Capítulo 22: Love in high places (II)

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Estaba ya casi terminado el mes de agosto y no amanecía tan temprano como al principio del verano. La carretera se veía vacía, algún coche pasaba a su lado, pero nada que les impidiera llegar bien temprano a su destino.

De pronto, se toparon con la señal indicando la desviación que debían tomar para llegar a la ciudad. Su pasado más cercano se almacenaba allí como embebido y almacenado en una máquina del tiempo, nada parecía haber cambiado desde que se marcharan a Madrid… Sólo apariencias.

***

- Find me in the forest, in the fire, find me in the mist of you desire, i got love in high places… - tarareaba.

Había discutido con Jaime, hay veces que sus infantiles celos me sacan que quicio. No podía comprender por qué actuaba así si él era el que había dejado claro que no éramos nada. Agité la cabeza intentando encontrar aluna razón por la que seguir pensando en ello; mientras la canción seguía reproduciéndose.

Me llevé el bolígrafo a la boca, alcé la vista al cielo con afán de recordar algunos de los datos de la solicitud de admisión para el próximo curso.

- I see the love in all faceeees…

- Sh, calla, que se va a enterar todo el barrio. – Elisa me tapó la boca. Acto seguido dio un pequeño sorbito al café. - ¿Qué haces?

- La solicitud para el curso que viene. – Respondí con una amplia sonrisa.

- David, el plazo ya se pasó, ¿lo sabes, no?

- Elisa, esta no es para ir a la universidad… es para hacer un Grado Superior de Marketing. – Volví a sonreír, esta vez con menos ganas.

- ¿Y eso? ¿Entonces te tendrás que marchar? ¿Me vas a abandonar? – Preguntó en un tono melodramático.

- A ver, no dramatices. No me voy a ningún sitio, aquí hay institutos en los que existe esta opción. No es el fin del mundo. Mi madre se ha quedado sin empleo y bueno… bastante que me permite vivir aquí…

De repente, un chico alto (más que yo incluso) se acercó a nuestra mesa. Vestía completamente de azul, con unas gafas de sol también azules y, disimuladamente dejó caer un papelito. El chico siguió andando tan normal hasta que le perdí la vista.

- Em… ¿Lo abro? – Pregunté a Elisa.

- Sí, por qué no.

- “Reúnete conmigo en la calle Carlos II número 12 a las 7:30. Quema este papel. Ven solo” – Leí en voz alta

- Ui, ui, ui, ui, ui, esto me huele a que al muchacho ese le has gustado.

- Elisa, ¿sabes cuál es la calle Carlos II? Allí se reúne todo lo malo de esta ciudad…

- Eso es cierto. No creo que sea nada malo. Además, no le has hecho nada a nadie. Ve tranquilo. – Las palabras de Elisa me sosegaron un poco, pero aun así seguían temblándome las manos.

La incertidumbre se apoderó de mí. Llegué cinco minutos antes de la hora acordada, parecía como si mi corazón fuera a explotar en cualquier momento. El paisaje desolador, parecía que me había trasladado de ciudad. Calle de casas unifamiliares y pequeñas, en la que destacaba una enorme en el extremo de la acera. Nadie recorría la Carlos II, ni siquiera los insectos la rondaban. Toda la mugre social de la ciudad se concentraba aquí.

Un coche negro, un Mercedes para ser más exactos, se detuvo enfrente de mí. La ventanilla del copiloto bajaba lentamente y una mano me invitó a sentar en la parte trasera. Mis nervios y los cristales tintados no me dejaron ver quien ocupaba el interior. Cuando abrí la puerta ahí estaba él. La persona con la que jamás hubiera imaginado encontrarme.

- M… Ma…

- Shh… No digas nada por favor. – Puso sus dedos sobre mis labios- ¡Javi, arranca!

- ¿¡Se puede saber a qué coño viene todo esto!?

- Necesitaba verte… y decirte la verdad.

- La única verdad que hay aquí es que eres… - No pude contener la lágrimas. Cerraba los ojos con el iluso pensamiento de desaparecer de allí.

- Mario… – Dije entre lágrimas. – déjame...

- No puedo dejar las cosas así. David me fui para protegerte de…

- Mario miera, esa historia la he oído varias veces…

- Javi, déjanos en el parque de la plaza de los Borbones.

- ¿Seguro?

- Sí tío. Tira.

Nos paramos allí y Mario se acercó a abrir mi puerta.

- Te la hemos bloqueado para evitar que te fueras. – Dijo el chico de azul.

Me cedió la mano y se la negué.

- Puedo yo sólo. No te preocupes Mario.

- Mario… diez minutos. Ni uno más. – Dijo Javi.

- Sí, sí… Acompáñame David.

- En serio, ¿Qué quieres? ¿No ves que no me gustan estos jueguecitos?

- Droga. – Dejó caer como un cuchillo sobre una mesa.

- ¿Qué?

- Vendo droga. Y me buscan. Por eso me tuve que ir a Madrid para comenzar una nueva vida. Por eso en California tuve que dejarlo, porque prefería perderte antes que verte morir.

Se me pasaron tantas cosas por la cabeza, pero parecían todas tan ilógicas; correr parecía lo más racional. Besarle, lo más estúpido que hice.

- ¡Vaya, vaya! Además de ladrón, maricón.

- ¿Qué quieres Alaya? – Gritó Mario.

- Lo que me pertenece, gilipollas. ¡Id a por él!

De repente, varios hombres bastante corpulentos corrieron hacia nosotros. Mario agarró mi mano y corrimos juntos hasta el coche. Miré hacia atrás, uno de ellos estaba armado. Agarró la pistola, apuntó hacia Mario y ¡pum!

Se desplomó delante de mí. El pecho quemaba. Mis manos estaban frías. Se estaba yendo y no podía contenerlo. Me abracé a él, aún seguía respirando. Cuando detuve mi mirada en sus ojos por última vez, pude descifrar algo que pronunciaron sus labios: “te amo”

- Te dije en la pierna no en la cabeza… puto retrasado ¡Lo has matado! – Escuché decir al tal Alaya mientras se alejaba.

- ¡MARIO JODER NO ME DEJES! – Grité. - ¡MARIO! ¡MARIO!

- Tengo que… pro… - cerró los ojos y dejó de respirar.

El insomnio de tu mirada [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora