Capítulo 19: Madrid (II)

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Durante el trayecto a la dirección indicada en la carta no paraba de mover la pierna. Jaime puso la mano sobre ella para que detuviera el movimiento.

- Lo siento. – Dije.

- David, sé que estás nervioso, pero has de controlar la situación. Sé que puedes  – Y me sonrió con esa mirada de niño bueno que siempre tenía.

Nos bajamos del taxi, que nos dejó muy cerca de la entrada del edificio. Y, en ese momento vi a alguien a quién jamás imaginé ver, y mucho menos aquí…

- Da… David, ¿estás bien? – Chasqueó los dedos ante mi cara pálida y mi nublada vista.

- Jaime, ¿ves al chico de la gorra azul? – Dije con un hilillo de voz.

- Sí, ¿qué pasa con él?

-Es el ex de Mario. Se llama Javi.

- Parece que se dirige hacia dónde íbamos nosotros. Sigámoslo.

Tomó mi mano y me llevó con él hacia la entrada. Esperamos hasta que se metió en el portal y subió en el ascensor.

- ¿Qué piso es Jaime?

- El cuarto.

Pasamos dentro. La verdad es que el recibidor del bloque de pisos era muy agradable y amplio, incluso disponía de un enorme espejo que reflejaba nuestros cuerpos.

- Estás muy delgado David. – Jaime y yo nos miramos. Sus ojos denotaban preocupación. Mi cabeza le daba la razón.

- Subamos. – Indiqué.

Fueron los momentos más tensos de mi vida. Tenía la cabeza hecha un lío; ¿qué hacía Javi aquí?, ¿qué sería de Mario?, ¿querría volver a hablar conmigo después de lo que hice?

Señalé con la mano a Jaime para que él me diera la suya. Me sudaban mucho y apretaba la suya con mucha fuerza.

- Ya hemos llegado David. Suerte. – Y me dio un beso en la mejilla.

Salimos del ascensor. Cuarto A, B,… hasta que llegamos al final del largo pasillo… Cuarto F. Pegué la oreja a la puerta para escuchar si había algún ruido. Oí a dos chicos hablando, uno de ellos parecía la voz de Mario. Y la otra… la de Javi. Pulsé el timbre y esperé una respuesta.

- Voy, un momento. – Contestó una de las dos voces.

Al abrir la puerta pude contemplar de nuevo ese rostro que creía perdido para siempre.

- Ma… Mario… - Me llevé la mano a la boca y mis ojos derramaban lágrimas como un manantial.

- Dios… David… ¿Por qué has venido?

- Necesitaba decirte que… - mis ojos  vertían aún más y más lágrimas por lo que tuve que hacer un gran ejercicio de vocalización. - … Mario, perdóname, perdóname por todo lo que haya podido hacerte. Te quiero mucho…

De repente, Javi apareció de la nada, abrazando a Mario y besándolo en la cara.

- ¿Qué pasa am…? Mierda, creo que debería irme… - Y volvió a desaparecer en las tinieblas.

Paré de llorar. Abrí los ojos como platos. Le pegué un guantazo. Quizá dos, no me acuerdo. El caso es que me desperté en Urgencias.

- Jaime… ¿Qué hago aquí?

- Te desmayaste al ver a Mario con Javi.

- ¿Dónde está Mario?

- En la sala de espera.

- Jaime, quiero que me diga la verdad, ¿es tan complicado? – Dije, con casi un susurro. Me sentía mareado, cómo si flotara en una nube, yo diría que como drogado.

- David, no creo que sea bueno.

- Jaime, dile que pase.

- Dav…

- ¡DILE QUE PASE!

- Está bien…

Jaime salió del box o cómo se llamen esos horribles sitios dónde ponen a los pacientes cuando no los ingresan. A los pocos minutos pasó Mario.

- David, yo…

- No hables. Siéntate.

- Vale.

- Cerca de mí.

- De acuerdo.

- Suéltalo todo Mario. Todo. Por qué coño me dejaste, por qué coño fingiste tu propia muerte y por qué vives con Javi. Cuéntamelo todo porque te aseguro que esta es la última vez que me vas a ver.

- David, tranquilízate. Te lo contaré todo. Respondiendo a la primera pregunta… no lo sé…

- Si lo sabes. Me estabas engañando con Javi. – Me incorporé para poder mirarle mejor a los ojos. – No vuelvas a mentirme, no puedes. Esto me lo imaginaba yo desde el principio. Pero, ¿sabes qué? Estaba loquito de amor por ti, estaba total y absolutamente enamorado de ti. Te doy todo lo que tengo y vas y lo tiras como si fuera un pañuelo. ¿Recuerdas qué te hizo el cabrón ese? EH ¿LO RECUERDAS? – Cada vez gritaba más fuerte. - ¿¡POR QUÉ MIERDA ME HACES TÚ LO MISMO MARIO!? ¿¡POR QUÉ JODER!?

- David… Por favor, relájate, de verdad… - Se abrazó a mis piernas y empezó a llorar.

- ¿Va todo bien? – Un enfermero abrió la puerta, posiblemente alertado por mis gritos.

- Si, por supuesto, sólo una mala noticia. – Forcé una sonrisa.

- Vale, pero procurad no gritar, hay pacientes que necesitan descansar. – Y volvió a irse.

- Mario. Se sincero por una vez en tu vida. Pon tu corazón en el puño. Y habla desde él.

- Vale sí. Estaba enamorado aún de Javi. Me hizo mucho daño pero… fue el primer chico del que me enamoré. Yo también se lo di todo David. Todo. Hice cosas que jamás pensé que haría por él. Y… cuando empecé a salir contigo me quemaba el hecho de no poder darte nada porque ya lo había entregado a otra persona que lo despreció. Lo siento. David, lo siento. No podía seguir fingiendo. Y quiero que te quede claro que jamás te fui infiel… Créeme, de verdad… Fingí mi muerte para que no vinieras a por mí, para que supieras que te quiero y que sentía todo lo que había hecho. Pero claro… fui estúpido y puse un remitente, pero deseaba que te llegara esa carta y si se perdía por el camino que la pudiera volver a enviar. Te quiero David, te quiero muchísimo, nos conocemos desde hace seis años, hemos… hemos sido como hermanos. Pero yo amo a Javi. Y sabes también que la culpa de todo fue de Irene.

Miraba a todos lados intentando buscar una inspiración divina para que me diera fuerzas y me ayudase a contestar a Mario. Pero ese momento no llegó. Y tenía a esos dos bombones de chocolate mirándome, esperando una respuesta.

- Mario, te… te… te quiero, te quiero mucho. Y te entiendo. Pero… - cogí mucho aire, pensé las siguientes palabras durante demasiado tiempo, hasta que al fin pude reunir el valor para pronunciarlas. - … Mario, dame el último beso, el último abrazo, dime tus últimas palabras porque ésta será la última vez que nos volvamos a ver.

Me miró a los ojos, sonrió, cogió mi mano, besó mis labios con fuerza y ternura y susurró en mi oído las siguientes palabras:

- El mundo es un pañuelo y el destino es un juego de dados, el pañuelo se puede doblar hasta que muramos  y en los dados puede salir el mismo número hasta que se desgaste la pintura que los representa.

Besó también mi mejilla y se fue de la habitación. No fue esa despedida la que me hubiera imaginado.

El insomnio de tu mirada [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora