Capítulo 4: Confesiones

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La mañana transcurrió sin muchos percances, sólo algunas miradas entre Irene y yo, de desprecio absoluto. Deseaba que llegara la tarde para poder ir a ver a Elisa, sinceramente, la echaba de menos.

Lo que menos me esperaba es lo que iba a suceder al llegar la tarde. Quedé con Mario a una hora prudencialmente temprana, para tomar café y una hora después nos reunimos con Lucía. Él iba muy guapo, quizá demasiado arreglado para dónde íbamos a ir. Vestía pantalones verde claro, camisa blanca y chaqueta azul marino. Me fijé en él un buen rato. Además, su boca olía a menta fresca y su cuello a colonia cara.

- ¿Vas a quedarte todo el rato mirándome? - Preguntó, con intención de que dejara de mirarlo.

- Es que vienes muy guapo

- Gracias hombre, quería ponerme elegante para ir a ver a Elisa.

Nos besamos y nos dirigimos a la cafetería.

- ¿Falta mucho para que venga Lucía? - Pregunté

- He quedado con ella a las 5:30, deberíamos irnos ya.

Llegamos los tres al hospital a las 6. Sentí un escalofrío recorrer mi columna vertebral, presentía que algo malo iba a pasar. Mario se percató del detalle.

- ¿Te pasa algo cie... digo David?

Reaccioné inmediatamente, le pegué un codazo e hice un gesto indicando que la próxima vez tuviera más precaución. Lucía no sabía que yo era gay y mucho menos que estaba saliendo con Mario.

- No - Respondí con la mirada fijada en sus ojos y voz seca - Simplemente no me gustan los hospitales.

Planta 3, habitación 790. Ahí estaba ella, tumbada en la cama y con su madre al lado.

Nos vio aparecer por la parte izquierda de la puerta, nuestras cabezas asomaban. Indicó a su madre que se marchara y la dejara sola un momento.

- Ahora vuelvo cariño - La madre de Elisa la besó en la frente y se marchó de la habitación.

- Pasad, no os quedéis ahí

- Ho...Hola Elisa, ¿que... que tal estás? - Pregunté con voz entrecortada.

Se le iluminó la mirada. Sus ojos verdes brillaban como dos esmeraldas. Creo que dentro de ella había algo contradictorio que decía al mismo tiempo "lo echo de menos" y "lo odio".

- Pensé que no ibas a venir... ¿Te han arrastrado ellos?

- ¡Para nada! ¡He venido porque he querido! Me llamaste tarde, tenía el móvil en silencio y no oí nada. Creo que los dos somos lo suficientemente maduros como para saber que no has hecho lo que has hecho porque no te cogí el teléfono.

- Pues sí, llevas razón, lo hice por otros motivos.

- ¿Y bien? ¿Nos lo quieres explicar o nos vamos y te dejamos tranquila? - Comenzaba a impacientarme.

- Lo hice porque soy estúpida, porque te he mentido, porque sé que tú me quieres y te he hecho mucho daño, porque lo sabía todo el instituto menos tú y porque temo perderte cómo amigo. - Su voz comenzó a quebrarse - Quería desaparecer del mundo porque joder, había hecho daño a gente que no lo merecía. Debes odiarme.

- Tengo que confesarte algo. - Dije en tono muy seco - Bueno, a ti y a Lucía, que no lo sabe. Verás yo soy gay Elisa, entiendo perfectamente tus motivos para salir conmigo, porque quizá tu y yo compartamos razones. No te odio, ni mucho menos, te considero muy valiente. Al principio no lo asimilé bien porque no me lo esperaba, ni mucho menos, pero después me puse a reflexionar en todo lo que me había pasado, todo lo que sentía al ocultar tanto tiempo todo esto y te comprendí.

El insomnio de tu mirada [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora