Aún estaba atónito por lo que había pasado la tarde anterior con Mario, no podía creer que hubiera tenido sexo con un hombre y que esto me hubiera gustado.
Recibí un mensaje de WhatsApp sobre las 10 de la mañana, era él.
"¿Quedamos a las 11:30 y tomamos un café? Se puntual, en la cafetería de debajo de tu piso. Tengo que contarte algo..."
¿¡Qué me querría contar!? Sudores fríos recorrían mi cuerpo, empecé a temblar y no sabía qué hacer. No quería que se me declarara, ni nada de eso. Pero cuando miré el móvil, había mucho más que mensajes de WhatsApp e interacciones de Twitter. Una llamada perdida, de Elisa.
- ¡Maldita zorra! Que es lo que pretende ahora, porqué me llama. Bueno, quizá se haya equivocado de número. ¡Que le den! - pensé, mientras decidía que ponerme.
Las 11:50 y Mario aún no había llegado. Comenzaba a ponerme nervioso porque no era normal su impuntualidad.
-Hola, David. - me dijo Mario por detrás, mientras me abrazaba y me besaba en la mejilla. Su tono era bastante más serio de lo habitual.
- Joder - dije -ya pensé que no llegabas. ¿Qué era eso tan importante que me tenías que decir?
- Ayer me llamó Elisa, en tono preocupado. Se intentó suicidar, ahora está en el hospital. Lo último que me dijo es que si le pasaba algo quería verte.
Aluciné, noté como se me hundía el pecho, empecé a sudar y se me nubló la vista.
- David, eh, David - chasqueó los dedos ante mis ojos.
- ¿Pero está bien? ¿Cómo ha sucedido todo? - pregunté con voz temblorosa, quebradiza y casi a punto de llorar.
- Si, está bien y fuera de peligro. Pues – continuó en un tono muy alterado, mientras seguía sin dar crédito a lo que me decía - anoche me llamó, sobre las 4 o así. Me dijo muy asustada que había hecho una estupidez, y que si le pasaba algo, quería verte antes de morir. Le grité: "que has hecho joder" y se desplomó al suelo, oí como caía, ella y un bote de pastillas.
Seguía sin dar crédito, no podía creer lo que pasaba. Mi instinto de caballero me hizo hablar, aunque no quería verla ni en pintura, hubiera lo que hubiera hecho.
-Vamos a verla joder, ¿¡qué coño hacemos aquí!? - grité.
-Espeeeeraaa tooooroooo, tranquilo; siéntate y relájate. Hoy no podemos ir a verla porque están haciendo no sé qué inspección en el hospital y sólo se permite máximo un familiar por paciente.
- ¿Y para que cojones me lo dices entonces? Ahora me siento más estúpido aún.
- Te llamó ayer y no lo cogías. Pensó que no querías saber nada de ella y por eso hizo lo que hizo. No te culpo si no.... - Le interrumpí.
- Eh, eh, eh, eh, por ahí no paso. Claro que no quiero saber nada de ella, pero creo que lo dejé bastante claro cuando me dejó para irse con una mujer - respondí, en un tono muy exaltado.
- A mi te me relajas, o ¿te tengo que recordar lo que pasó ayer? - dijo, esta vez en un susurro casi.
- Ayer, em, esto... ¡Ayer estaba hecho una mierda, viniste tú, me entró el calentón y punto!
- Reconoce al menos que te gustó...
¡Ya abrió el cajón de mierda! Pero sabía leer mi mente, mi mirada, como yo supe leer la suya.
-Si... lo reconozco... me gustó, ¿vale? Creo que es la primera vez que me gusta el sexo en toda mi vida. – Dije, probablemente, colorándome como un tomate.
-David, entre tú y yo: eres gay, ¿verdad?
Arqueé una ceja, Mario hizo lo mismo. ¡Menudo hijo de puta! Mi mirada afirmaba su pregunta. Bajé los ojos, me sentía avergonzado por ser alguien tan hipócrita. Mis principios eran no mentir bajo ninguna circunstancia, y, joder, había mentido a tanta gente...
- David... No importa. Cada uno sale del armario cuando quiere y con quien quiere. ¿Entendido?
Mario llamó al camarero, pidió la cuenta y nos dirigió a mi piso.
- ¿No me invitas a una copita?
Miré el reloj, era la una menos cuarto. Posé mi dedo índice sobre el reloj, indicando que lo mirara.
- ¿A estas horas?
- Anda, ¿por qué no?
- No sé, no sueles beber, y menos tan temprano.
- Abre la puerta, leche.
Cuando metí la llave en la cerradura, me palmeó el culo, me giré para reprocharle y me besó.
Lo aparté de mi con brusquedad, abrí la puerta muy rápido, hizo el amago se entrar pero le detuve con la mano. Puso cara de extrañado, pero lo miré fijamente a los ojos y esta vez, lo besé yo. Lo agarré de la camiseta y lo dirigí hacia dentro hasta llevarlo al salón. Continuamos besándonos durante un buen rato, rozando nuestras lenguas en besos tiernos y largos. Mientras, nos tocábamos la entrepierna mutuamente. Tenía unas ganas de bajarle el pantalón y metérmela en la boca. Pero ese momento no llegó.
- Oye, que me tengo que ir - dijo apresuradamente Mario.
- ¿Y me dejas así, con el calentón encima?
- ¿Calentón? ¿Pero qué calentón? Si tú no eras gay, ¿no? - Guiñó un ojo y sonrió pícaramente.
Antes de marcharse, me besó en la boca, noté como su lengua se introducía, a la vez que su mano me desabrochaba los pantalones, me los bajaba junto con los calzoncillos y me masturbaba dulce y cariñosamente el pene, que parecía que iba a explotar en cualquier momento.
Así cinco o diez o veinte minutos (quizá menos, pero a mí se me hicieron efímeros) y mientras me besaba, seguía masturbándome, hasta que terminé por correrme en todo el suelo del salón. Mis piernas, temblorosas, no eran capaces de dar un paso. Se dirigió a la cocina, cogió papel de un rollo, se agachó para limpiarlo todo, mientras besaba dulcemente mi pene y escalofríos recorrían toda la superficie de mi cuerpo.
- ¿Mañana quedamos para ir a clase? - Preguntó, mientras se ponía la camiseta.
- Sí, claro, a las 8:00 en mi puerta.
- Que sean las 7:00. Buenas tardes. Te quiero.
Dicho esto, me besó y sefue.
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El insomnio de tu mirada [Gay]
RomanceEl amor no es siempre un cuento de hadas, como tampoco lo es la vida misma. David, enamorado de Mario desde hace 6 años, encuentra en él la estabilidad emocional que necesita hasta que desgraciados acontecimientos se suceden y se rompe esa relación...