. Volvamos al hotel por favor.

Caminaba de la mano con Mario por la calle hasta encontrar, de nuevo, un taxi que nos llevara al hotel. No me sentía a gusto, íbamos de la mano porque creo que el estado de Mario no era el más óptimo como para que caminara sólo.

Su piel contra la mía… era una sensación que quemaba, como si les estuviera dando la mano al diablo.

- Estoy muy cans… - Mario no terminó la frase, cayó como un tronco sobre la cama.

Lo desnudé, arropé y besé en la frente. Pude inhalar su olor; una mezcla de su propio aroma corporal, ese que tanto me embriagaba y calmaba, y alcohol. Reflexioné sobre la posibilidad de que fuera la última vez que estuviera tan cerca de él. Me senté en un sillón y me quedé dormido.

-David, David despierta. Es tarde peq… Se hace tarde.

- Buenos días. ¿Cómo estás?

- Bien. – Pude ver que se había desinfectado la herida.

El insomnio de tu mirada [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora