Dolía, dolía que un gran amigo, que después se convirtió en mi pareja, se perdiese de tal manera. El amor lo jode todo, jode la amistad, las relaciones interpersonales, tu autoestima, tu psicología entera. Cuando te enamoras de alguien y no es correspondido, es lo peor del mundo, os lo aseguro, puede tirar por la borda diez o incluso veinte años de amistad.
Pero eso al destino le importa una mierda, él sólo quiere joderte de la manera más fácil; Cupido va y te lanza esa estúpida flecha que no te deja ver más allá de la persona a la que amas. Sólo existe un horizonte. Es frustrante a la vez que asqueroso esto que siento.
Aunque, desgraciadamente, es algo que no depende ni de mí ni de nadie más. Unos dicen que son reacciones fisiológicas, que la hormona tal incide sobre el órgano cual y hace que te enamores.
Pst, científicos, ¿qué sabrán ellos? Si realmente se fiaran de lo que predican, intentarían encontrar un fármaco que estabilizara mis hormonas y, así, dejar de amar para siempre.
Pero no, el amor (desgraciadamente) aún no está considerado como una enfermedad. Una enfermedad por la que das todo lo que sientes, todo lo que tienes, todo lo que eres a la persona a la que amas, una enfermedad (desde mi punto de vista) incurable, ya que siempre (y aunque lo niegues) tu corazón aumentará sus pulsaciones cada vez que veas a esa persona, la mires a los ojos y redescubras por qué te enamoraste de ella.
Debía cambiar de aires, dejar de pensar en chicos, en Mario y en toda esta vorágine de sentimientos que sólo repercutía negativamente sobre mi salud.
Terminé el curso con más pena que gloria, teniendo que ver a Mario todos los días, sin dirigirnos la palabra. ¿Qué le rondaría por la cabeza? La verdad es que jamás dejé de pensar en él. Después del curso, simplemente desapareció de mi vida y de la ciudad.
- ¿Os apetece ir a la playa? – Propuso Elisa.
- Claro – Exclamó sarcásticamente Paula. – En esta “súper” ciudad hay una “súper” playa tan grande que me voy a bañar todos los días del mundo.
¿Qué no os he contado quién es Paula? Después de dejarlo con Irene, Elisa pasó bastante tiempo sin querer saber de amor (como yo ahora, vamos). Pero, en un día de estos que estás con la defensa cerebral baja, apareció Paula. Pelo rojo como el fuego y ojos azules que se te quedan clavados en el alma y te enamoran. Pues eso le pasó a Elisa, amor a primera vista, y nunca mejor dicho.
- Digo hacer un viaje o algo mujer. – Contestó Elisa.
- No sería mala idea, no tenemos coche pero en AVE no se tardan más de dos horas. – Dije mirando a Jaime.
- A mi me da igual, mientras esté con vosotros. – Sonrió Jaime. – Bueno, ¿y tú Lucía? ¿Qué dices?
- A mí también me da igual, con tal de salir de aquí.
Lo dijo en un tono tan extraño que todos comenzamos a reír.
Preparé las maletas junto con Jaime. Ahora, él y yo vivíamos juntos, discutió muy seriamente con sus padres y éstos acabaron echándolo de casa. Era muy buen compañero de piso, incluso se preocupó de buscar un trabajo en una pizzería del centro de la ciudad para poderme pagar una pequeña renta.
- Voy a bajar a por el correo.
- Vale. – Dije mientras me sentaba sobre la maleta para intentar cerrarla.
- David, nos vamos unos días, no un año entero. Quita cosas anda. – Y al cerrar la puerta me guiñó un ojo.
Preparé y ultimé todo, cogí la documentación, apagué luces, ya sabéis, esas cosas que hace uno cuando se va de casa.
- David, hay una carta de Mario. – Jaime me miró preocupado.
- Bueno, vamos a leer que es.
“Querido David;
Posiblemente cuando leas esta carta, no volvamos a vernos nunca. Quiero ser breve pero a la vez tengo tantos sentimientos aglutinados en todo mi cuerpo que no sé ni por dónde empezar. Lo siento. Lo siento de verdad, siento todo el mal que te he causado. Me he comportado como un auténtico gilipollas. Sólo quería protegerte, protegerte de mí. David, el día anterior de irnos a California me dieron una terrible noticia, me habían descubierto un tumor de colon en un estado algo avanzado y me dieron pocos meses de vida, los suficientes como para terminar el curso, negándome a recibir quimio. Qué paradoja, tan joven y tan enfermo. No supe valorarte, ni disfrutar lo suficiente contigo, no supe comportarme como un buen novio. No te culpes de nada de lo que pasó ni de lo que me pasará. No quiero que sufras más por mí… Te amo tanto… Vuelvo a repetir que lo siento, aunque sé que pensarás que podías haber hecho más… por favor, no te culpes. Sólo una última cosa, no te detengas, sigue hacia delante, la vida es dura y por el camino se pierden muchas cosas, pero eres fuerte y sé que serás capaz de levantarte.
Te ama:
Mario”
De repente mi nuca se volvió muy rígida, mi cuerpo temblaba como un flan pero a la vez pesaba muchísimo. Lo había perdido. Para siempre. Y no pude ni siquiera despedirme de él cómo era debido.
Jaime que estaba a mi lado me abrazó.
- Lo siento David.
- No importa. – Dije mordiéndome los labios mientras miraba al horizonte con la mirada perdida.
Al bajar, me derrumbé en el ascensor. Jaime que no podía hacerse cargo de mí, avisó a las chicas. Todas corrieron hacia el portal. Era el peor sentimiento que se podía tener. No preguntéis por qué no reaccioné de ninguna manera cuando leí la carta, pero no pude. Simplemente, no salía nada. En el tramo que separaba la puerta de mi piso de la del ascensor vinieron a mi mente tantísimos recuerdos que no pude contenerme.
- ¡DAVID, DAVID! – Gritaba Elisa.
- ¿Qué ha pasado? – Preguntó Paula desconcertada mientras Elisa se agachaba delante de mí.
- Ma… ya… no… está… - No podía dejar de llorar y no conseguía articular palabra, así que le entregué la carta para que la leyera.
Al leerla, Elisa y Lucía no pudieron reprimir las lágrimas. Elisa se abrazó a Paula y Lucía a Jaime. Fue el peor día de nuestras vidas.
- Y… ¿ahora qué hacemos? – Preguntó Jaime.
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El insomnio de tu mirada [Gay]
RomanceEl amor no es siempre un cuento de hadas, como tampoco lo es la vida misma. David, enamorado de Mario desde hace 6 años, encuentra en él la estabilidad emocional que necesita hasta que desgraciados acontecimientos se suceden y se rompe esa relación...